En la vida cotidiana de las personas naturales y jurídicas cumplir 36 años de existencia es un acontecimiento importante; es llegar a la plena madurez, haber pasado la primera juventud para saludar los primeros años de la adultez.
Para el Cofadeh, nacido el 30 de agosto de 1982, en plena guerra sucia, esta es una situación diferente que arde siempre en la memoria como flama que calcina.
El 30 de noviembre de 2018, en seis días, esta organización cumplirá 36 años de dolores, de profundas tristezas, años plenos de incertidumbres, víctimas de agresiones físicas, psicológicas y exclusiones.
Pero, en honor a la verdad, el Cofadeh también cumple 36 años de ser voz en la conciencia nacional, un grito de memoria que parte el viento sin faltar cada primer viernes de mes en el centro de Tegucigalpa.
En 1982 el comité de familiares víctimas de la desaparición forzada nació, en realidad, obligado por los liberales rosuquistas y foristas, los nacionalistas callejistas, junto a los militares mercenarios de Álvarez Martínez y su batallón de muerte liderado por Discua Elvir y su legión de asesinos.
Todos esos canallas pagados por la CIA y bendecidos por la curia católica arquidiocesana, forzaron el nacimiento de un colectivo que lloraba. Un pequeño grupo de mujeres y hombres que derramaban lágrimas frente al bulling político de La Prensa, el Heraldo, HRN y el Obelisco chafista.
Todos esos canallas le decían a las madres de los desaparecidos que buscaran a sus ñángaras en Cuba, Nicaragua y la Unión Soviética, mientras los cobardes vendaban sus ojos, ataban sus manos y los electrocutaban en Mateo, Amarateca, la 105 brigada y en cada lugar oculto de la banda criminal del 3-16.
El Cofadeh nació de esa barbarie. Nació del llanto, pero desde la dignidad nunca vencida, existió hasta nuestros días.
En 1982 la primera petición era que devolvieran con vida a las personas desaparecidas, sus primos, amigos, esposas, hermanas y hermanos, porque vivos se los habían llevado.
Pero ni Rosuco, Flores Facussé ni Azcona escucharon, salvo en alguna excepción para confirmar la regla; sus jefes los militares, obedientes de Negroponte y Oliver North, prefirieron torturar, asesinar y desaparecer los cuerpos de estos seres amados.
Entonces, en 1990 el Cofadeh tuvo que modificar su primera petición y enfrente de los militares y policías asesinos que pedían el perdón de sus crímenes, sin confesión, sin arrepentimiento y sin someterse a la verdad y a la justicia, les tuvo que decir: ni perdón ni olvido hasta encontrarlos.
Pasaron los años en exhumaciones de osamentas dispersas por el país, en juicios bien argumentados por fiscales comprometidos con el futuro de Honduras, guerreras contra la impunidad y militantes de la libertad y la vida, pero otra vez los criminales buscaron a sus socios entre los vientos del huracán Mitch para evitar la cárcel.
Entonces, el Cofadeh volvió a cambiarles su slogan hasta nuestros días: de los hechos y de los hechores, ni olvido ni perdón.
Este año la organización que se conserva estable, seria y creíble en la defensa y promoción de los derechos humanos, a pesar de toda la tragedia de Honduras, conmemora 36 años de existencia.
En la intimidad de una de las instalaciones construidas para educar en la memoria histórica, el Cofadeh tomará una pausa para conversar, compartir la historia, para pensar el futuro.
En seis días será esa pausa en la vida de una organización que pervive por la voluntad y el compromiso de sus fundadoras, de familiares y amistades, que trabaja todos los días, de lunes a domingo sin parar, generalmente sin tener seguridad de nada.
A esta organización abrazamos porque ha sobrevivido a todo en este país violador de los derechos humanos, país expulsor de su propia gente, nación abatida por un cartel de delincuentes que secuestra el Estado desde hace 10 años, que forman la dictadura del narco más criminal de la historia del cristianismo militar.
A todas las personas, organizaciones, Estados y agencias del mundo que han ofrecido sus manos, sus ideas y sus bienes para darle vida a esta resistencia moral y política de 36 años frente a la desaparición forzada, en estas terribles circunstancias de la Honduras de hoy, muchas gracias!.
Y a ustedes madres muertas, madres vivas y resucitadas, a ustedes parientes que han creído siempre en la dignidad y han respetado la perseverancia de unas cuantas, a ustedes también ¡vamos al 36, sigamos porque todo está clavado en la memoria, espina de la vida y de la historia.