En el día Nacional e Internacional del Detenido Desaparecido, a la comunidad nacional e internacional, al Estado de Honduras y ante la cooperación internacional nos pronunciamos de la siguiente manera:
En la década de los 80, lo que llegó a denominarse el terror institucionalizado y década perdida, paradójicamente, junto con el inicio de un periodo de democracia formal, se agudiza la antidemocrática represión y persecución de mujeres y hombres por su forma de pensar y de actuar, en la búsqueda de justicia, igualdad, equidad y el bienestar de las y los pobres.
El poder político, el poder económico y el poder militar, apoyados por la política intervencionista de Estados Unidos (EEUU), impusieron LA DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL, con lo cual de la manera más impune, cruel y selectiva se dieron la tarea de dar seguimiento, secuestrar, torturar, asesinar y desaparecer a cientos de hombres y mujeres valientes que luchaban por la paz, la justicia y la igualdad.
La afluencia internacional de protesta ante lo que Ernesto Sábato (“Nunca más”) llama “la figura fantasmagórica del desaparecido”, dio pié a consagrar un mes y un día del año para ofrendar nuestra gratitud y respeto al “detenido-desparecido”. Gratitud, en tanto que ofrendaron su vida en la lucha contra la creciente situación de miseria que asola los pueblos de la América Latina. Contra el hambre, la insalubridad, la falta de techo y el analfabetismo, que afrontan millones de seres; todos ellos, obviamente, ubicados en la franja de los sectores de menores ingresos: los explotados, los desposeídos, los desempleados, los oprimidos por el imperialismo norteamericano y las oligarquías locales.
Contabilizar el número de desaparecidos es una tarea fatigante y, en extremo, dolorosa. Argentina parece llevar el primer lugar en estas cifras macabras. A nivel centroamericano es Guatemala.
Honduras, a través de sus organismos de derechos humanos, reporta 184 desaparecidos, representan muchos y muchas cualitativamente hablando; los mejores hombres y mujeres de la patria. En los difíciles años 80, la guadaña, guiada por la mano del Imperio, segó la vida de los mejores hondureños y hondureñas. A los que se suman, extranjeros: salvadoreños, costarricenses y hermanos latinoamericanos de varias nacionalidades.
¿Quiénes eran los desaparecidos? La fina flor de Honduras. Obreros, intelectuales, estudiantes, en fin; los motores del cambio y del desarrollo.
La FUSEP, los COBRAS, la DIN, G-2, el DIES, el 3-16, fueron despiadados instrumentos operativos para implantar una cultura de terror en la que, gracias a datos del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH), sabemos que al menos 184 personas fueron detenidas y desaparecidas.
Después de tantos años, toda esta dinámica de sicariato gubernamental y de crímenes de lesa humanidad, continúa en la completa impunidad y desde el poder siguen actuando y reciclándose, los perpetradores de ayer y hoy, que siguen persiguiendo y asesinando a campesinas, a indígenas, estudiantes, a defensores y defensoras de derechos humanos, periodistas, comunicadores sociales, abogados, niños y jóvenes.
El COFADEH y sectores que le son políticamente afines, se unen a esta conmemoración, con lágrimas en los ojos; y a la vez con gratitud hacia ellos y ellas ya que, parafraseando al poeta, fueron: “capitanes de este sueño que hoy nos quema los puños”. Ese sueño no es otro que el de una Honduras socialmente justa. Con pan colectivo, techos dignos para el pueblo, educación de calidad y gratuita, arte, cultura, hospitales con médicos humanitarios y medicamentos también gratuitos. Una Honduras, en fin, digna y feliz. Al logro de ella murieron nuestros hijos, nuestros maridos y nuestros hermanos.
Hoy mantenemos viva la memoria de las y los vencidos, que desde la lógica del vencedor ha querido ser borrada, gracias a ello podemos decir que las y los desaparecidos han muerto muchas veces, pero siguen viviendo en el corazón de sus familiares, amigos y en las luchas de nuestros pueblos.
Por todo lo anterior, hacemos un alto como defensoras y defensores históricos de derechos humanos, para expresar nuestras demandas:
1. Exigimos justicia, porque se los llevaron de sus hogares, de sus centros de estudio, de sus trabajos y nunca más volvieron. En algunos casos, sus familiares presenciaron impotentes las capturas. Los facinerosos no llevaban nunca órdenes de allanamiento domiciliario ni tampoco de captura. Se les negó el derecho de defensa, la presunción de inocencia y todas las garantías contenidas en la Constitución de la República y en los convenios internacionales de derechos humanos.
Ningún desaparecido fue capturado con armas en sus manos. No hubo hecho probado que fueran subversivos. Los desapareció el Estado de Honduras. Que el Estado responda qué hicieron de ellos y de ellas. No respetaron edades, desaparecieron a quienes recién habían abandonado la infancia. Se llevaron a ancianos. No respetó sexo, hay mujeres, mejor dicho muchachas desaparecidas, violadas y torturadas. No respetaron creencias, desaparecieron por igual a marxistas como a cristianos; dentro de estos últimos, seleccionaron a los celebradores de la Palabra de Dios.
Fue en la espantosa década de los años ochenta. El cruel suceso se aproxima a las cuatro décadas… y, “noche y niebla”, como en la Alemania Nazi. Los secuestradores llenos de presunción caminan por calles, avenidas y centros comerciales. Conducen carros de alto cilindraje. Sus hijos –inocentes sí de llevar el apellido de sus padres- estudian en colegios bilingües. Nadie sabe de dónde salió tanta riqueza, y nadie lo investiga. Allí no funciona la Misión de Apoyo contra La Corrupción y la Impunidad (MACCIH) ni comisiones de depuración; a ninguno de estos organismos caros, se les ha dado el mandato de investigar el caso de los desaparecidos. Ahora hay otros problemas: corrupción (aunque ésta siempre ha existido); narcotráfico (de irrupción reciente); asesinatos y violación a todos los derechos constitucionales.
Todo esto ha contribuido a relegar el caso de los desaparecidos al olvido. Si no existiera el COFADEH, sus hijos e hijas hubieran muerto de inanición. COFADEH los ha alimentado y les ha dado educación. Muchos de ellos y ellas hoy son brillantes profesionales. Llevan muy hondo, el orgullo de ser hijos de héroes y heroínas nacionales… ¡Castigo para los verdugos!
2. Exigimos el fin de la impunidad. A pesar de los valientes esfuerzos en la búsqueda de verdad y justicia, el Estado hondureño mantiene una postura de protección de los perpetradores. Los victimarios y torturadores, lejos de ser enjuiciados, se han convertido en prósperos asesores de gobiernos, empresas y funcionarios. Exigimos el fin de la impunidad porque no renunciamos, porque no olvidamos a ninguna y a ninguno de los detenidos desaparecidos.
3. Exigimos reparación. No pueden avanzar los derechos humanos si no hay reparaciones. Es cuestión de conciencia colectiva. El Estado –aunque lo controlen pocos- somos todos. El grueso de la población desea una compensación a los familiares de los desaparecidos, asesinados políticos y torturados. Fue un hecho atroz en el que casi todos tienen algo de culpa. Los militares en primer orden, independientemente del grado que hayan tenido; porque vieron personas civiles detenidas en los cuarteles y batallones y callaron. La población civil, exceptuando a los activistas de los derechos humanos de entonces, no quiso problemas. Se encerró en sus casas. Sabía lo que estaba ocurriendo en Honduras y se llamó a silencio (hubo excepciones honrosas, desgraciadamente muy pocas). El país necesita la reparación del daño. Así lo exigen los principios de equidad que han inspirado a la humanidad desde las más remotas edades históricas. Y este asunto de elemental justicia no hay que someterlo a estúpidos plebiscitos. Es una exigencia histórica para conformar la Honduras que todos y todas necesitamos.
4. Exigimos espacios de memoria histórica. Hay que crear el museo de los desaparecidos. Todavía es fácil recuperar la senda de sus costumbres cotidianas. Los libros que leían (todos fueron lectores y lectoras apasionadas; por eso vislumbraban un mundo mejor). La música que escuchaban (generalmente contestataria). La ropa que usaban… en fin, lo que hace humano, al humano.
5. Exigimos una ley de víctimas. Que algo hagan los diputados. Que legislen en favor de las víctimas y sus descendientes. Que sea Honduras el primer país en América Latina en tener una ley de víctimas. Sin perjuicio de los tratados internacionales afines a la materia.
6. Exigimos que se incluya la figura de la Desaparición Forzada en las leyes y códigos nacionales conforme a estándares internacionales. Que se cree la cátedra de derechos humanos en todos los centros educativos. Se discuten códigos penales, en ellos se contemplan nuevas figuras delictivas: narcotráfico, extorsión, secuestro y crimen organizado, entre otras. A los que figuran en cursivas hay que ponerles mucha atención. El “secuestro” por ejemplo, hay que contemplarlo también como un acto político, porque los desaparecidos, sin excepción, fueron secuestrados.
Fueron secuestros flagrantes, las más de las veces perpetrados a la luz del día, a pleno fulgor del sol. Los escuadrones de la muerte actuaban de esa manera con el fin de exhibir su impunidad y aterrorizar a la sociedad. El nuevo Código Penal debe, además, definir con mucho cuidado el concepto de crimen organizado, incluyendo en esta categoría las acciones consumadas por el Estado o con la aquiescencia de éste: tal fue el caso de los desaparecidos. En todo este “frenesí” de reforma a la legislación penal, debe incluirse el delito de desaparición forzada, conforme a los estándares internacionales. Si no se actúa de esa manera, seguiremos teniendo desaparecidos y desaparecidas por razones políticas, y continuarán como hasta ahora las ejecuciones extrajudiciales.
7. Exigimos justicia para los casos de las desapariciones forzadas y para la dirigente indígena lenca Berta Cáceres Flores. Ella se jugó la vida en defensa de los indígenas y de los bienes comunes y fue asesinada el 2 de marzo de este año. La denuncia internacional causó insomnio al presidente Juan Orlando Hernández y a sus principales colaboradores. Por eso se capturó a los presuntos asesinos materiales. En una dimensión de impunidad permanecen los autores intelectuales. El cálculo de quienes hilvanaron la trama va dando resultados. El asesinato de Berta nos hace entender que el Estado, el represor, mantiene su voluntad de detener, de desaparecer, de asesinar impunemente toda manifestación de vida, toda exigencia de igualdad y de justicia.
Nosotras y nosotros, con valentía y con compromiso, hoy recordamos y honramos a nuestros hermanos y hermanas detenidas- desaparecidas, y tomamos su bandera de lucha para continuar, sin claudicar por una Honduras justa e igualitaria.
Finalizamos este emotivo MANIFIESTO esperando que llegue a la conciencia de todos y todas. También a la conciencia de los infames.
Hogar Contra el Olvido
Aldea La Joya, Santa Ana, Francisco Morazán
30 de agosto de 2016