Rodolfo Cortés Calderón
Como lo practicamos religiosamente cada año, asistimos el sábado 17 al TRIGÉSIMO TERCER ANIVERSARIO del desaparecimiento físico–mejor dicho asesinato–de nuestro hermano jesuita GUADALUPE (LUPE) CARNEY, nacido en Illinois, Estados Unidos.
Su imagen y compromiso con el sector campesino empobrecido nos quedó indeleblemente penetrado en los últimos meses del año 1979, que lo conocimos muy vagamente mientras laborábamos en el Proyecto Sinaloa del Instituto Agrario, INA, en Tocoa.
Sobrada y documentadamente diferentes organismos de la Compañía de Jesús, analistas, familiares y organizaciones defensoras de los derechos humanos han señalado responsabilidad directa en el asesinato sucedido a mediados de septiembre de 1983 acusando al poder imperial del Gobierno de Estados Unidos, entonces dirigido por el sanguinario RONALD REAGAN y al testaferro Gobierno Liberal de Honduras dirigido por el mal recordado ROBERTO SUAZO CÓRDOVA (ROSUCO) quienes con sus represivos ejércitos, aplicando la Doctrina de la Seguridad Nacional, se aliaron para destruir los anhelos de liberación del pueblo hondureño.
Durante la caminata fue manifiesta la alegría y esperanza de cientos de peregrinos llegados de varios pueblos de Honduras y lugareños; mucha juventud y un grupo hermoso de tenaces mujeres del Comité de Familiares de Desaparecidos y Asesinados, COFADEH, llegadas de Tegucigalpa. Lo mismo el sentido acto ecuménico que nos hizo conocer más de LUPE y no digamos la hermosa música de grupos musicales entre ellos TROVA y SON DE PUEBLO que nos alegraron con melodías contestatarias. Además no faltaron los sabrosos tamalitos pisques, café y refresco natural.
Pero también queremos demostrar a través de este escrito nuestro enfado por la ausencia mostrada durante la caminata celebrada en El Progreso, Yoro, de parte de los sectores campesinos organizados, aunque a decir verdad la lucha del sector agrarista en Honduras ya pasó a la historia y lo que ahora tenemos son tres tipos diferentes de campesinado: El primero, corresponde a los campesinos superados—no nos referimos al campesino superado de las “cervecitas heladas” del Congreso Nacional—sino a las empresas asociativas prósperas del sector palmero, cañero o bananero de Guaymas, Guanchías y otras del Bajo Aguán, aunque este próspero sector en su mayoría ya está desclasado. El segundo bloque, está relacionado con aquellos dirigentes campesinos corruptos metidos a “empresarios, políticos y diputados” que vendieron sus conciencias, la lucha y la tierras a los grandes terratenientes entre ellos su amado Miguel Facussé Barjum y el tercero constituido por campesinos abandonados actualmente trabajando con las uñas con un INA burocratizado que va en camino a desaparecer. De ahí que no entendemos cómo un sector tan mayoritario que fue tan protegido y promovido por el padre LUPE no hayan cubierto las expectativas de los organizadores. Con toda la promoción anticipada que hicieron los organizadores del evento, la ciudad de El Progreso debió ser rebasada en su actual población, partiendo de que LUPE fue servidor de los empobrecidos en tres o cuatro departamentos de Honduras.
Nos desagradó, además, la presencia de bandas de guerra y jóvenes colegiales con estrafalarias vestimentas militaristas que tanto rechazó el padre LUPE. Mientras imitemos a los militares—responsables de tantos asesinatos y saqueos del Estado durante los últimos 50 años– no haremos ningún bien o aporte a la sociedad hondureña, mucho menos estaremos rindiéndole a LUPE la honra que se merece.
Qué hermoso hubiese sido que estos jóvenes hubieran llegado con pancartas alusivas al momento crítico que vive la patria, que sí las hubo, pero no en la cantidad debida o haber disfrutado de grupos musicales rurales o expresiones vivas de nuestros pueblos originarios. Ésta no puede ser una caminata pacifista y desmotivada, tenemos que ser más propositivos.
También resentimos la presencia de religiosos y religiosas católicos que ante tanta abominación del imperio y del gobierno de Honduras contra el pueblo debieron haber tenido una participación más sentida. También hizo falta la alegría de la música libertaria de la iglesia popular Nicaragüense o Salvadoreña. Si es cierto que se entonaron uno o dos cantos, pero entre dientes, como siguiendo órdenes del acallamiento ordenado por la vasalla iglesia jerárquica imperialista. ¡Qué lástima esta actitud de la Iglesia Católica!
Concluimos este escrito manifestando que las demostraciones y expresiones de reconocimiento y fe del pueblo hondureño expresados en los meses anteriores al aniversario LUPE ya fue santificado por el pueblo creyente. No deseamos que la mafia del Vaticano lo suba a los altares porque nos lo robarían y harían de él un producto de mercado. Le pondrían coronas de oro y vestimentas de plata que él nunca aspiró, lo llenarían de incienso y mirra que como símbolo de supremacía siempre rechazó y le quitarían la aureola de SANTO otorgada por su pueblo.
No dudamos que los demás compatriotas asesinados, una veintena, durante la incursión guerrillera de 1983 conocidos por sus seudónimos o nombres reales, también han alcanzado la categoría de SANTOS DEL PUEBLO, porque para los verdaderos cristianos la máxima expresión del amor es dar la vida por los hermanos y eso fue lo que ellos hicieron. Nuestro tributo y honra a ellos.