La corrupción es absolutamente una política de Estado, que se hereda de generación tras generación, en el vientre materno del partido nacional y liberal. Y en los últimos años, en el seno de la sociedad hondureña en general. Tenemos que admitirlo. ¡Para qué seguirnos engañando!
La corrupción comenzó a ser notoria cuando los corruptores fueron obligados a pasar del 10 al 15 por ciento del total de sus costos operativos, a fin de mover los trámites en Honduras.
En 1993 los costos operativos de las movidas ya representaban el 18 por ciento del total de los negocios.
Durante el gobierno de Flores Facussé, después del huracán Mitch, mover un negocio dentro de la esfera del gobierno central y en el ámbito municipal, equivalía al 25 por ciento del valor total del bussines.
En 1999, cuando don Leo Valladares se ocupó del tema de la corrupción tras el paso del huracán Mitch, Flores Facussé, el presidente del huracán, lo regañó. Lo mandó a contar granos solidarios. Se burló de él. Pero el pueblo y la comunidad internacional lo defendieron. Valladares demostró que los ministros de Flores Facussé le jugaron sucio a Honduras en medio de la tragedia.
Con Maduro y hasta llegar al gobierno de Zelaya en 2006, el costo de trámites para operar un negocio en Honduras sobrepasó el 30 por ciento de su valor total. Es decir, pagar la movida a toda la cadena costaba ya muy caro.
Una mafia instalada en Tegucigalpa y otra en Miami, bien encadenadas y bien ancladas en los medios, las iglesias, la policía, el ejército y las fundaciones privadas, operaba para aquellos años «sin que se fuera chancho con mazorca».
El esfuerzo organizado de la ciudadanía junto al C-Libre impulsó la ley de transparencia y acceso a la información pública para permitirle a la población vigilar su propio dinero en manos de los liberales y nacionalistas.
Pero de nuevo Flores Facussé puso a sus dos abogados, Elizabert Chiuz y Arturo Echenique, como soldados pretorianos de la ley para cambiar su espíritu escrutador y de control de la corrupción pública. Callejas también puso a su propia abogada a dirigir la ley con Carlos Flores. Y así ambos arruinaron un instrumento de control ciudadano.
Con el golpe militar, religioso y pro gringo, los golpistas azules y colorados, arruinaron completamente las instituciones impulsadas por la ciudadanía, todas las del período reformista iniciado por Meme Acosta en 1990. Y entregaron, como sabemos, los escombros del Estado a la mafia narcotraficante.
Actualmente, el Consejo Nacional Anticorrupción ha publicado cuatro informes sobre la corrupción de los golpistas encabezados por Hernández durante la pandemia de la Covid19. Son descarados, malvados. No tienen madre. Han adulterado precios y han mentido mientras la gente se muere por falta de camas, de tratamientos. Son criminales.
Con esa mafia, operar un negocio en Honduras actualmente implica el 45 por ciento de la inversión total. La mara está instalada en las instituciones y tiene sucursal internacional en Miami. ¿Quién desea invertir en un país donde tiene que destinar casi la mitad de sus costos operativos al pago de movidas en todos los niveles?
Los mafiosos en el poder, con la complicidad del corrupto Almagro, destartalaron la Comisión contra la Corrupción y la Impunidad y cambiaron las leyes, incluyendo el Código Penal, y echaron al suelo todos los esfuerzos de una población bien intencionada que encendió en vano las antorchas en 2014. Habría sido mejor quemarlo todo en aquellos años, porque la población se hartó, y se fue en caravanas hacia la noche profunda del desaliento.
El escenario que hoy vive Honduras éticamente hablando no tiene comparación en su historia. Los mismos alcaldes corruptos en casi todo el país van de nuevo buscando su reelección y los llamados poderes del Estado, legislativo, judicial y ejecutivo, no dan ninguna esperanza de renovación. Son el golpismo que quiere el Comando Sur gringo sentado en las mismas sillas por largo tiempo.
La mafia estadounidense lleva 12 años administrando el golpismo, 12 años de drogas y lavado de dinero, de siembra de armas en Centroamérica desde Honduras. Esa mafia que ni embajador tiene en Tegucigalpa, opera a través de la DEA, la CIA, el FBI y el Comando Sur. Son una gigantesca red de lavado y tráfico, utilizando a los miserables partidos liberal y nacional. Y a las iglesias evangélicas y católicas, y a los medios mercenarios. Y al ejército y a las organizaciones sociales corruptas.
Hemos llegado a un punto que hace feliz a los corruptos. Funcionó su técnica del gran ventilador enfrente de la pirámide de mierda. El aire terminó esparciendo el estiércol encima de casi todos y ahora sentimos que a nivel micro y macro, en la aldea y en la ciudad, en la iglesia y en el partido, la dinámica que domina es la movida. La degradación moral de la gente.
Eso tiene que cambiar. No está realmente claro cómo eso va a cambiar. Pero una sociedad no puede sostenerse sobre esas bases de mierda que arruinan la vida de varias generaciones.
Esta noche nos despedimos con pesimismo. Deseando que ocurra lo impensado. Que los miserables seres humanos que tienen las armas, el poder político y el control de la economía nacional corrupta, sean apartadas por alguna eventualidad divina bajada del espacio sideral. Y que, en esa noche profunda, el fuego de las antorchas los calcine. Y que la justicia divina salve a los justos.
Con su permiso.
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 24 de octubre de 2020