Manfredo Velásquez, el abuelo que sigue presente

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Carlos Velásquez, en la Sala de Memorias Vivas del COFADEH, junto a la imagen de Manfredo Velásquez, detenido desaparecido en 1981.

Foto y texto: Sandra Rodríguez


Tegucigalpa, Honduras.- Por motivos de trabajo, Carlos Velásquez  debía viajar a la capital para transportar a un grupo de defensores de la Asociación para el Desarrollo de la Península de Zacate Grande (ADEPZA), y entre sus destinos estaba una reunión en la oficina del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH).

Era el inicio de la semana del Detenido Desaparecido. Un lunes de agosto. Y la inquietud del joven de 22 años de edad, crecía por estar en aquel lugar que ha escuchado mencionar a lo largo de su vida, en el seno familiar.

El nombre “Cofadeh” palpitaba en su corazón. Sabía que encontraría algo, como en esas ocasiones «sin saber qué» y no lo mencionó con nadie.

-En horas de la tarde llegó a COFADEH y comentó a las compañeras de la oficina, que él es familiar de un detenido desaparecido-.

Finalmente en el tema de detención forzada, el tiempo se detiene para las víctimas, Carlos se refiere a su abuelo, el profesor Ángel Manfredo Velásquez Rodríguez, en presente.

Doña Emma Guzmán de Velásquez -esposa de Manfredo- nunca deja de celebrarle el cumpleaños, recientemente cumplió 73, el pasado 11 de agosto. Y como cada año le partieron un pastel –tal como es la costumbre en el  pueblo hondureño-.

Manfredo Velásquez: detenido desaparecido el 12 de septiembre de 1981, tras su secuestro violento por agentes de la Dirección Nacional de Investigaciones (DNI), en el estacionamiento de los cines Palace y Lido de Tegucigalpa.

En su natal Langue, en el departamento de Valle, hay una tumba vacía con su nombre, a la espera del cuerpo. A 38 años de la detención forzada del dirigente estudiantil universitario, su nieto comparte como es el hogar de la familia Velásquez Guzmán, abatida por el régimen que avanza de la mano con la impunidad en Honduras.

El diálogo fue en la Sala de Memorias Vivas, junto a la foto de su abuelo, y entre tantos rostros juveniles víctimas de crímenes de lesa humanidad en la décadade 1980. Carlos afirmó que de su abuelo solo le hablan cosas increíbles, que era un hombre maravilloso, como dice la abuela Emma.

A mi papá, Héctor Ricardo, fue a quien más le afectó la desaparición de mi abuelo, lamentó el joven. -Héctor es el hijo mayor de Manfredo y sólo tenía ocho años cuando vio por última vez a su progenitor-, su infancia no volvió ser igual y era la compañía de doña Emma, en la búsqueda de verdad y justicia.

Carlos define a su abuela como “la mujer más fuerte que conozco, a veces llora… llora en momentos de recuerdos como en su cumpleaños, pero los relatos y memoria la mantienen con fortaleza”.

Nunca se deja de hablar de Manfredo, la familia, los amigos, el pueblo –aún quienes no lo conocieron personalmente- escriben su nombre en los muros de la ciudad, y su caso junto al de su colega Saúl Godínez, fueron conocidos ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, donde se encontró culpable al Estado de Honduras por el crimen de lesa humanidad, sirviendo de jurisprudencia para crímenes similares.

“Era un tipo atentísimo, siempre daba lo mejor a su familia, y lo mejor era para mi abuela, porque él le decía que ella era la mejor del mundo”, reafirmó Carlos Velásquez.

Las emociones lo llevaron a momentos de silencio,   “estar en COFADEH es un placer para mí, me sentí acogido y bien recibido, es un orgullo ver la foto de él”, detalló dirigiendo su mirada a la imagen de Manfredo Velásquez.

Ser el nieto del profesor Ángel Manfredo, conlleva una responsabilidad de honrar sus memoria “mi abuelo es muy conocido, cuando me presento la gente dice que lo conoce”.

Al paso del tiempo, la familia de Manfredo no ve que exista justicia ni reparación para los detenidos desaparecidos, porque –legalmente- no existen culpables y “la tumba está sin nada, solo como un recuerdo”.

Carlos agregó que, ya días vi un rótulo en un bulevar de Tegucigalpa que decía “Manfredo Velásquez Vive”, mi tía Nadia (hija del profesor) lo vio y comenzó a llorar.

La familia Velásquez-Rodríguez volvió a ser sacudida por las violaciones estatales, en el 2011, cuando la profesora Ilse Ivania Velásquez Rodríguez (hermana de Manfredo), falleció a causa del impacto de una bomba en su cabeza, en medio de una protesta social, atacada por la policía.

Por lo que, a la exigencia de justicia sumó el nombre de Ilse, una defensora de derechos humanos, su casoha sido llevado por el COFADEH hasta instancias Internacionales.

Su hija, la también maestra Ruth Velásquez, afirmó que el acompañamiento del COFADEH es un respaldo importante para la familia, especialmente en mantener la memoria histórica.

En el 38 aniversario de la desaparición de Manfredo Velásquez, Ruth externó el dolor que trasmitía su abuela doña Estelita Rodríguez, quien se fue a la eternidad, con el llanto de la separación y la esperanza del reencuentro.

Datos de la desaparición forzada (archivo COFADEH)

Manfredo Velasquez, detenido-desaparecido 1981
Manfredo Velasquez, detenido-desaparecido 1981 Foto: Archivo Cofadeh

Dirigente estudiantil universitario desaparecido el 12 de septiembre de 1981, tras su secuestro violento por agentes de la Dirección Nacional de Investigaciones (DNI), en el estacionamiento de los cines Palace y Lido de Tegucigalpa.

En el secuestro participó el sargento José Isaías Vilorio, un corpulento detective miembro de la estructura del Batallón de la Muerte 3-16 llamado como testigo al juicio en la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), pero asesinado por sus compinches un día antes de su viaje a San José, Costa Rica, el 5 de enero de 1988.

Manfredo Velásquez y otros desaparecidos, fueron mencionados en una grabación enviada a la CIDH por el coronel Leonidas Torres Arias, ex jefe de Inteligencia Militar (G2) del Ejercito de Honduras, como víctimas del 3-16 que comandaba entonces el general Álvarez Martínez y que dirigía el capitán de policía Alexander Hernández Santos.

Velásquez y Saúl Godinez Cruz, dos casos por los cuales fue condenado el Estado hondureño, también fueron mencionados con detalle por el desertor del 3-16, Florencio Caballero, quien describió en la Corte la muerte brutal de ambos: después de ejecutados en un lugar no precisado de Tegucigalpa fueron desmembrados a lo largo de la carretera del Norte hasta llegar a San Pedro Sula.