Por: Sandra Rodríguez
Tegucigalpa, Honduras.- Cuatro hogares vacíos esperan desde hace 37 años que les digan donde están sus parientes, los jóvenes desaparecidos en la frontera del Guasaule, cuando intentaban ingresar desde Nicaragua, vía terrestre. Pero en su patria los desaparecieron.
A este tiempo, Enrique López Hernández, Julio César Méndez, María Ediltrudiz Montes y Francisco Samuel, estuvieran cerca de los sesenta años. Sin embargo, permanecen siempre jóvenes, presentes y ocupando un lugar insustituible en la memoria del pueblo que no olvida los crímenes cometidos por el Estado de Honduras en la década de los 80 con la implementación de la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN), como parte de la injerencia de los Estados Unidos de América.
Faltaban tres días para que el primer presidente de una supuesta era democrática asumiera el poder, se trataba de Roberto Suazo Córdova (1982-1986), que también fue uno de los primeros en entregar informes sobre los detenidos desaparecidos que, más que respuestas, eran una burla para las familias que siguen -sin descanso- buscando verdad y justicia.
Desde ese 24 de enero de 1982, estas familias no volvieron a ser igual, sin embargo, viven con “la esperanza que nunca se pierde de saber que sucedió con nuestros seres queridos”, afirmó Nohemí Pérez Borjas, hermana de Samuel e hija de Fidelina Borjas, una de las fundadoras del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH).
La desaparción forzada no se puede describir
Lamentablemente esta situación en la que hemos vivido desde que desapreció Samuel ha sido muy difícil, detalló Nohemí, quien desde los 14 años acompañaba a su mamá en la búsqueda de su hermano. El camino ha sido doloroso, más cuando “nuestros seres queridos fallecen sin tener información, madres, hermanos y otros parientes”.
En memoria de los detenidos desaparecidos, está la lucha de las madres de pañuelos blancos, las mujeres que dieron hasta el último aliento de su vida para saber de sus hijos e hijas. “Mi madre fue una mujer digna, ella murió de pena moral, a la espera un informe que diera respuesta, pero todos han sido una burla”, continuó.
Hubo informes y amnistías dados desde los poderes del Estado, pero no nos transmitieron confianza -añadió Pérez- menos de la gente la Asociación para el Progreso de Honduras (APROH), organizada para desaparecer a las personas que estaban en la oposición en el país, ellos son los maestros de enseñarle al crimen organizado a exigir dinero, porque ellos eran los que recogían el dinero de la empresa privada.
Recordó al ex jefe de las Fuerzas Armadas, Gustavo Álvarez Martínez (asesinado el 25 de enero de 1989), que se fue y no dijo la verdad sobre la desaparición de nuestros seres queridos.
Aunque se mantiene encendida una luz de que alguien les diga qué pasó con Enrique, Julio César, Ediltrudis y Samuel, emocionalmente les afectaba mucho. El impacto mayor es moral, pues es difícil no poder explicar sus sentimientos.
“Estoy aquí recordando ese día fatídico terrible, donde también hubo división y desintegración familiar, porque algunos miembros de la familia nos dijeron que no saliéramos a buscarlo”. Nohemí Pérez
Jamás nos hemos arrepentido de buscar verdad, justicia y la no repetición, no hemos dudado de nuestra pasión en defensa de la vida o personas que se les ha desaparecido o violado los derechos humanos, y acompañar a familiares de asesinados y presos políticos, agregó la defensora.
Seguir la búsqueda es parte de la herencia de las madres que lucharon y siguen sin cansancio alzando su voz, como lo hace la presidenta del COFADEH, Liduvina Hernández, que a sus 86 años espera el regreso de “Quique”, y que se haga justicia por el asesinato de su hijo, el defensor de derechos humanos, Marco Tulio (1991).
Declaró hace algún tiempo que, la diferencia es que de uno si sabe dónde está enterrado, y del otro no supo nada, pero cuando visita la tumba de Marco Tulio, lleva dos ramos de flores, y le dice a su hijo que las otras flores son de Quique.
Liduvina Hernández– doña Vina- madre de Enrique “Quique”, tenemos la dicha que está viva, es la actual presidenta del COFADEH, su lucha la mantiene a la espera de verdad y una Honduras Libre de Impunidad, siempre está a la espera que su hijo regrese.
Fidelina Borjas, madre de Samuel, ella murió esperando respuesta de parte de las autoridades sobre qué pasó con su hijo, las palabras de ella eran “que si su hijo era delincuente porque así llamaban a los jóvenes que protestaban, por qué no fue juzgado y por qué se lo desaparecieron. En su lucha por saber de la verdad y la justicia en mayo de 2009 murió de pena moral por una campaña de desprestigio contra COFADEH. Esta pena no se refleja con odio porque nosotros no odiamos, sino con fe, esperanza y amor, pero si con indignación.
Natalia Méndez, madre de Julio César, aún vive y cada vez que platicamos me dice “Nohemi, todo lo que decían en el Comité es bueno”.
Lucila Girón, madre de Ediltrudis Montes – murió en diciembre del 2014. A sus 98 años, nunca perdió las esperanzas de volver a ver a su hija, y esa espera la guardó en su corazón, en silencio, pero con ánimo.
La memoria en un santuario
Hoy día cumpleaños tres hombres y una mujer de ser detenidos desaparecidos y sus madres son cuatro de las fundaras del COFADEH, organización cuya labor es buscar, hablar, defender todas las injusticias que se han hecho en el tema de desaparición forzada, ejecuciones y torturas, afirmó Berta Oliva, coordinadora general de la organización y sobreviviente de la DSN.
La esposa del profesor Tomás Nativí, detenidos desaparecido en 1981, al recordar a estos jóvenes y sus madres, agregó que desde COFADEH no se puede focalizar ningún caso, sino mantener la memoria de todos y todas, porque es una lucha de encuentros, y de ellas -mamás- sólo nuestra presidenta sobrevive, las otras se fueron con el dolor de encontrar y saber sobre sus hijos.
Por lo que, el COFADEH sigue la búsqueda de verdad, justicia y ser fiel con las que iniciamos la lucha para tener un espacio, un santuario aquí donde me está entrevistando… concluyó Oliva, rodeada de los rostros y miradas juveniles cuyas imágenes integran la “Sala de Memorias Vivas” en la oficina del histórico Comité.