Ay ay ay ay… el momento de las celebraciones de la gente frente a la impunidad de la última década, finalmente ha comenzado. Y no es por alegrarse del sufrimiento ajeno, es alegrarse por el comienzo de la justicia.
La celebración ha comenzado porque la vergüenza del otro lado, finalmente, sintió también la proximidad de las brasas. La rueda que había llegado a la cima comenzó a bajar inexorablemente al lugar donde se calienta la olla.
Tonny Hernández tenía los ojos enrojecidos después de 10 días de juicio y cuando escuchó ¡culpable! por los cuatro delitos imputados no sonrió como antes. Permaneció quieto, reseco porque su abogado Malon no pudo frente a los hechos. Su hermano Amílcar y su madre doña Elvira bajaron la cabeza y detuvieron las lágrimas, porque el público hondureño los observaba desde las gradas.
Afuera, en la calle, frente a la Corte del Distrito Sur de Nueva York, la diáspora hondureña que huyó del país en la última década a causa de las violencias de los narcotraficantes golpistas, esperaba pacientemente este momento.
Sin tocar, sin agredir físicamente a los parientes del condenado, sin comportarse a lo bruto como lo han hecho sus militares y policías durante 10 años, la multitud indignada gritó al chafa y a la madre ¡fuera delincuentes!, fuera joh!, fuera dictadores… El eco de las palabras tiene el filo de un arma blanca.
Pero los pobres medios hondureños, beneficiados también del Chapo Guzmán y de su estructura criminal en la región, destacaban la imagen como una enorme ofensa a la familia presidencial, en esa lógica permanente de hacerse los ofendidos al lado del régimen que saca sus colmillos cuando el pueblo se pone de pie.
Anoche, en casi todas las ciudades de Honduras, hubo diversas manifestaciones de la ciudadanía y en todos los diálogos de calle a la luz de las fogatas, en las redes sociales de la gente, en las paredes de la gente y en la memoria colectiva de la gente, la reflexión dominante tenía que ver con el futuro.
Los pobres medios hondureños, sin embargo, se ocupaban de la cancelación del partido entre el Barcelona y el Madrid en Cataluña debido a la resistencia del pueblo vasco contra el fallo injusto y ridículo del tribunal español contra los independentistas.
Entre tanto, en Tegucigalpa el gobierno impostor, golpeado en la nuca por la sentencia del poder judicial estadounidense, se ponía en modo normal, reuniendo cooperantes europeos, buscando dinero para el triángulo norte, inaugurando focos ahorrativos y haciendo pantomimas para simular la tranquilidad del líder del cartel de Lempira, rodeado de chafas.
En este momento el futuro no tiene claro, ciertamente, cuál es la mejor salida si la renuncia, la destitución, el suicidio o la tercera reelección ilegal del dictador del siglo 21. Pero el futuro sí tiene claro que después del fallo contra el sistema político narco y corrupto de Honduras en Nueva York, las consecuencias son inevitables.
Desde el viernes pasado es imposible ver a Juan Orlando Hernández como el hermano del condenado, porque el público lo ve como el líder CC-4 del cartel que usaba a su hermano como operador del trabajo sucio que aportó dinero, armas e inteligencia a la Casa Presidencial. Y que convirtió el sistema político hondureño, sus tres poderes y su institución armada, en la guarida del líder del cartel de Sinaloa, el Chapo.
Es verdad que Pablo Escobar Gaviria había profetizado antes de ser abatido en el techo de su casa, que los narcos gobernarían las democracias de América Latina, pero también es verdad que la gente no podrá ver nunca el crimen organizado y el narcotráfico como buenas obras de la humanidad. Un corrupto, un fraudulento y un narco, son el diablo para la gente. Representan el mal, la sangre, la muerte. Y con el mal no se puede cohabitar sin la certeza de morir. Y el pueblo de Honduras no es pendejo. Tenemos una opción por la vida y un pasado pleno de dignidad, con padres y madres de la Matria que nos ensearon valores.
La banda criminal que dirige los asuntos públicos de Honduras ha tenido oxígeno puro hasta ahora, pero ha comenzado a recorrer por sus venas el veneno puro de la eclosión desde sus entrañas. Las Fuerzas Armadas inevitablemente han dado señales que hierven adentro, que tienen combustible para auto explotarse, y el pueblo hierve desde hace muchos años en una continuidad indetenible por el cambio.
El juicio internacional contra Tonny y su estructura oficial, que reemplaza la propia capacidad del Estado para juzgar a sus delincuentes, es al mismo tiempo una triste realidad y una oportunidad para combinar las circunstancias externas con las condiciones internas.
El enjuiciamiento a la estructura criminal de Tonny no es el final, es la puerta abierta a los nuevos procesos penales contra los operadores políticos de la mafia descubierta, entonces el chance es mayor para fortalecer la propuesta de la Convergencia Contra el Continuismo: tejer el liderazgo político que habrá de asumir la transición desde las cenizas, que dejan estos canallas delincuentes.
Ahora más que nunca debemos estar juntos, juntas, porque los delincuentes han sacado sus fierros a la calle, están heridos enseñando sus colmillos, dispuestos a continuar el dolor que controlan con iglesias, medios y perros armados.
El pueblo debe continuar siendo más astuto que ellos, y esperarlos en todos los frentes, con Lobby presencial en Washington y Bruselas, con libertad de expresión en todas partes, con inteligencia adentro de sus propias estructuras, con la ardiente dignidad en las calles, y con la política ciudadana todo el tiempo.
A pesar de las toneladas de cocaína y heroína transportadas a través de nuestro territorio, de las metralletas con nombres esculpidos en oro para el señor Versace y a pesar de toda esa basura manipuladora en los periódicos y la televisión narcotizada, no han podido vencer al pueblo de Morazán.
Sigamos, entonces, que el camino lo seguimos haciendo!
Buenas noches!
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 19 de octubre de 2019