MIGRACIÓN, GUERRA Y GENOCIDIO

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El 5 de noviembre de este año son las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Faltan sólo ocho meses. Hasta este momento, los candidatos son dos políticos conocidos y cuestionados.

Trump, perseguido penalmente por el impago de impuestos, conspiración contra la seguridad nacional, conducta sexual violenta, supremacismo e intento de golpe de Estado.

Biden, perseguido penalmente por recibir fondos corruptos, manejo irresponsable de información clasificada, apoyo al genocidio de Israel contra Gaza y pérdida acelerada de facultades mentales para el cargo.

Trump, decididamente anti inmigrante, partidario de cerrar la frontera sur con murallas de granito, alambres de púas, francotiradores y carteles criminales en Honduras, Guatemala y México.

Biden, quien llegó a la Casa Blanca con la promesa de humanizar la migración para dejar atrás esa política de mano dura del supremacismo separatista, no mostró nada distinto durante su mandato; la misma cosa.

En la imposición de estas «políticas inhumanas de expulsión y violentos ‘cuellos de botella’ en la frontera con México, estos dos políticos no tienen diferencias.

Los demócratas y republicanos en el Senado terminaron aprobando esta semana horribles cantidades de dinero para sostener la guerra de la OTAN en Ucrania (60 mil millones de dólares), y para apuntalar a Israel contra Palestina (14 mil millones).

Si el Congreso estadounidense aprueba en los próximos días ese gran paquete de guerra que acuña fondos millonarios para la frontera, los gobernadores feroces estarán felices en la extensa frontera con México. Podrán cerrar los cruces fronterizos si llegan 8 mil personas por día.

De este modo, pero con diferentes malabares, Trump y Biden estarán juntos en la mano de hierro para detener en la frontera sur a quienes ellos mismos expulsan desde Venezuela, Colombia, Ecuador, Cuba y Haití, entre otros.

En su tropel preelectoral, los rojos y azules repiten alarmados a sus electores que en los últimos doce meses cruzaron la frontera terrestre estadounidense dos millones y medio de personas. La cifra más alta de toda su historia.

En los países de tránsito hacia el norte, como Honduras, el Instituto Nacional de Migraciones reporta efectivamente que el año pasado los migrantes venezolanos y cubanos son los que encabezaron el registro anual con más de 250 mil.

En octubre de 2023, antes que Venezuela decidiera inhabilitar la candidatura presidencial conspiradora de Corina Machado, Washington acordó con el gobierno de Nicolás Maduro «la repatriación directa» de esos migrantes venezolanos irregulares.

Pero eso ya se terminó este año, luego que Estados Unidos ha reanudado la guerra económica contra Venezuela introduciendo sus compañías petroleras a la Guyana venezolana y tras el robo de un avión de carga detenido en Argentina, Caracas ha respondido esta semana: no más repatriaciones. Aguantense con nuestros paisanos cruzando su frontera.

En el listado de tránsito por Honduras siguen haitianos, ecuatorianos y colombianos, irónicamente también tres países ocupados militarmente por Estados Unidos, víctimas de bandas de crimen organizado desestabilizando sus gobiernos y clamando por marines del Comando Sur como sus salvadores.

Según el informe del instituto hondureño de migraciones, el 81,6 % de todos los migrantes que atraviesan diariamente el país son adultos, gente trabajadora que decide venirse desde el sur hacia el país del norte que causa sus problemas con embargo, guerra y terrorismo.

Pero el cinismo en Estados Unidos no tiene límites, a medida que se acerca la elección de noviembre van produciéndose actos espectaculares propios de la campaña, que sirven para distraer a los electores de las violaciones a derechos humanos en su frontera más próxima, televisando las lejanas masacres en Ucrania y en Gaza.

Por ejemplo, el martes de esta semana la Cámara Baja de Estados Unidos aprobó someter a juicio político al secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, porque no hace ni deja hacer lo que unos y otros quieren en la frontera con México.

La votación fue de 214 votos a favor y 213 en contra del funcionario de origen cubano a quien acusan de negarse sistemática y deliberadamente a cumplir con la ley federal, y de alimentar la peor catástrofe fronteriza en la historia de Estados Unidos.

Pero igual que ocurre con el paquete de guerra de 120 mil millones de dólares para Israel, Ucrania y el control migratorio en México, este juicio político depende del Senado, bajo control de los demócratas.

Entonces, no están preocupados por la integridad física, la vida y el bienestar de las personas que llegan a demandar asilo a la frontera de dos países seguros garantes de la Convención de Ginebra. Están interesados en ganar los votos para sus elecciones, sin importar las víctimas.

Con razón, del lado de la sociedad hondureña tenemos cosas que decir al respecto. Nuestra gente ha migrado en las tres grandes olas del 2000 después del huracán Mitch, en 2010 después del golpe de Estado del Comando Sur y en 2018 después del fraude electoral administrado por el Departamento de Estado de Estados Unidos.

Es bien evidente que mientras el país procura justicia, previene y castiga la corrupción y utiliza los fondos públicos para los sectores más debilitados por las políticas neoliberales y la violencia del crimen organizado, no hay caravanas de migrantes hacia el norte como las provocadas en la dictadura JÓ.

Hace falta, sin embargo, una política pública que humanice enteramente el éxodo masivo de personas atravesando Honduras desde países agredidos por las políticas violentas y arrogantes de Estados Unidos. No basta con perdonar multas y recargos a las personas en su paso por el país. Se necesitan servicios de salud y medicamentos, alimentación, cobijo, solidaridad.

Ni Centroamérica ni México tenemos la responsabilidad de convertirnos en represadores de los flujos migratorios provocados por Estados Unidos. Tampoco ser su policía de frontera sur. Que asumen ellos, republicanos y demócratas, su responsabilidad directa. Y que respeten los derechos humanos, la libertad de expresión y, sobre todo, la autodeterminación de los pueblos forzados a migrar.

Buenas noches.