Giorgio Trucchi
El 16 de agosto fue un día especial para Raúl Álvarez. Después de casi 20 meses encerrado en una cárcel de máxima seguridad ̶ de máxima tortura diría Bertha Oliva del Cofadeh ̶ el tribunal enmendó los errores e ilegalidades (¿intencionales?) de la audiencia inicial y le otorgó medidas alternativas a la prisión.
En enero del año pasado, Raúl Álvarez y Edwin Espinal fueron acusados por los delitos de incendio y daño a la propiedad privada, en el marco de las protestas masivas por el fraude electoral.
Ambos podrán ahora defenderse en libertad y claman para que a Rommel Herrera y Gustavo Cáceres, también presos políticos, se les otorguen las mismas medidas sustitutivas.
Pocos días después de su liberación, Raúl, un ex policía comprometido con la lucha por una Honduras mejor, conversó con La Rel.
-¿Qué se siente a estar nuevamente libre?
-Por como fue nuestra detención, el proceso judicial y la decisión de encerrarnos en una cárcel de máxima seguridad, la verdad es que mirábamos como algo lejano la posibilidad de ser liberados.
Cuando nos dieron la noticia de que nos habían otorgado las medidas sustitutivas y que íbamos a defendernos en libertad, no podíamos creerlo.
Estoy alegre porque pude ver a mi familia, a mis amigos. Aquí estamos, de pie.
-¿Cómo han sido estos 20 meses?
-Muy duros, muy difíciles.
Desde que nos capturaron y que nos encerraron allá (La Tolva) hemos sufrido tratos crueles, las visitas eran muy limitadas, nuestras vidas estaban en peligro. Hemos sufrido una constante violación de derechos humanos.
Pero somos hombres de lucha. Pudimos percatarnos de las amenazas, resguardar nuestras vidas y salir de donde estábamos. Lamentablemente las autoridades penitenciarias no hicieron nada para protegernos.
-¿Cuál fue el momento más duro?
-Uno de los momentos más duros fue después de mi captura cuando me presentaron como si yo fuera el peor criminal de Honduras, un ex policía terrorista.
Pero lo que me golpeó en lo más profundo fue haber perdido a mi hija estando preso. Mi esposa tenía cuatro meses y medio de embarazo y era algo que siempre habíamos deseado.
Además mi casa fue allanada ilegalmente y mi mamá comenzó a sufrir de problemas nerviosos y tuvo que irse para San Pedro Sula. Pasé mucho tiempo sin verla.
Todo esto me quitó la dictadura.
-¿En algún momento sentiste que tu vida estaba en peligro?
-El ambiente era muy hostil y fuimos objeto de muchas amenazas. Decían que éramos de la Resistencia y que por culpa de las protestas se habían suspendido varios beneficios, como las visitas familiares y conyugales.
Fue gracias a la presión nacional e internacional que pudimos salir del módulo en que estábamos y resguardar nuestras vidas.
-¿Sientes que eres un preso político?
-En el 2009, cuando se dio el golpe de estado, yo tenía 17 años. Gracias a mi familia he podido estudiar y tengo una conciencia social y política. Por esto me involucré en la lucha contra el golpe.
A raíz de la falta de oportunidad y de trabajo entré a la Policía. No era mi vocación pero necesitaba de un empleo. Me quedé unos dos años y luego me corrieron ilegalmente.
En 2017 me involucré en la lucha contra el fraude electoral.
Creo que el gobierno quiso ‘pasarme la cuenta’ y me incriminó, junto a Edwin (Espinal), para mandar una señal a la gente que se había volcado a las calles en todo el país.
El abrazo de la solidaridad
-¿Percibían desde la cárcel el movimiento de solidaridad, la campaña nacional e internacional que exigía su liberación?
-Nos dábamos cuenta a través de nuestras familias que nos mantenían informados.
Sabíamos que se había conformado un comité y que varios sectores, organizaciones, sindicatos y hasta partidos políticos se estaban movilizando para que nos liberaran.
Aprovecho la ocasión para agradecer a todas estas personas y organizaciones que nos han apoyado, y que siguen exigiendo la liberación de los otros presos políticos.
A pesar de todo me siento fortalecido y el gobierno no pudo doblegarme. Aquí estoy y sé exactamente por qué y contra quién voy a seguir luchando.
Espero que en el juicio se nos haga justicia.
-¿Y Rommel cómo está?
-Con la huelga de hambre logramos que nos trasladaran a un mejor lugar, pero igual fue muy duro dejarlo.
Cuando me avisaron que iba a salir tenía sentimientos encontrados: feliz por mi libertad y muy triste por dejar a Rommel en este lugar horrible.
Vamos a luchar por su libertad. Nuestros casos van a servir de antecedente para que muy pronto pueda salir.