Las ideas sobre el futuro que tiene la élite apátrida de Honduras son bien diferentes de aquellas que tiene el pueblo que ama su país.
Los Facussé, Larach, Atala, Nasser, Marinakys, Ferrari, Maduro, etcétera, asociados con los caciques rurales del Occidente y norte de Honduras, ven oportunidades de negocios en la división del país en varios pequeños países, así como hicieron los Carrera, los Aycinena, los Piñol y otros criollos y colonizadores en 1821, partiendo el istmo en cinco o seis pedazos.
Este grupo de recolonizadores de 2021, sin noción de Matria, sin padre ni madre, sueñan de día y de noche con Dubái, Singapur, Korea del Sur o Hong Kong, y quieren convertir los territorios del golfo de Fonseca, el litoral atlántico y el departamento insular en una mezcla de ciudadelas marinas, aéreas, terrestres y luminosas donde puedan habitar exclusivamente con sus amigos de casino y de ruletas. Y explotar la mano de obra negra, indígena y barata.
Este grupo de falsos hondureños, que utilizan nuestro territorio de base de operaciones de negocios, pasaron de la especulación financiera en 1990, al negocio de las energías sucias en el 2000, luego al lavado de activos del narco y de la corrupción en 2005, al affaire de las falsas energías limpias en 2010 y ahora al negocio de las ZEDES, zonas de explotación de empleos locales y servicios especiales a las mafias internacionales.
Con la reforma aprobada esta semana a la ley anticonstitucional de zedes, que traiciona la Matria, el grupo de apátridas busca atraer nuevas mafias privadas para dividir Honduras y aplicar una política racista, de supremacismo blanco, que desplazará para siempre al pueblo garífuna de las playas atlánticas y a las naciones miskitas, tawakas y tolupanes de las reservas naturales y de las zonas forestales protegidas que ocupan actualmente.
Ese es el gran proyecto por el cual dieron el golpe de Estado al pueblo en 2009 y por el cual hacen fraudes para permanecer en el control del Estado con la complicidad de los gobiernos europeos, pero especialmente de Estados Unidos y Canadá, donde se protegen los carteles privados que buscan comprar a Honduras por pedazos para reinstalar sus paraísos fiscales y segregar a la población empobrecida, mestiza y racializada.
Esta mirada del futuro es bien diferente de aquella que tiene el pueblo que ama su país. Desde 1998, después del huracán Mitch, la población hondureña dijo claramente que desea un país con visión en el cual la riqueza no esté concentrada en el corredor de Francisco Morazán, Comayagua, Cortés, Atlántida e Islas de la Bahía, sino distribuida en los 18 departamentos, con respeto absoluto de la cubierta forestal, de los dos océanos y de la riqueza más preciada, sus habitantes.
La población hondureña ha dicho repetidas veces que su idea del futuro es un Estado de Derecho vigoroso no calatoso al servicio de narcos impunes y corruptos, sino un Estado de justicia y de derechos humanos al servicio de hombres y mujeres, de la diversidad cultural de la nación, no al servicio de un patacho de 600 mil activistas a sueldo.
En los documentos escritos para el grupo de 16 países y agencias cooperantes, condonadores de la deuda externa en el 2000, el pueblo de Honduras expresó que el desarrollo económico no debe estar basado en la minería metálica a cielo abierto sobre nuestro territorio, las explotaciones industriales de los océanos ni en los monocultivos de exportación para satisfacer las necesidades de aceites o combustibles de países mega poblados como la India, Pakistán o China.
Por oponerse a ese delincuencial modelo de producción de energía, de metales y de alimentos sucios, el Estado mató a Berta Cáceres y a más de 100 defensoras y defensores del medio ambiente sano, convirtiendo a Honduras en el país más mortífero para defender la vida de la Madre Tierra.
El pueblo dijo desde el año 2000 que quiere agricultura sana, volver a ser en buena lid el granero de Centroamérica, y de las industrias fruteras, de legumbres y medicamentos sanos. Y ha dicho la gente repetidas veces que quiere ser feliz sin violencia del Estado, que no quiere emigrar por presión económica ni política, que quiere vivir dignamente en su terruño.
Pero las mafias quieren el país para ellas, la ley y la justicia para ellas, su propio código, sus leyes habilitantes, su ejército, su Estado, su ZEDE. Y todo eso es incompatible con las aspiraciones populares. Lamentablemente estamos a cinco meses para volver a dirigirnos hacia el matadero electoral, que extrañamente permanece como un mecanismo de aceptación general de autoengaño, que valida el modelo que quieren los canallas para sus intereses.
Los partidos políticos están ya dentro del frenesí de las urnas. En la víspera, unos se aprobaron sus propias reglas electorales esta semana a fin de preservar sus territorios clientelares y otros se construyeron sus propias alianzas a la velocidad del rayo.
Pero el pueblo en general no tiene ninguna salvaguarda política para noviembre: ni mecanismos confiables de votación electrónica a nivel local e internacional, ni censo electoral realmente blindado a la piratería de la biometría y de la inteligencia artificial, ni segunda vuelta para balancear la correlación democrática del poder. Nada de eso.
Entonces, como sabemos, el riesgo que salta en este escenario es otra vez el regreso a la ausencia electoral real, humana, que podrá ser reemplazada por electores virtuales, difuntos, infantes, con todos los algoritmos que se pueden crear con las tecnologías aplicadas de la generación informática actual, para que parezca una elección masiva.
En ese escenario las perspectivas son favorables para los que tienen sus sueños en Dubái o en Singapur, para quienes fortalecen su guayaba en perjuicio de la milpa común del pueblo hondureño.
Frente a estos dos proyectos de país del futuro, el de las ZEDES apátridas y el del Estado-Nación, tenemos unos grandes desafíos a resolver. Tenemos que seguir enfrentando a los canallas con arte, comunicación, narrativas, insurrecciones y rebeldías. Para ello es preciso que nos mantengamos organizados en la base, formándonos como hemos hecho en los últimos 12 años y denunciando que faltan los Atala y los Hernández y los Pacheco en el crimen de Berta Cáceres. Y que en la semana internacional contra la desaparición forzada faltan 100 mil personas desaparecidas en América por los amigos y socios de estos mismos canallas de los que venimos hablando. Faltan los gringos. La mano blanca, el 3-16, faltan Colombia e Israel a ser juzgados por su responsabilidad criminal en América y aquí en nuestra casa. No vamos a olvidar ni perdonar. Con ustedes hablamos, cobardes.
¡Buenas noches!
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 29 de mayo de 2021