Antes de obtener las cartas de libertad, una tras otra, como un juego de naipes, el primer líder de la corrupción moderna – Rafael Callejas Romero – decía que el delito de corrupción no existía en la legislación nacional y que, por tanto, él no era corrupto. Por esa habilidad cínica el mordaz poeta Roberto Sosa lo llamaba el ladrón de las manos de ceda.
Para entonces, el Ministerio Público dirigido por Edmundo Orellana, había imputado contra “el biónico” los delitos de abuso de poder, abuso de autoridad, connivencia, violación de los deberes de los funcionarios públicos y falsificación de documentos, entre otros. Eso, según la Convención contra la Corrupción, es corrupción. Y punto.
Pero Callejas tenía sus amigos y amigas en el Congreso, la Corte Suprema de Justicia y en las instituciones pañangas de control democrático, como la Contraloría y el Tribunal de Cuentos. Y, por supuesto, en los medios de comunicación, cuyos ejecutivos él mismo había organizado en micro empresas dentro de las empresas mediáticas. Y con ellos, logró condicionar los procesos penales a las resoluciones administrativas. Y obtuvo finiquitos de sus amigos y luego obtuvo las cartas de Imelda. Y siguió con sus viejas mañas en la Fenafuth, hasta que finalmente los gringos lo toparon por conspiración, fraude y asociación ilícita. La pura corrupción.
De este modo, como pandillero de cuello blanco y humillado, terminó el líder de la Asociación para el Progreso de Honduras, la APROH, que financió con Álvarez Martínez y Hawit la represión y el crimen contra los opositores políticos de 1979 a 1992.
Este diciembre de 2019 será la quinta navidad que pasará con grilletes electrónicos el profesor de la corrupción moderna del Partido Nacional, quien se entregó a la justicia estadounidense disfrazado de loca, una evasión creativa que enfureció a su amigo el periodista Maldonado. Enfermo, el político más sagaz y el corrupto más audaz que Honduras tenía hasta 2015 con ansias de reelegirse indefinidamente, nos dejó en casa lamentablemente un alumno perverso.
Sin duda, Callejas miraba junto a Juan Orlando Hernández el modelo de Carías para empobrecer a Honduras y enriquecer a una casta de ricos catrachos despiadados. Y así vengarse de los ricos judíos, árabes y palestinos, que habían impedido su ascenso en los últimos años. Y a quienes hoy acabaron sometiendo por la fuerza. Y el chantaje.
Esta mafia empoderada ha lanzado un ultimátum desde el Congreso para finalizar el convenio de investigación y acusación penal suscrito con la MACCIH hace tres años en Washington. El pedido de muerte está avalado por los banqueros, los blanqueadores de dinero, los liberales controlados por el siniestro ex ministro de la presidencia de ROSUCO, los cachurecos bajo control del crimen organizado y el cascarón extractivista llamado Cohep.
Con el debido cálculo, los diputados miembros de la Red, integrantes de la Caja de Pandora, beneficiarios del Planeta Verde y cuatreros de toda laya, han dejado en el impostor presidente la decisión final de asesinar progresivamente la MACCIH, así como los sicarios matan a Magdaleno, a su abogado, a su confidente y descendientes… a plazos.
Sin hacerse rogar, el usurpador de la Casa Presidencial adelantó que en enero de 2020 comunicará otro récord Guinness para Honduras: el país que ya es el más seguro del mundo con la policía más depurada de toda la historia, el más respetuoso de los derechos humanos en el planeta, el más transparente de la galaxia, ahora será el país exportador del sistema de respeto a la ley jamás visto en todo el continente americano.
El impostor ha insinuado, en consecuencia, que el régimen pasará a controlar el sistema nacional de transparencia, que dejará sin mandato a las misiones nacionales e internacionales de vigilancia de la impunidad, las violaciones a los derechos humanos y la corrupción, bajo el argumento que Honduras ya está lista para retomar sus propias riendas y volver a ser un país soberano.
El presidente ilegal e ilegítimo, que violó tres veces consecutivas los artículos de piedra de la Constitución hondureña para ser diputado y dos veces presidente, sólo mantiene en duda si expulsará, igualmente, las misiones de la DEA, el FBI y la unidad de inteligencia política de la embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa.
Hernández, señalado como el cerebro frío que extermina paso a paso a los adversarios políticos que obstaculizan sus ambiciones supremas, ha preferido mantener el suspenso hasta enero, atacando en la víspera a quienes ahora defienden la MACCIH de la OEA pero que al principio pedían la CICIH de la ONU.
Así llegamos otra vez al odioso círculo de los alegatos corruptos, un debate que era central en la política nacional pero que pasó a ser como una metástasis cancerígena que impide el paso de la sangre, el oxígeno y las proteínas sanas de la sociedad hondureña. Y que hoy produce decepción, hartazgo.
En general, la opinión pública llegó a una conclusión simple después de diez años de soñar y luchar por el cambio: el Comando Sur y el departamento de Estado de los Estados Unidos han nombrado los presidentes, alcaldes y diputados, los más corruptos, los más comprometidos con el crimen organizado, y por tanto, el país modelo de democracia occidental, de respeto a la independencia de poderes, es líder de la mafia local.
Frente a ese convencimiento popular es muy poco lo que podemos hacer esta noche. Sin embargo, nosotros, como muchos sectores, también queremos que la misión contra la impunidad y la corrupción siga evidenciando a los individuos, asociaciones ilícitas y mafias criminales de Honduras que nos roban el presupuesto nacional, la alegría y el derecho a la felicidad. Que nos violan los derechos humanos.
Es decir, ante la imposibilidad de juzgar a los malparidos delincuentes en los tribunales que controlan, en las iglesias que los bendicen, en los medios que los tapan y en los batallones que los protegen, nosotros también queremos que un Tribunal Internacional juzgue a estos miserables delincuentes que asaltan el poder político, religioso, militar y mediático de Honduras. Esos que andan sueltos matando, asaltando y simulando ser autoridades deben ser detenidos, definitivamente. Y llevados lejos. A dónde sea.
Buenas noches!
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 14 de diciembre 2019