Después de seis semanas de cuarentena obligatoria para toda la población hondureña es la clase trabajadora que sufre los mayores efectos de la pandemia corrupta e inhumana de la concentración de la riqueza ultra neoliberal.
Es fácil reconocer hoy las consecuencias nefastas de la privatización de la salud, la tercerización del trabajo asalariado, la eliminación de la reforma agraria y la dependencia ridícula del mercado de Estados Unidos incluyendo su pobrísimo mercado de ideas y de decadencia humana.
“La peste ha sacado a la luz otra vez las diferencias entre patrones y obreros, entre transnacionales exportadoras y el pueblo asalariado, extremadamente empobrecido” ha resumido el STIBYS en la víspera.
En el ambiente flota la flama quemante del miedo al contagio infundido por el régimen a través de cadenas de radio y televisión, pero aún peor galopa el fantasma del desempleo por decreto.
El ministerio de trabajo ha recibido una lista preliminar de 170 mil trabajadores y trabajadoras para ser cancelados legalmente bajo el argumento que las empresas no pueden sostener sus salarios debido a la cuarentena indefinida.
No queda ninguna duda que los dueños del capital son desalmados en este contexto y que su única determinación es mantener asegurados sus bienes de capital, sin importar las angustias y sufrimientos cotidianos de las personas que venden su fuerza de trabajo.
El estrés que está produciendo la incertitud del empleo, la nebulosa oficial donde falta la idea clara, sincera, honesta y coherente, es una enfermedad viral asociada al Covid-19 que atraviesa toda Honduras.
Las obreras en las maquilas son engañadas con bonos mixtos, los trabajadores temporales mayoritariamente despedidos sin salarios y sin derechos, y por todos lados abundan los despedidos atropellados por crueles patronos sin escrúpulos. Y falta la comida, hay hambre.
Sin embargo, los empresarios siempre a conveniencia engarrapatados al Estado, no están en disposición de sacrificar nada; comparten con el régimen la misma insensibilidad de eliminar un negocio que no produce beneficios porque produce costos.
No hay puntos intermedios para soportar los costos de unos meses con los frutos de la acumulación histórica de 30 años de explotación neoliberal continua de la fuerza trabajadora. Quieren siempre todo.
En 2020 es el mismo régimen de políticos autoritarios del 2009, el más corrupto y el absolutamente el más ilegítimo de todos los tiempos, que lleva la conducción de esta crisis sanitaria que evoluciona lentamente hacia una crisis humanitaria, social e inevitablemente política, de grandes dimensiones.
En las calles está un ejército de grandes proporciones geométricas, armados y entrenados para reprimir a la población inquieta y desesperada, igual que hicieron en Chicago en 1886 los empresarios y el gobierno antes de matar miles de aquellos 400 mil trabajadores alzados por una jornada laboral de 8 horas.
El pueblo organizado y desorganizado de Honduras resiste y espera el momento de la acumulación total de la incertidumbre para enfrentar una vez más las fuerzas del mal, narcos corruptos avorazados, que están al frente de una catástrofe sin talla ni semblante ni talante.
¡Viva el 1 de mayo! ¡Viva la clase trabajadora!
COFADEH