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A 70 años de la histórica huelga de 1954

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El Progreso, Honduras, 1954. Foto: Rafael Platero Paz. Digitalizada por K Coleman.

Gerardo Iglesias l Rel-UITA

De aquellas páginas vuelan tu risa y las canciones entre los bananeros,
en el barro sombrío, la lluvia y el sudor… Pero cambiaremos la tierra…
Cambiaremos, uniendo tu mano con la mía… Cambiaremos la vida
para que tu linaje sobreviva y construya su luz organizada”.
(Pablo Neruda. Canto General: A un trabajador del banano)

La huelga duró 69 días. Su epicentro fue la ciudad de Progreso, a unos 30 kilómetros de San Pedro Sula, cuando los trabajadores de las transnacionales bananeras, los “campeños” dijeron basta. El comité central de huelga representaba a 30 mil trabajadores en resistencia. Como lo recuerda el padre Ismael Moreno: “en aquellos días, los temibles Comandantes de Armas, verdaderos representantes del gobierno central y protectores de las compañías bananeras, debían solicitar permiso al Comité de Huelga para salir del perímetro de la ciudad y tenían que comunicarle su destino y la hora de su regreso”.

Carlos HAquel comité central se transformó en un gobierno paralelo al oficial, que supo presionar en la adopción de toda una serie de leyes que beneficiaron a los trabajadores y las trabajadoras. Un acontecimiento histórico, la gesta obrera que con seguridad más ha contribuido en la construcción de ciudadanía y dignidad.

El miércoles 13 en la Universidad Privada de San Pedro Sula, se realizó el conversatorio 70 años después, la huelga nos convoca. Actores y conquistas de la huelga de 1954.

Uno de los participantes fue nuestro compañero Carlos H. Reyes, líder histórico del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Bebida y Similares de Honduras (Stibys) y ex coordinador del Frente Nacional de Resistencia Popular.

A continuación, reproducimos lo esencial de su intervención en ese acto.

Un mojón

Como a algunos estudiantes les aburre el tema de la huelga de 1954, quizá a muchos de los migrantes hacia Estados Unidos, Europa, Canadá, que forman parte del 70 por ciento de pobres e indigentes de este país les pase lo mismo.

Pero aquella huelga de 1954 es un mojón importante del proceso histórico de lucha de clases que se sucede en el país y la región, independientemente de nuestra voluntad.

Ignoran, quienes se aburren cuando se la menciona, que de ese proceso forman parte la sangre derramada en los procesos de resistencia de los pueblos originarios contra los invasores europeos; la resistencia del movimiento popular contra las transnacionales bananeras, que asesinaban campeños y los lanzaban al rio Ulua antes y después de la huelga de 1954; la diaria conflictividad obrero patronal; la resistencia ante la guerra de baja intensidad de los años 1980; la resistencia ante el golpe de Estado de 2009; la resistencia a la dictadura de Juan Orlando Hernández y sus tres elecciones fraudulentas y a la corrupción y el neoliberalismo que se nos aplica desde 1990.

Algunos estudiantes y migrantes ignoran también que las luchas de resistencia popular, como la huelga de 1954, han tenido efectos transformadores en la sociedad y por ese desconocimiento quizá no estén interesados en sumarse a la lucha o al menos conocerla, pues su norte es el sueño americano.

El sistema, además, les esconde el origen de su situación de migrantes y empobrecidos.

La prisión verde

Foto: Life.
Foto: Life.

En la primera mitad del siglo pasado, cuando se venía avanzando en la imposición del capitalismo atrasado y dependiente, vía concesiones vergonzosas por 100 años, las migraciones eran hacia los campos bananeros, donde había mejores salarios que en las economías de subsistencia del resto del país.

Esas migraciones eran hacia la prisión verde, donde se centraba el poder factico transnacional que controlaba a los partidos políticos, ponían y quitaban presidentes, promovieron guerras civiles que finalizaron hasta que se impuso la paz por la fusión de las compañías bananeras.

El escritor Ramón Amaya Amador relató magistralmente ese episodio en Prisión Verde, Destacamento Rojo y otras obras.

Como efectos de la huelga pacífica de 1954, que por 69 días mantuvo en su territorio un gobierno popular, se obtuvo no solo reivindicaciones laborales sino también conquistas sociales, económicas y políticas que colocaron a Honduras en el siglo XX permitieron el triunfo del Partido Liberal y la reactivación del Partido Comunista, que tuvo papel importante en la huelga y el surgimiento de la clase obrera a la palestra pública.

En la década de los sesenta y setenta, logramos el sector social de la economía más fuerte de América Central.

La década de los ochentas fue criminal, con la represión al movimiento popular, las violaciones a los derechos humanos, los detenidos desaparecidos y la acción anticomunista del embajador estadounidense John Negroponte.

Pero en esas tres décadas, como efecto de las condiciones económicas favorables posteriores a la segunda guerra mundial y de la huelga –hay que insistir en ello− se promulgó el Código del Trabajo, la Ley de Seguridad Social, la Ley de Reforma Agraria, los servicios públicos de energía eléctrica, telefonía, portuarios, aeroportuarios, la lotería y los bosques pasaron a manos de entes descentralizados del Estado.

Empezaban así cambios en la distribución del ingreso y la riqueza y no había migraciones masivas.

El gran retroceso

Con el neoliberalismo continuó agravándose nuestro atraso y dependencia: nos empezaron a convertir en importadores netos de mercancías y exportadores de mano de obra para obtener remesas; aumentaron los procesos de explotación del trabajo asalariado; se impusieron leyes para que la distribución del ingreso y la riqueza fuese a favor del gran capital.

A su vez, se impedía impunemente la libre sindicalización y la contratación colectiva en la mayoría de las empresas y se avanzó en la desregulación del mercado de trabajo con la llamada “Ley de Empleo por Hora”, que para lo único que sirvió fue para sustituir trabajo permanente por temporal.

Empresarios responsables del desempleo y la migración quieren una ley que acabe de desregular el mercado del trabajo para anular el Código del Trabajo.

A los sindicalistas nos toca, por principios y por ley, la defensa de nuestros intereses de clase frente a la clase capitalista. Pero tenemos que luchar junto al resto del movimiento popular por democratizar la sociedad, porque, de continuar el poder fáctico imponiéndose, pasaremos de ser una república bananera a un narco estado.

Los 70 años de la gran huelga de 1954 nos encuentran, pues, con una enorme tarea.

Ojalá en su mochila o en su memoria carguen, los y las estudiantes y los dignos obreros y obreras migrantes, este corto relato o una mejor versión, para que se fortalezca su conciencia patriótica y de clase ante el terrible y criminal retroceso que nos impone el poder fáctico del gran capital y del imperio.