LOS 40 AÑOS DE LAS MUJERES CONTRA LA MUERTE

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Esta noche estamos en la víspera de un acontecimiento que llega en tres días al calendario de la historia profunda de Honduras, el 30 de noviembre.

Hace 40 años, en esa misma fecha, el llanto se juntó, los gritos dispersos se hicieron uno y el amor de madre se reunió con poder en la plaza de los Pañuelos Blancos.

Desde 1982 los cobardes nunca más pudieron callar a Bertilia, Fidelina, Berta, Elsa, Gertrudis, Luduvina,  Zenaida, Ediltrudis…. (silencio)… No pudieron con silencios, con mentiras, con campañas de odio ni con amenazas. Ellas estuvieron siempre en la plaza.

En aquellos días perturbadores de 1982 eran los liberales y nacionalistas que decidían la vida y la muerte del pueblo hondureño, y algunos cristianos los ayudaban con su agua bendita.

Anclados en los tres poderes del Estado por una Asamblea Constituyente dirigida por la embajada de Estados Unidos, la CIA y sus fuerzas armadas locales, los rojos y azules se entregaron en cuerpo y alma al proyecto invasor diseñado por el Pentágono.

Pusieron de presidente monigote a un triste avecindado de Yarumela, a un mandadero de la Casa Blanca como ministro presidencial y a un Palomo en el balcón de la obediente Corte de injusticia.

En aquellos días crepitaba el fuego insurreccional en Nicaragua, en El Salvador y en Guatemala, contra las élites corruptas de los Somoza, los Martínez y los descendientes blancos de los Aycinenas.

En Honduras, varias organizaciones insurreccionales igualmente impulsaban la lucha popular y la defensa armada frente a la ocupación militar contrarrevolucionaria, criminal y terrorista, que convirtió el Estado en su rehén.

Centenares de jóvenes, mujeres y hombres, nacionales y latinoamericanos pusieron sus ideas, sus sueños y sus cuerpos al servicio de la dignidad, intentando defender el honor de la Patria de Lempira, Cicumba, Satuyé, Morazán y miles de mártires ignorados.

Con el triunfo de Sandino en 1979 y el avance nacional de Farabundo en 1980, el imperio con su consigna anticomunista en defensa de su democracia tomó control de Honduras y la convirtió en una base gigante para operar la guerra regional.

A la juventud de entonces no le corría horchata por las venas y se movilizó contra el siniestro Juan Demetrio Negroponte. Aquella figura espectral operaba el crimen organizado de la época asociado con Papi Raymond, el entrenador del batallón de la Muerte 3-16, y con su compadre Álvarez el desalmado psicópata adoptado por el evangelismo internacional.

Todos esos personajes de sangre reunieron a los desalmados atlacatls, kaibiles y contras mercenarios en Silín, Trujillo, Colón, para formar una tropa regional en el Centro Regional de Entrenamiento Militar, CREM, que no ganó jamás ninguna guerra. Pero torturaron y mataron a hombres y mujeres libres. Profesionales formados, verdaderos científicos, cristianas auténticas como el equipo diocesano de San Romero de América o el jesuita Guadalupe Carney.

Los empresarios corruptos de la época, fermento del crimen organizado actual, se constituyeron en la Asociación para el progreso de Honduras, APROH, con el objetivo de financiar ese proyecto de muerte que les dictaba el manual de la doctrina de seguridad nacional.

Decididos a hacer llorar a las madres de la juventud heroica de la época, los Ferrari, los Vinelli, los Callejas, los Hawit, los Facussé y otros capitalistas sumisos del imperio de la muerte, se embarcaron con aquellas joyas de ultratumba para matar el alma libre de este país.

Nombraron a sus obedientes jefes policiales y militares, eligieron sus medios y periodistas favoritos e impusieron sus magistrados y jueces. Crearon dos fueros, uno para civiles y otro para uniformados. Para construir la impunidad. Para negar la detención de las personas. Para ignorar los recursos de habeas corpus. Para limpiar los expedientes de los criminales.

Aquellas 14 familias de la APROH de los 80s son las mismas que quieren ahora su propia Corte, sumando los votos salvadores de Honduras con los liberales y cachurecos… como si el pueblo no los conociera, malditos.

En aquellos años las hijas, madres, abuelas y parejas de más de 200 hombres y mujeres se juntaron para enfrentar ese gigantesco aparato de muerte construido por todos esos canallas ya citados.

Sólo la fuerza interior invencible de aquellas mujeres heroicas, sólo su inmenso amor bañado de lágrimas, fue capaz de soportar el cinismo de los malparidos que sugerían riéndose ir a buscar sus seres queridos a Nicaragua, a Cuba o a la Unión Soviética.

Con vigilias de velas encendidas, con ruegos al poderoso dios secuestrado por los asesinos y con sus cabezas cubiertas de paz, las mujeres del Comité de familiares de detenidos-desaparecidos en Honduras buscaban aquí, hasta encontrar las tumbas perdidas y los cementerios clandestinos de los cobardes.

Todo eso está guardado en la memoria. Todo eso cuenta para los pueblos que deciden no olvidar y un 40 aniversario de esas luchas y de esas memorias no pasará desapercibido o sin consecuencias.

El próximo miércoles, en actividades públicas con las máximas autoridades del Estado – por primera vez en 40 años – y con la hermandad latinoamericana llegando este fin de semana a la capital, las mujeres contra la muerte van a conmemorar la adultez de su organización, del Comité que nunca entregó su bandera a los traidores.

En la tribuna el Cofadeh repetirá como el poeta Pablo Neruda que para vivir ha nacido y que NUNCA es tarde para desenterrar la verdad y procurar la justicia. Para recordar a sus seres amados y para señalar por milésima vez a las joyas asesinas, algunas de las cuales aún viven entre nosotros contaminando el aire que respiramos.

En los 40 años de existencia de esta organización sostenida a pulso se repetirá con insistencia que los parientes de las personas víctimas de la desaparición forzada no tienen odio ni ánimo de venganza, lo que tienen es sed de justicia, amor con esperanza. Y que, en esa determinación, está decretado que toda campaña de odio lanzada para impedir la reparación de los daños tendrá que pasar por encima de los cadáveres de las mujeres contra la muerte.

Una de las formas de reparación a exigir el próximo miércoles, en tributo a las heroínas y héroes de los años 80s, es una política pública de Pedagogía en Memoria Histórica que complemente los programas ya en curso en el Hogar contra el Olvido, en el Museo Nacional de Memoria y en la Red de Jóvenes embajadores y embajadoras de la memoria, que constituyen el relevo generacional de una lucha larga y sin fin.

El 30 de noviembre no está pensado para un acto formal de perdón por parte del Estado en la persona de Xiomara Castro, pero sí está planificado para consolidar con ella un proceso de colaboración institucional que involucre los órganos públicos obligados en todo tiempo a preservar la majestad de la Vida y la libertad. Estado y sociedad sanando las heridas con justicia.

En conjunto con la Federación Latinoamericana de Familiares de Detenidos-Desaparecidos, de la cual forma parte el Cofadeh, la experiencia de los 40 años dejará huellas.

El mundo está reclamando a los países destructores del clima y de la vida en el planeta, encabezados por Inglaterra y Estados Unidos, que reparen los daños y que compensen a las comunidades afectadas por sus tropelías. Así, las mujeres contra la muerte analizan demandar un día a Estados Unidos por su Plan Cóndor, por su mano blanca y su 3-16, causantes de descomunales tragedias aún vivas en Centroamérica. La vía está abierta.

Aquí nadie olvida que la doctrina de seguridad nacional fue un invento, una mascarada para tomar control de los bienes naturales de la región, y que la guerra contra el narcotráfico es un parapeto para permitir el tránsito de drogas usando los Estados con marionetas corruptas que hoy forman su propio barrio narcótico en Nueva York.

En el 40 aniversario del Cofadeh, de los hechos y de los hechores, ni olvido ni perdón. Vivos se los llevaron, vivos los queremos. Buenas noches!

Editorial Voces contra El Olvido, sábado 26 de noviembre de 2022