Esa frase anunciando que “lo peor está por venir” durante la pandemia del coronavirus, es el equivalente de aquella estupidez que repetía el impostor en 2013 durante la transición de los carteles narcos: “haré lo que tenga que hacer para recuperar la paz en Honduras”.
Ambas son frases amenazantes, propias de los profetas del desastre, acostumbrados a convertir el miedo colectivo en oportunidades económicas, así como les enseñó el maestro Rafael Callejas en 1981 con la APROH y en 1990 con la devaluación económica, ese ladrón con las manos de seda muerto hoy en medio de la pandemia en Estados Unidos sin haber sido condenado en Honduras por crímenes de lesa humanidad. Ya hemos hablado de eso antes. Sigamos.
En la actualidad, mientras la población está amontonada en las casas, hay una danza de millones de lempiras y de dólares, cuya verdadera lógica es bien difícil poder seguir. Y por eso todos sabemos lo que va a pasar.
Primero el Congreso Nacional aprobó 110 millones de lempiras del presupuesto 2020 por el virus, después 450 millones de dólares de las reservas también por el virus, y ahora 143 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional, prestados, por el virus. Y luego entrará el Banco Interamericano de Desarrollo, reacondicionando préstamos viejos por el virus. No es claro si esos millones, muy superiores a las cifras aprobadas en toda Centroamérica, son efectivamente contra el virus o a propósito del virus, para otros propósitos. Y si no es claro, es opaco. Y si así lo es, la población sabe lo que sigue: el robo.
Hacemos referencia a estos números para confirmar el adagio popular: “Unos a la bulla y otros a la cabuya”.
En el contexto actual, cuando el país tiene al frente una élite desalmada, expresión viva del crimen organizado con antecedentes penales a toda prueba, eso que duele más es que centenares de personas van a morir porque en los hospitales no hay equipos de protección para el personal sanitario, ni respiradores artificiales para los moribundos, ni camas para los pacientes recuperables.
Es una tragedia. Los militares y los otros delincuentes se lo tragaron todo, esos mismos militares en su triple dimensión policial, artillera y sicaria, que recorren las calles al frente de la pandemia, reprimiendo reclamaciones de comida, desalojando comunidades campesinas y deteniendo ilegalmente a la población desesperada. Y esos políticos basuras cazadores de votos con sacos de repollos.
Las cifras que el Cofadeh viene de publicar ayer reflejan claramente el papel nefasto de los militares y otras fuerzas armadas en sólo el comienzo de esta nueva crisis nacional: mil 115 detenciones ilegales, 2 personas muertas por autoría sospechosa, 20 casos de torturas, 45 agresiones a defensores y defensoras de derechos humanos, 7 periodistas golpeados, detenidos, sus equipos decomisados y su material borrado, 16 manifestaciones dispersadas o desalojadas de modo violento, 60 personas desalojadas por discriminación, 2 allanamientos ilegales de domicilio, y un montón de vehículos a motor, más de 900, decomisados. Estamos hablando entre el 16 y el 31 de marzo de 2020.
Todo eso lo hacen los mismos autoritarios y violentos del 2009, aprovechándose de un decreto de emergencia que suspende garantías constitucionales por tiempo indefinido. Y así lo hemos denunciado ante las Naciones Unidas en las últimas horas.
Ahora, al 4 de abril, la población también está sintiendo otras consecuencias de la pandemia, que no había experimentado en las dos primeras semanas de confinamiento obligatorio. Es ahora que estamos cerca de completar el primer mes de privaciones que hemos pasado del temor controlado al estrés generalizado. Ese sentimiento de tensión física y emocional que nos hace sentir frustrados, furiosos o nerviosos frente a una situación incierta que toca nuestro cuerpo. Eso está pasando.
El encierro de la capacidad productiva de la población ha metido en problemas a la maquinaria capitalista, que ha demostrado una vez más ser un monstruo sin alma. Las empresas están pidiendo readecuación de deudas, renegociación de plazos, cobro de seguros o permisos legales para cerrar y eso, por supuesto, significa recortes masivos de personal por todas partes.
De su lado, la población exige que el Estado asegure las cadenas de suministro de alimentos, cubra las facturas del servicio de agua, electricidad y saneamiento mientras dure la emergencia, y que el sistema financiero deje de calcular los intereses sobre los préstamos en curso, y además que un seguro salarial sea activado para la población económicamente activa durante la pandemia.
En la práctica, unas empresas empezaron despidiendo de modo directo un porcentaje de sus trabajadores en las primeras dos semanas, y otras han solicitado suspensión total de labores en la Secretaría de Trabajo afectando a 25 mil trabajadores en planilla, según reveló Carlos H Reyes, dirigente sindical que trabaja en el sector de bebidas y similares. Las primeras solicitudes han sido de las maquilas Southern Apparell y New Holland con 6 mil empleados, precisamente las empresas que han recibido millones del régimen para su proyecto «Con chamba vivís mejor».
En las próximos semanas, si la pandemia se agigante como temen los especialistas, la situación será incontrolable y tendremos nosotros obligatoriamente que regresar a la antigua y hermosa solidaridad humana para sobrevivir al virus capitalista, al intercambio de productos y a las ollas comunes, para sobrevivir también al estrés, sin olvidar el Covid-19. Y sin olvidar la dictadura que puso nuestra salud en manos de los chafas y no de los científicos.
Es el momento de comenzar a repensar, no sólo el tiempo posterior a la pandemia, porque quizás ese tiempo no exista, sino el tiempo cuando estemos solos frente al peor de los escenarios en el cual no vale rezar sino actuar, tomar decisiones en vez de vacilar, y estamos hablando ahora a la vuelta de la esquina.
En vez de estar clamando por un retorno a la normalidad, que suena distante, ingenuo y cristianoide, debemos estar organizando nuestra próxima forma de reaccionar en racimo para salvarnos en mazorca, en este gran maizal de la humanidad que debe florecer ahora!
Buenas noches!
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 4 de abril de 2020