Hemos recomenzado a recorrer los caminos que ya conocíamos, los senderos bulliciosos de la política electoral, de la emigración forzada por las violentas desigualdades, el terrorismo del Estado y la pandemia de la Covid aliada con los corruptos de la dictadura.
Como vemos, este panorama no es muy distinto del ya vivido durante el año 2020. Pero sin duda una de sus imágenes más brutales en el presente es la carencia de hospitales para atender la emergencia del pueblo contagiado. Los hospitales móviles que fueron ofrecidos hace casi un año en número superior a 90 no están en funcionamiento. Están en cuestionamiento. Y la pandemia muerde al pueblo.
Es la imagen de engaño más vulgar hecha por la generación de ladrones entrecanos, ilusionistas malvados, sisimites. Son tan ridículos que las vacunas contra el virus llegarían antes que alguno de los llamados hospitales móviles sean funcionales. Mientras tanto, los cadáveres producidos por la pandemia recargada sobrepasan los 12 mil a nivel nacional, según las estadísticas independientes. Una vergüenza. Un genocidio atribuible a los corruptos que se robaron el dinero, más de 300 millones de dólares para la salud pública.
Como víctimas potenciales de esta tragedia, que está de nuevo desbordada, amenazando con una parálisis total de las actividades productivas y de la sanidad pública, debemos responsabilizar absolutamente a los militares nombrados gerentes de la crisis sanitaria y a toda la élite nacionalista-liberal que gerencia la dictadura corrupta del cartel de Lempira en la Corte, en el Congreso, en el Ministerio Público y en las fuerzas armadas mercenarias.
Es tan frágil la situación de Honduras que la población empobrecida, explotada y oprimida, parecería dispuesta a movilizarse electoralmente otra vez por el continuismo de los miserables narcos en el poder, para tener una bolsa de cualquier cosa. Con un censo manoseado, unas iglesias lobistas del crimen organizado, unos medios mudos y unos partidos amarrados, el modelo criminal de la DEA y el Comando Sur parecerían continuar intactos. Ese modelo de drogas que produce dinero a Wall Street. Ese modelo armamentista que amuralla su frontera sur.
En este contexto, unos sectores tienen la osadía de llamarse oposición siendo parte del régimen, otros más audaces toman maletas y se van en caravanas a saltar los muros, pero hay una masa tan envilecida que parece dispuesta a seguir hasta la muerte con el cartel que ha sostenido el facismo gringo, el sionismo israelita, el supremacismo blanco en general y la estupidez particular de Trump.
En este punto quisiéramos destacar la referencia crítica hecha esta semana por el partido Libre en relación a la situación del país. Afirma que la política exterior de Honduras es dirigida por los Estados Unidos y que la misma tiene las características del sometimiento absurdo. Es una política contra Honduras y contra los pueblos latinoamericanos que luchan por su independencia y su soberanía. Es una política exterior que ni siquiera permite cobrar a las bases militares gringas de Comayagua y el Caribe por usurpar el territorio.
El partido Libre dispara directo a la cabeza del intrascendente “Cartel de Lima”, una banda de Estados delincuentes reunidos por el Comando Sur para atacar a Nicaragua, Cuba y Venezuela, endosando a Honduras como “perro faldero” de esa dinámica agresora. Son un grupo infame de presidentes sumisos, refiriéndose a Bolsonaro, Piñera, Gutiérrez, Hernández, Bukele, Trudeau y otros peleles como Duque y Waidog.
Esta columna editorial concide con el análisis del partido Libre que señala la perniciosa relación de la dictadura Hernández con el terrorismo de estado de Colombia e Israel, de quienes lo único que hemos recibido son armas al crédito y el entrenamiento de escuadrones de la muerte, que enseñan aquí todas las formas de torturar y asesinar, las mismas que usan contra el heroico pueblo palestino.
Con la adhesión al uribismo criminal y al sionismo imperialista, la dictadura convirtió a Honduras en cómplice de las masacres contra civiles en Colombia, Yemen, Palestina, Siria, Irak y Afganistán.
Con esta esclavitud al terrorismo de Estado, la dictadura hernández-fulton pone nuestro país en la cola del mundo. El mejor ejemplo – denuncia el partido Libre en su análisis — es el caso de las vacunas contra la COVID 19, que no llegarán de inmediato como lo exige
el pueblo porque el régimen sumiso no tiene permiso de buscar otras opciones más baratas, más rápidas y de mejores condiciones de manejo.
Hasta aquí la referencia al análisis anual de Libre. En base a todos estos hechos podemos concluir que este 2021 nos invita a soñar el cambio con lucha. Como ha quedado demostrado desde 2009, la lucha no es para tener gobiernos sin poder. La lucha es para organizar el poder de la gente para sobrevivir, para defenderse y para vencer las causas estructurales que le oprimen. Es una lucha larga que se libra en la conciencia colectiva. Es la lucha por la interiorización individual y social de los derechos humanos. Es nuestra lucha.
Hoy, al tiempo que damos nuestras manifestaciones de solidaridad a las familias y a las comunidades de los luchadores y luchadores sociales asesinados hacia el final de 2020 y el comienzo de este nuevo año, les invitamos a perseverar a pesar del martirio. A los indígenas lencas y tolupanes, a los garífunas que sufren la embestida de la industria criminal de las ciudades modelo con sus minas, represas y turismos sucios, les abrazamos en solidaridad y lucha.
Un día no nos bastará exigir el fin de la impunidad, será necesario enfrentar a los impunes con todas nuestras fuerzas de indignación, coraje y garra democrática. Y ese día ustedes y nosotros estaremos codo a codo. Nuestros seres queridos desaparecidos también.
Buenas noches.
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 9 de enero de 2021