Por Sandra Rodríguez
Tegucigalpa, Honduras. – Empezó a caer la brisa en la tarde de aquel octubre (2016) en el Hogar contra el Olvido, Norita dejó un par de horas de su agenda para visitar a las hermanas del COFADEH.
Se levantó de la silla y pidió salir al patio. ¡Qué linda la lluvia¡ exclamó la icónica defensora de derechos humanos en latinoamérica, incansable buscadora de los Detenidos Desaparecidos por razones políticas.
Nora Irma Morales de Cortiñas “la Madre de todas las luchas» decidió que su cuerpo de 94 años descanse al finalizar el mes de Mayo, mismo por el que fue conocida, Madre de la Plaza de Mayo – Línea Fundadora, su bastión de lucha desde 1977.
Los últimos 47 años de su vida, los cubrió con un pañuelo blanco en el cual se leía el nombre de de su hijo Gustavo (militante de la Juventud Peronista), secuestrado por la dictadura de Jorge Videla, en Argentina entre 1977 y 1983.
Joven combativa
Norita nació el 22 de marzo de 1930 en Buenos Aires, se casó a los 19 años con Carlos Cortiñas, con quien tuvo dos hijos, Carlos Gustavo y Marcelo. Su vida familiar se desarrolló en Castelar, donde trabajó como costurera y profesora, mientras su marido se desempeñaba en el Ministerio de Economía.
Pero su vida familiar cambió desde la desaparición de Gustavo, Nora fue una figura clave de las Madres de Plaza de Mayo, compartiendo el dolor y esperanza de las familias de más de 30 mil víctimas de desaparición forzada.
Tomó como personal el dolor del pueblo hondureño, estando más de cerca a partir del golpe de Estado de 2009, siendo además parte de la Comisión de Verdad. La sede del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH) fue su casa, y cada una de las compañeras fue su hermana.
Nos unimos a sus alegrías en cada recuperación de un nuevo nieto, 133 hasta ahora, falta más de la mitad. A los aniversarios de la Fundación Madres de la Plaza, a sus cumpleaños, incluso a la búsqueda de su bastón extraviado en 2019. Cosas que no tienen un valor monetario, pero que sólo las familias de detenidos desaparecidos pueden entender y valorar.
A su avanzada edad, Norita siempre frecuentó La Plaza de Mayo y nunca dejó de exigir la apertura de los archivos de la represión y la rendición de cuentas por parte del Estado.
Su legado perdura como un símbolo de resistencia y amor maternal inquebrantable, recordándonos que la lucha por los derechos humanos es una tarea constante y colectiva.
Con múltiples reconocimientos nacionales e internacionales, es un orgullo saberla y pensarla siempre presente, cómo aquella fresca brisa que nos visitó en casa, en la familia COFADEH, dónde nos deja su ejemplo de vida.