No es fácil que una sociedad cambie de la noche a la mañana sus propias imposiciones identitarias, pero desde hace 13 años después del golpe de Estado de 2009 una gran parte de Honduras inició un proceso paralelo a la tradición.
Va siendo tan profundo ese camino de refundación de la conciencia colectiva, que muchos sectores participantes ni siquiera son capaces aún de darse cuenta de sus alcances.
En 2009 fue la primera vez que el pueblo golpeado decidió por su cuenta tomarse el boulevard Morazán para salir en paralelo hacia la plaza de Morazán del centro de Tegucigalpa. Eran días tensos. Días de represión, que ganaron espacio alternativo al pensamiento único.
La élite tradicional de Honduras – la política, religiosa, mediática, comercial y chafarótica que rinde culto al modelo sin molde – mantenía aquel año y en los subsiguientes hasta 2021 un desfile hueco, triste, excluyente y supremacista, con un impostor narco invitado de piedra, rodeado de armas.
En el otro lado, la otra Honduras, la resistente, la morazanista, realizaba una manifestación cívica con grupos musicales, poesía, teatro, oratoria y danza, sin rendirle culto al circo sexual que utiliza palillonas para vender periódicos y programas de televisión en nombre de la Patria. Y sin caer nunca en la tentación del choque callejero con los blanquitos, que era el deseo ferviente de la derecha tonta.
En el Estadio Nacional, con número asignado y panes malhabidos, el público entraba herrado y venteado con disciplina militar a festejar nada, a presenciar rutinas torpes de batallones y brigadas que se disfrazaban de monstruos para enviar mensajes de odio a la resistencia social del país.
En el centro de la capital, inundada de pueblo cada 15 de septiembre, los discursos convocaban a la vida y a la libertad, a la unidad y a la lucha por el rescate del país de las manos delincuenciales. Y no olvidaban nunca el martirio, el saldo violento de los golpistas… los torturados, las violadas, los heridos, las personas desaparecidas.
Como ríos humanos, como multitud gigante de mil cabezas, el pueblo de Honduras festejaba a Morazán como símbolo rebelde contra las tiranías, como libre pensador laico que enseñó la espada a las iglesias de Aycinena, Carrera y otros aristócratas malolientes antecesores de Rodríguez, Santos y Argeñales.
En la mayoría de los casos aquellas fiestas de independencia cultural y política del pueblo fueron reprimidas por las tropas al servicio del cártel de los Hernández, que reemplazaron los territorios y los negocios de los Cachiros y de los Valle, asociando el país al Chapo de Sinaloa.
En los desfiles oficiales, el culto fue a los valores vacíos de religiones pisteras, a un modelo de familia blanca, de clase media alta y universitaria reunida en una mesa llena de comida NO correspondiente en nada con la familia monoparental, empobrecida sin trabajo ni educación, que caracteriza la realidad hondureña heredada de estos criollos.
Este culto oficial hoy censurador de la diversidad sexual exalta sin embargo los glúteos de las adolescentes palillonas para vender la imagen de la mujer producto, la mujer deseo, la mujer objeto, la mujer víctima de violencia sexual, la mujer pasto de la violencia patriarcal. Eso no puede ser aceptado como un valor de la Patria el 15 de septiembre, canallas.
En 2022, las cosas han seguido cambiando lentamente. Los militares no han sido protagónicos en la apropiación de la escena pública, los policías más bien están presionados a explicar por qué siguen utilizando prácticas estúpidas de formación de oficiales en la ANAPO. Y nadie reprimió al pueblo, en conclusión.
El magisterio siguió avanzando en la desfolclorización de la identidad hondureña, sin caer en la tonta tentación de disfrazar niños como caciques y niñas como “indias bonitas”, palabras esas llenas de racismo letal para los 12 pueblos indígenas que resisten aún sobre el territorio nacional. Pueblos que fueron la base de las rebeldías independentistas de Morazán y que son la fuerza de la identidad nacional presente, además dueños legítimos de las tierras y de los territorios nunca cedidos.
La fiesta chusca de la tradición del 15 de septiembre había venido contribuyendo a invisibilizar las naciones autóctonas y negras de Honduras, porque simplemente las élites cristianas, empresariales, mediáticas y de la tradición política jurásica de Honduras son supremacistas, racistas. Y para agravar las cosas, corruptas y narcotraficantes.
Esta vez, la cosa fue distinta frente a la oligarquía decadente. El mestizaje del público fue más brillante que un arcoíris. La entrada de las columnas motorizadas de la resistencia social y los colectivos de la resistencia popular al interior del Estadio Chelato Uclés fue una imagen sin precedentes, impensable durante los últimos 15 años. Antes, aquello era un bulto de gente uniformada de azul o de blanco, representantes de un partido humillado por las drogas y blanqueado como sepulcro por el falso discurso de paz que antecede los cementerios.
Esta vez el pueblo chusma y bandolero, la mera ñangarada sudorosa de la resistolencia, entró al templo de los espectáculos exclusivo de los Ferrari, los Atala, los Nasralla, los Hawit, los Rosenthal, los Callejas, los Loreda, los Hernández… Y fundido en multitud politizó la más política de las fiestas del año, porque la independencia fue un acto de poder anti criollo, anti aristocrático, anti religioso y, esencialmente, anti conservador. Válido para 1821 y para 2022.
Entonces, si un mensaje hay que rescatar de este 15 de septiembre de 2022 es el mensaje contundente de la base popular al mandato de Xiomara Castro, quien a su vez ha respondido con el anuncio de la cátedra morazánica en el sistema nacional de educación pública, para reemplazar las historietas de Luis y Elena, las del Pato Donald o las de Peter Pan.
El mensaje ha sido a los golpistas integrantes de la dictadura de Hernández el de la correccional de Nueva York, el mensajes es que si se meten con Xiomara van a tener otra vez una respuesta contundente de la chusma.
Morazán, el brazo fuerte contra el maridaje de las iglesias y el Estado estará al frente con su espada. Morazán el revoluco iluminista, masón y visionario guiará a las juventudes a darle vida a este país abandonado por los narcos delincuentes soliviantados por los gringos supremacistas.
Y si otro mensaje hay que rescatar del 15 de septiembre 2022 que sea la presencia masiva de la población en todas las ciudades alrededor de un planteamiento refundacional. Honduras no puede seguir con la misma papada. Con las mismas piltrafas opinadores de una oposición sin alma y sin ideas. Es el tiempo de las mujeres y las juventudes, de las diversidades. Es la hora de cambiar de era.
Buenas noches
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 17 de septiembre de 2022