Wilfredo Yanes se marchó

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El viernes fue sepultado el cuerpo de Wilfredo Yánes, de 57 años, quien era el padre del joven Ebed Jaziel, asesinado por el ejército en 2012.

Conocimos a Wilfredo en el Cofadeh. Era un hombre de poco hablar, de aspecto serio, creía en la justicia de su dios. El profesaba un credo cristiano evangélico.

Un día llegó con mucho dolor a las oficinas del Cofadeh después de la muerte violenta de su hijo.

En esos mismos días las madres de las víctimas miskitas de Ahuas tambén reclamaban al ejército de Honduras y a la DEA por qué mataron a sus seres queridos en la Moskitia.

Aprendió a llorar como hombre, sin los mandatos del patriarcado que ordena no mostrar las emociones.

Wilfredo era un hombre fuerte, pudo ver de frente a los militares que le dispararon a su hijo. Enfrentó personalmente la denuncia pública contra ellos y empujó el juicio en los tribunales. No tuvo miedo.

Pero no bastaba actuar sin miedo, el amacijo de impunidad en Honduras demanda paciencia, contención del bómito, soportar el asco y la viva mierda del tráfico de influencias. Y todo eso daña la salud humana en este país.

La resistencia de Wilfredo, aquél hombre chele de aspecto saludable y fuerte, empezó a declinar frente a la imposibilidad de ver juzgados a los hechores y reparados sus daños por el Estado. Fue enterrado su cuerpo ayer en esta capital.

La muerte de este hombre nos recuerda la de muchas mujeres madres de personas desaparecidas, que murieron igual: llorando, entristecidas de su corazón reclamando en vano la justicia.

Pero Wil también nos dejó muchas lecciones. Una es que no basta rezar, él dejó a sus hermanos evangélicos dentro de los templos y salió a la plazas y medios de comunicación a vocear por su hijo, metió el cuerpo en los espacios públicos para exigir justicia.

Otra lección que nos hereda es que no podemos avanzar en solitario, cuando vino a buscar la experiencia de las madres de los desaparecidos había recorrido solo los caminos. Y estaba cansado. Sin estrategia de lucha. Y necesitaba una mano, dos manos, varias manos, y econtró las nuestras. Pasó a formar parte de nuestra familia.

Hoy enviamos a su familia y vecinos la certeza que Wilfredo Yánes hizo lo que el momento le demandó. Enfrentó a un sistema y lo desnudó.

En su creencia cristiana ha partido a reunirse con Ebed Jaziel en algún lugar ignoto, para acompañar a los seres que aman aquí en la tierra.

Nosotros le decismos desde aquí, don Wil: de los hechos y de los hechores, ni olvido ni perdón.