El asesinato de Herminio Deras García en enero de 1983 tenía casi 40 años de impunidad, hasta que la justicia interamericana empezó esta semana a sanar el alma quebrantada de su familia, de sus vecinos en El Progreso, Yoro, y de todos los seres humanos que somos alcanzados por los actos criminales del Estado.
Desde 1983 hasta la fecha, el dolor que carcome el alma, la impotencia que paraliza la esperanza y la sed de justicia reparadora, empezaron otro rumbo el 10 de mayo en la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Durante dos días, los testimonios de la esposa de Herminio, Otilia Flores Ortiz, y de su hermana Irma Deras García, fueron momentos estremecedores. Fue el momento de las víctimas tomando el escenario.
Con la fuerza del dolor y la contundencia de la memoria, ambas mujeres construyeron el silencio absoluto de los representantes del Estado de Honduras presentes en la sala, y de los propios magistrados.
El Procurador General, Manuel Antonio Diaz Galeas, el coronel Elías Melgar Urbina y el embajador Carlos Aguilar, escucharon el relato sentido de todos los improperios, torturas y humillaciones cometidas por agentes del Estado portando uniformes, armas, insignias y vehículos de Honduras, en nombre de la seguridad nacional y de los intereses estratégicos de Estados Unidos.
¿Tiene preguntas el Estado de Honduras a sus víctimas? No, su Señoría. Esta delegación se abstiene de interrogar a las víctimas, pide disculpas a cada uno de los miembros de la familia Deras García, Deras Flores, y reconoce en su totalidad los hechos contra la humanidad de Herminio Deras.
Así contestó el Procurador, el abogado del Estado, y en cuanto a la secretaría de defensa, representada por el coronel Melgar Urbina, en un comunicado público acepta la responsabilidad internacional en el caso, reconoce en su totalidad los «hechos terribles e inolvidables cometidos por efectivos militares» contra el líder del partido comunista Herminio Deras García.
Además, utilizando expresiones similares a la Procuraduría, “extendemos sinceras disculpas en nombre de la institución a cada uno de los miembros de la familia Deras García, Deras Flores, quienes de manera continuada en el tiempo sufrieron detenciones ilegales, torturas, exilio y persecución, acompañados de allanamientos y estigmatización por sus ideas políticas. Confirmamos el compromiso de realizar las medidas de reparación para que estos hechos no se repitan”.
Así habló el Estado en tiempo presente. El Estado del pasado, representado por criminales en 1983, miembros del partido liberal y nacional, cristianoides y chafarotes, utilizó todo su poder para acosar, perseguir y expulsar de Honduras a la familia Deras García, por el delito de pensar diferente. Por ser socialmente comprometida. Por tener en su seno a un líder del partido comunista de Honduras.
Pero aquél Estado rosuquista, alavarista, florista, romano y progringo, perdió ante la historia, ante las víctimas, ante el Cofadeh y ante la Corte. El batallón de la muerte 3-16 al mando de Marco Tulio Regalado Hernández está plenamente identificado como responsable de allanar, torturar y matar. Nótese el apellido Hernández.
Las ironías de la vida. El mismo miércoles 10 de mayo, en Nueva York, el ex dictador narco hondureño, Juan Orlando Hernández, era notificado que el juicio para probar su responsabilidad como conspirador jefe de la criminalidad organizada comienza el 28 de septiembre próximo.
Ese mismo día viajaba extraditado por la DEA el llamado «sicario de los Hernández» en la zona occidental del país, el ex director general de la policía hondureña, el tigre Bonilla.
Casi ese mismo día en San Pedro Sula, la víspera, el Estado de Honduras reconoció su responsabilidad internacional por el asesinato de Vicky Hernández, una mujer trans, trabajadora sexual y defensora de derechos humanos, víctima del golpe religioso-militar de 2009.
Gabriela Perdomo, Jefa del Colectivo Unidad Color Rosa y Representante del Comité Nacional de Personas Trans, expresó que la familia sanguínea y la familia social de Vicky tuvieron que esperar 13 años para que se hiciera justicia.
La larga espera para Vicky duró exactamente el tiempo de la dictadura Hernández, que además de corrupta y narcotraficante, fue una dictadura misógina, homofóbica y transfobica, por su base religiosa fundamentalista, auténtica farsa diabólica lavadora de dinero sucio.
¡Qué tiempos estos, señoras!
Fue una semana intensa para los Hernández Alvarado, los Regalado Hernández, los Hernández Cálix, originarios de Lempira y Copán, donde están marcados como destructores de bosques, lavadores de dinero sucio y militares violentos.
Visto lo anterior, nos quedan sólo algunas cosas por decir antes de despedirnos, hacer algunas precisiones necesarias. La primera es dirigida al Estado como persona jurídica.
La justicia es una reparación moral para las víctimas, la compensación de los daños materiales y subjetivos es una obligación del Estado (en íntima relación con las personas afectadas, sin campañas de nueva criminalización), y la no repetición de los hechos es un derecho de la sociedad. Y la no repetición demanda investigación y sanción ejemplar.
La segunda precisión es a las fuerzas armadas. Ustedes, señores, no pueden andar ahí disculpándose, excuse-moi, eso no es lo mismo que pedir perdón, aunque agreguen la expresión disculpas sinceras. Eso es peor. Decir eso es arruinar la intención.
Ustedes, militares que nos escuchan, no deben sentir cobardía de pedir perdón a las víctimas concretas de sus actos criminales, a la sociedad y a la humanidad entera, sobre todo porque tienen una capitana católica que ordena el perdón.
Pedir disculpas no es igual que pedir perdón.
Disculparse es una acción inmediata por una ofensa cometida, una falta, con el riesgo de que ésta no sea aceptada. Se pide perdón por delitos atroces y se sigue el camino enseñado por el Carpintero de Galilea: Tú reconoces el crimen, te arrepientes de haberlo cometido, confiesas los hechos a una persona competente, cumples una penitencia en consecuencia y, finalmente, tú reparas en silencio los daños ocasionados, sin escarnio ni publicidad. Y así serás sanado del peso brutal que destruye tu presente.
Las fuerzas armadas tienen que reflexionar seriamente al respecto.
Los militares de Honduras no pueden seguir siendo entrenados por el comando sur de los Estados Unidos para cuidar sus compañías en el país, para matar la disidencia como enemigos de guerra, ni para dar golpes de Estado.
El nuevo gobierno debería promover intercambios de los militares hondureños con otras visiones de seguridad humana y seguridad ciudadana, de respeto a los valores democráticos, y decirle al Departamento de Estado de Estados Unidos, que revise seriamente sus escuelas. Y que también se someta a la justicia. Que pague sus crímenes en este país.
Honduras no puede continuar con una institución militar comprometida con la violencia política, el tráfico de drogas y la criminalidad organizada como ocurre desde finales de la década de 1970. Desde el crimen de los Ferrari, las desapariciones forzadas, la dinastía Mata Ballesteros y la Era de los Hernández a partir de 2004. Un período sin depuración y en absoluta impunidad. Es una mancha enorme que no se cura con disculpas. Es algo que deben corregir.
Un poco tarde o bastante tarde, pero creemos que este camino ha comenzado. Con la mezcla del llanto y la esperanza de la familia Deras García, Deras Flores y la familia de Vicky que alcanzan la justicia, se abre otra rendija de esperanza en este nuevo gobierno. No la desaprovechemos como sociedad.
¡Buenas noches!
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 14 de mayo de 2022