Marcas que no se borran

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San Lorenzo, Valle.

Por Sandra Rodríguez
Paradas frente al mar donde sus hijos fueron raptados y torturados, doña Olga y doña María no pueden evitar exclamar sus nombres, Israel Castro (17) y Arlen Flores (18), quienes, acusándolos de robo, unos empleados de camaroneras en San Lorenzo, Valle, al sur de Honduras, se los llevaron a la fuerza entre el 31 de agosto y 02 de septiembre del 2014.

Ha pasado casi tres años, las secuelas de esa violación a su integridad continúan manifiestas en su vida diaria, las marcas de las torturas continúan presentes, no solo como cicatrices, sino emocionales y entre la población que se mofa de ellos.

Las madres de los jóvenes no conciben que un caso cómo el que les sucedió a sus hijos, no haya sido investigado por las autoridades de San Lorenzo.

pescadores san lorenzo1Los jóvenes pescadores, fueron raptados la noche del 31 de agosto del 2014, cuando realizaban sus labores cotidianas en el mar pacífico. Totalmente indefensos fueron hasta quemados sus cuerpos con gasolina y cigarrillos. Pese a que las autoridades de seguridad de San Lorenzo, dónde ellos habitan, sabían del suceso, no actuaron.

«No podemos hacer nada, nos dijeron”, recordó doña Olga, por lo que buscaron auxilio en el Juzgado del vecino municipio de Nacaome, que movilizó dos patrullas policiales, rescatando a los jóvenes en la madrugada del 02 de septiembre, con señales de torturas, golpes y quemaduras.

Sus vecinos acompañaron en la búsqueda, era un momento de desesperación, no se sabía nada de los muchachos, quienes acostumbraban a salir y volver a casa, únicamente para realizar su trabajo.

Las madres agradecen la ayuda brindada por sus vecinos, a las autoridades de Nacaome y al Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH), que los atendió apenas se conoció de la denuncia pública, los acompaño y continúa con acciones legales, atenciones médicas y psicológicas.

Las señoras llevan consigo fotografías de ese momento, como los cuerpos de sus hijos fueron torturados, las noches de desvelo, los miedos, y con todo eso poco a poco retornar a sus vidas, pues, aunque ya son mayores de edad, ese ataque parece que no lo venciera el tiempo.

“Esperamos que haya justicia, y que estos hechos no se repitan con nadie más, porque nuestros hijos aún viven secuelas de lo vivido, y deben seguir trabajando en las lanchas, porque así se ganan la vida”, dijo doña María, mientras ve atravesar a dos personas en una panga.
El temor siempre ha existido, desde un inicio la familia de los jóvenes pescadores, ha temido las represiones de parte del empresario camaronero Elvin Canales, y sus empleados en San Lorenzo Valle, a quienes se les responsabilizó a través de denuncias públicas, tras lo sucedido.

Cuando el hecho, a pesar de que la Policía de San Lorenzo, ya que tenía conocimiento de la desaparición de los pescadores no hicieron nada.

Arlen, aún recuerda esta mala experiencia y no se la desea a nadie, además siempre existe el temor de volver a ser atacado. “No es justo que existan tratos tan inhumanos contra personas trabajadoras y honradas, no nos merecemos esto porque somos inocentes, somos honrados, nos enseñaron a levantar la cara con honor y orgullo”, afirmó, en una ocasión que era atendido en el COFADEH.

En ese momento, la liberación se dio gracias a la acción de la Policía del municipio de Nacaome, porque la de San Lorenzo no accionó, más bien les ocultaban información, denunció una familiar.

Una experiencia que no se le desea a nadie

Esa noche de domingo, como es costumbre y para ganarse máximo 300 lempiras, los pescadores se fueron en su bote, pero a eso de las diez de la noche fueron interceptados por los camaroneros, quienes les tirotearon el motor y quemaron la lancha en la que trabajan.

Posteriormente los trasladaron a otro lugar llamado el Lagartón, donde los torturaron, rociaron combustible e incluso a uno de ellos le tiraron orina en el rostro, según declaraciones públicas.
La exigencia de justicia continúa, suponiendo que Honduras es un estado de Derecho, y a esos derechos nos apegamos, porque somos pobres, honrados, y aceptar el silencio es seguir con la impunidad, aseguró una de las familiares.

Las familias sufrieron momentos de angustia, porque las llamaban para decirles que a los jóvenes los habían matado y lanzado al mar, además que los raptores se expresaban muy mal de las víctimas, y los vecinos se solidarizaron realizando grupos de búsqueda.

En la entonces Dirección Nacional de Investigación Criminal (DNIC), hoy Agencia de Técnica de Investigación Criminal (ATIC), le dijeron a una de las madres, que los pescadores no sabían nada de ellos, incluso la pasaron a las celdas, pero no estaban.

En ese momento llegó un carro con dos militares atrás. Uno de los muchachos ha declarado que en ese carro andaban ya golpeados, los llevaron a dar una declaración y los retornaron al vehículo, y que el empresario estuvo conversando con el policía.

Además, el jefe de la DNIC, le dijo a mi mamá “esperece que ya la van a llamar”, dijo una de las acompañantes, y era un hombre que le dijo por teléfono que los muchachos ya estaban en poder de la DNIC, pero no era cierto. Y mi mamá reconoció que era la misma voz del empresario, ¿por qué el jefe de la DNIC sabía que a mi mamá la iban a llamar? Se preguntan los familiares.

Además, les hicieron una grabación en la que los obligan con un arma AK-47 en la cabeza, a que dijeron que ellos eran ladrones de camarones, pero bajo amenaza ¿Quién no va a decir lo que se le obliga? Aun siendo inocente, por querer salir con vida, declararon.

Actualmente, las familias de los pescadores luchan por restaurar su vida, es difícil, pero con la ayuda de organizaciones como el COFADEH, y el apoyo de amistades, están saliendo adelante; sin embargo, nada va a reparar los daños causados a los jóvenes, y la impunidad aumenta este tipo de delitos, porque se le da la razón a los que tienen el poder, declararon las madres.

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