UN HOMENAJE AL FUTURO

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La memoria no es recordar el pasado sino reivindicar el sufrimiento oculto, denunciar toda construcción del presente que ignora la vigencia de una injusticia pasada.

Así comienza Juan Carlos Martínez su ensayo ¿Por qué la recuperación de la memoria histórica?, escrito para la Universidad Rafael Landívar, de Guatemala.

En general, dice Juan Carlos Martínez, que la recuperación de la memoria histórica es un proceso integral que abarca toda la temporalidad humana: el redescubrimiento del pasado (conocer  qué  pasó),  proyectado  hacia  el  presente (es decir, el reconocimiento,  la reparación,  la dignificación)  y  sentar  las  bases  para  el futuro mejor,  buscando  un  mayor  respeto  por  los derechos humanos y la justicia social.

El autor hace preguntas pertinentes y ensaya algunas respuestas, porque nos  adentramos  en  un  siglo  XXI  lleno  de  incertidumbres, plagado de duras herencias del pasado; por ejemplo, lo que ocurre en este momento en Colombia, en Brasil, Haití, México y Honduras, para citar algunos desastres en nuestro continente.

¿Llegarán a ser compatibles los olvidos premeditados,  selectivos,  con  la  ‘sociedad  global  del  conocimiento  y  la información’?, se demanda Juan Carlos. Sin duda, los procesos de recuperación de la memoria histórica en esos espacios se constituyen en uno de los principales baluartes para que las sociedades no olviden quiénes son y cómo han llegado a serlo, se responde.

¿Qué  implica  recordar  para  una  sociedad?  ¿Qué  implica  olvidar?  ¿Qué  se recuerda  y  qué  se  olvida? Interesantes preguntas. Callejas propuso en 1990 el olvido del pasado, borrón y cuenta nueva, y Flores Facussé propuso “pasar la página”. Ambos preferían eso, porque ambos eran parte de la Asociación para el Progreso de Honduras, que desapareció y asesinó opositores políticos. Necesitaban huir de sus fantasmas, alejarse de su espejo macabro, de sus huellas de odio.

¿A quién se le ocurre pasar una página sin antes haberla leído? Sólo a los culpables. Para pasar una página, primero hay que haberla leído, dice el ensayista.

El solo hecho de mencionar  estos  temas les engrifa el pelo a esos vivientes de esa historia macabra. De hecho, dice el ensayista guatemalteco,  son los ejecutores y responsables (por lo general, con mucho que callar y más que perder) quienes mantienen vivo el odio, las actitudes  y  los  discursos  intolerantes.

Los resistentes al pasado son aquellos que desprecian el derecho de los demás a la memoria histórica, porque  se  aferran  a  su  “glorioso  pasado”,  a  lo que  ellos consideran  batallas ganadas y misiones cumplidas como seña de su propia identidad. Esos criminales del pasado todavía creen que salvaron al mundo, que su Constitución es la mejor, y esos asesinos hasta se disfrazan de cristianos para lavar sus crímenes entre los inocentes.

Para los familiares de las personas detenidas- desaparecidas entre 1979 y 1989 la recuperación de la memoria histórica sufrida por la desaparición forzada es una necesidad y un deber. Así lo hemos planteado repetidas veces a las Naciones Unidas, porque este es un tema que no prescribe nunca para las víctimas. No es negociable.

“Una  sociedad  que  olvida  –total  o  parcialmente –se queda sin trayectoria: no  sabe  de  dónde  proviene  ni hacia dónde va”. Esta es la Honduras actual, con los asesinos de 1981 empleados como asesores de los grupos privados y de las fuerzas armadas actuales. Mano de obra calificada del crimen organizado como policías, militares y políticos, como mineros, represadores y empresarios del bosque. Como vendedores de la Patria.

En sus conclusiones, entre otras, el autor del ensayo que comentamos, afirma que sin memoria no hay identidad. Sin identidad colectiva no hay sociedad. No es la suma de individuos la que forma una sociedad, sino el deseo de colaborar y tener una vida comunitaria lo más plena posible. Pero el olvido selectivo nos aboca a  la  senda  de  la  desmemoria, hacia una  identidad  artificial  sobre referentes  históricos  “seleccionados”  en  función  de  determinados  intereses particulares.

Nosotros lo sabemos. Olvidar  tiene  otras  implicaciones  de  cara  al  porvenir.  Algunas  de  ellas las padecemos 40 años después en carne viva. Haber olvidado la responsabilidad de educar a las juventudes sobre la persecución, el miedo,  la  práctica  sistemática  del  abuso, las desapariciones cometidas  por  los chafas junto a los liberales y cachurecos, nos tiene ahora con esos mismos actores aliados en una mafia perversa, ladrona, corrupta y criminal, disfrazada de cristiana y democrática, que atenaza como hiedra maldita la estructura del Estado.

En esta ocasión hemos citado el ensayo de Juan Carlos Martínez dirigido al espejo de los criminales, porque del 26 al 30 de mayo se va a conmemorar la Semana Internacional del Detenido Desaparecido, que fue instituida en 1981 por la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Detenidos Desaparecidos, FEDEFAM.

En las dos semanas posteriores, igualmente, las familias afectadas por la desaparición forzada a través del Cofadeh estarán en preparación de la semana del estudiante 2021 durante la cual será presentada la vida y obra de Tomás Nativí, un educador, organizador y movilizador popular, desaparecido el 11 de junio de 1981.

Durante estas dos conmemoraciones será una buena ocasión para recordarle a la sociedad hondureña que no nos da la gana olvidar, porque recordar la responsabilidad del Estado en los crímenes de los años 80s y en los crímenes actuales es un deber, un homenaje al futuro del presente.

Buenas noches.

Editorial Voces contra El Olvido, sábado 22 de mayo de 2021