Texto y fotos Giorgio Trucchi | Rel UITA
“En 1981 los militares irrumpieron en nuestra casa, destruyeron todo y nos llevaron presas a mí y a mi hermana. Herminio logró escapar. Nos mantuvieron tres días encerradas, amarradas y vendadas, tiradas en el piso lleno de lodo, sin comer, ni beber. Tuve miedo por mi hijo y mi hija de 7 y 10 años, que se habían quedado en manos de los militares que se tomaron la casa. Cuando me liberaron los encontré temblando, aterrorizados, apretando los dientes. Un trauma que nunca pudieron superar.
Un año después llegaron a acribillarnos la casa y en 1983 ejecutaron a mi marido. Fui a recoger su cuerpo. En la morgue no quisieron recibirlo y estaba todavía en la paila (parte de atrás) de una camioneta. Su cuerpo acribillado. Lo llevamos a la casa y lo pusimos en un sofá. Nunca lo voy a olvidar” (Otilia Flores Ortiz, esposa de Herminio).
“Desde que tengo memoria mi familia ha sufrido persecución. En 1981 los militares irrumpieron en mi casa. Destruyeron todo y se llevaron a mi hermano Luis. Cuando logramos sacarlo estaba golpeado y lo habían torturado. Querían saber dónde estaba Herminio y donde eran las armas.
Herminio siempre nos educó a la lucha social y obrera para alcanzar una Honduras mejor. Después de su asesinato volvieron a atacarnos. En aquel tiempo tenía tres hijos. Nos encarcelaron a todos. Luego nos subieron a un avión y nos llevaron a Tegucigalpa. Decían que nos iban a tirar al vacío. Nos dejaron varios días sin comer, ni beber. A mí me torturaron y me hicieron cosas que marcaron mi vida para siempre.
Les doy las gracias por habernos escuchado. Hemos sufrido lo inimaginable y pedimos justicia por nuestra familia, por lo que ya no están, para que podamos descansar e ir saneando las heridas” (Irma Deras García, hermana de Herminio).
“Han sido décadas de persecución sistemática, detenciones ilegales y torturas. A mí me secuestraron en 1981 pensando que era Herminio. En la celda me golpearon salvajemente, me aplicaron la capucha (ahogamiento simulado), fue una lluvia de patadas y puñetazos. Me mantenían aislado, sin poder ir al baño, sin agua, sin comida. Finalmente pude salir porque logré señalar mi presencia desde una ventana.
A partir de este momento, nuestra familia se desintegró. Varios tuvieron que irse al exilio, mi papá no aguantó el dolor por la muerte de Herminio y se quitó la vida. Mi mamá estaba tan traumatizada que dormía con la ropa que vestía Herminio cuando lo ejecutaron.
Ha sido una lucha larga, un proceso interminable. El Estado nunca investigó lo que nos pasó durante todos estos años. Nuestra familia quedó estigmatizada, la gente no nos hablaba. Durante el golpe de 2009 tuvimos que ocultarnos durante dos semanas porque nos buscaban. El Estado tiene que asumir sus responsabilidades” (Luis Deras García, hermano de Herminio).