Por: Sandra Rodríguez
“La Verdad” es un derecho que se le ha negado históricamente al pueblo hondureño, de manera directa a las víctimas de delitos de lesa humanidad como las detenciones y desapariciones forzadas, y asesinatos políticos. Situación que crecentó la impunidad hasta en un 95 por ciento, según estudios de diferentes organizaciones, ante la falta de investigación.
Las víctimas tienen derecho a la verdad, como lo exigen desde hace más de tres décadas los y las integrantes del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras, COFADEH, que cada primer viernes del mes, se manifiestan en la Plaza «Los Desparecidos», de Tegucigalpa, frente al Congreso Nacional y cerca de la Antigua Casa Presidencial, para exigir que el Estado les responda ¿Dónde están sus parientes? Más de 184 detenidos desaparecidos durante la Doctrina de Seguridad Nacional entre 1979 y 1994.
Así como ayer miércoles 23, familiares del político Ángel Pacheco León, acompañados por el COFADEH, se presentaron ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, CO-IDH, para encarar al Estado de Honduras, quien no ha dado respuesta por el asesinato del entonces aspirante a diputado por el Partido Nacional, representando al departamento de Valle, en noviembre del 2001.
Esa misma verdad, es el derecho por el que espera la familia de las defensoras de derechos humanos Margarita Murillo y Berta Isabel Cáceres Flores, asesinadas en 2014 y 2016 respectivamente. Es el mismo derecho por el que Wilfredo Yánez, esperó hasta el día de su muerte hace seis meses, ante el asesinato de su hijo de 16 años de edad en el 2012, a manos de militares.
Son cientos los casos impunes en cuanto al asesinato de 123 defensores de la tierra y el ambiente en Honduras, 70 periodistas y comunicadores sociales, más de 4 mil femicidios, incontables casos de niños y adolescentes, campesinos y personas de diversidad sexual, en los últimos siete años.
Y es el derecho a la Verdad, lo que ansía las familias de los desaparecidos forzados en el 2011, Reynaldo Cruz Palma, Elías Muñoz, y el sindicalista Donatilo Jiménez en el 2015, entre otros casos, que acompaña el COFADEH.
Hoy se conmemora el Día Internacional del Derecho a la Verdad y por la Dignidad de las Víctimas, con lo que, se le rinde tributo al arzobispo salvadoreño -ahora Beato- Óscar Arnulfo Romero, asesinado la tarde del 24 de marzo de 1980, cuando celebraba Eucaristía en un hospital capitalino.
Monseñor Romero, un defensor del derecho a la vida, la verdad, libertad y a la justicia, entre muchos más, condenaba las violaciones cometidas en su país, denunciaba la ocupación militar y la opresión contra los más desposeídos, hasta el día de su martirio.
“Mi muerte sea por la liberación de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro”, expresó el Obispo Salvadoreño de la orden Jesuita, cuyo crimen se encuentra en la impunidad.
Hace dos años el Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos, de El Salvador, David Morales, pidió a las autoridades de justicia reabrir el caso del prelado, para investigar el crimen y deducir responsabilidades, expresando que “es una obligación de Estado aplicar la justicia a todas las gravísimas violaciones y crímenes de lesa humanidad que tuvieron lugar durante el conflicto armado”.
Después de 37 años, la verdad sobre el crimen que cegó la vida de Monseñor Romero, es acallado por la impunidad.
Romero tenía 62 años de edad, cuando su sangre fue derramada como semilla de libertad, en un crimen que aún espera “Verdad”. El siguiente texto es de fragmentos de sus últimas homilías en la Catedral Metropolitana, donde ahora descansan sus restos, en una tumba con su figura revestida de Obispo y una esfera color rojo en su pecho, símbolo del impacto de bala, y tras de él, decenas de criptas de sacerdotes:
«Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles… Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: No matar.
Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación.
Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: cese la represión».
Cabe mencionar que entre las víctimas de desaparición forzada que registra el COFADEH, durante la guerra sucia en Honduras también desaparecieron las salvadoreñas Sara del Carmen Arce Romero, Jesús Enoé Arce Romero, Nora Gomez Barillas (secretaria de monseñor Romero), y su esposo Maurico Barillas, quienes después del asesinato del Obispo integraron la comunidad Cristiana Monseñor Romero, que fue allanada por agentes de la entonces Dirección Nacional de Investigación (DNI), en 1981.
El matrimonio Barillas Gómez, fue separado de sus tres hijos Nora Patricia (11), Gerardo Mauricio (9) y José Daniel (5), y según los recortes periodísticos de la época -documenta el COFADEH- los niños y una anciana fueron entregados en mayo del mismo año con nombres falsos a las autoridades migratorias de El Salvador, en el puesto fronterizo de El Amatillo.
En memoria de San Romero de América
El 21 de diciembre de 2010, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 24 de marzo como Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas, rindiendo de esa forma un justo homenaje a Monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo salvadoreño que se constituyó en un incansable defensor de los derechos humanos hasta su martirio.
La iniciativa reconoce la necesidad de promover la memoria histórica y la importancia del derecho a la verdad y la justicia. Asimismo, busca rendir tributo a personas que como Monseñor Romero dedicaron su vida a promover los derechos humanos de todos, protegiendo a los más vulnerables y desposeídos.
La resolución, propuesta por El Salvador, contó con el copatrocinio de 45 países miembros de Naciones Unidas: Argentina, Austria, Bolivia, Cuba, Dinamarca, Finlandia, Francia, Gabón, Guatemala, Hungría, Nicaragua, Perú, Polonia, República Dominicana, Venezuela, Armenia, Albania, Bélgica, Colombia, Ecuador, Honduras, Italia, Panamá, Grecia, Chile, Croacia, Serbia, Eslovenia, Montenegro, Chipre, Jamaica, Portugal, Luxemburgo, Uruguay, Costa Rica, Brasil, México, España, Alemania, Moldova, Rumania, Azerbaiyán, Seychelles, Paraguay e India.
El propósito del Día es el siguiente:
Promover la memoria de las víctimas de violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos y la importancia del derecho a la verdad y la justicia;
Rendir tributo a quienes han dedicado su vida a la lucha por promover y proteger los derechos humanos de todos y a quienes la han perdido en ese empeño;
Reconocer en particular la importante y valiosa labor y los valores de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, de El Salvador, quien se consagró activamente a la promoción y protección de los derechos humanos en su país, labor que fue reconocida internacionalmente a través de sus mensajes, en los que denunció violaciones de los derechos humanos de las poblaciones más vulnerables y su dedicación al servicio de la humanidad, en el contexto de conflictos armados, como humanista consagrado a la defensa de los derechos humanos, la protección de vidas humanas y la promoción de la dignidad del ser humano, sus llamamientos constantes al diálogo y su oposición a toda forma de violencia para evitar el enfrentamiento armado, que en definitiva le costaron la vida el 24 de marzo de 1980.
Óscar Arnulfo Romero nació en Ciudad Barrios, departamento de San Miguel, el 15 de agosto de 1917. Desde pequeño, fue conocido por su carácter tímido y reservado, su amor a lo sencillo y su interés por las comunicaciones.