La Comisión Interamericana de Derechos Humanos está en Tegucigalpa esta semana, para una visita corta del 30 de julio al 3 de agosto.
El tiempo es limitado pero la agenda de esta misión es ambiciosa. Incluye los temas de justicia e impunidad, violencia, desigualdad, institucionalidad democrática, derechos de niños, niñas y adolescentes y jóvenes.
También la Comisión Interamericana examinará la situación de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, y la libertad de expresión.
En particular, la CIDH analizará la situación de los derechos humanos en el contexto postelectoral. De modo general, dará atención a la situación de personas defensoras de derechos humanos y operadoras de justicia, a personas privadas de libertad incluyendo adolescentes en contacto con la ley penal, y de modo excepcional a otros grupos en situación particular de riesgo.
Es una agenda interesante, pero no incluye una mención concreta a las víctimas de los crímenes de corrupción ni a las víctimas de delitos políticos cometidos por agentes policiales, militares y paramilitares de la dictadura instalada por la embajada de Estados Unidos en esta capital.
Es por esa razón, o más bien es por esa omisión, que las madres, los familiares y amistades de las personas prisioneras políticas van a manifestarse frente al hotel donde se hospedará la Comisión.
No es una manifestación en el centro de Managua, es en Tegucigalpa carajo, donde Washington ha instalado un gobierno títere, un régimen corrupto y autoritario, que viola masivamente los derechos humanos de la población.
No es Nicaragua en guerra silenciosa con la CIA y el Pentágono, es Honduras sometida al golpismo paramilitar y narco, para ser otra vez base de agresiones. Para convertirnos de nuevo en amenaza de nicaragüenses y salvadoreños.
La CIDH llega a un país que conoce bien, que está vigilado con total atención después del golpe de Estado. Sabe que hay de nuevo un foco de agitación social por las imposiciones del fondo monetario internacional y la violencia institucional de la dictadura, que se basa en la impunidad. Un ambiente de nuevas violaciones. Y la CIDH sabe, igualmente, que las élites están agitadas por los procesos que empuja la MACCIH en el seno de un poder judicial capturado por las mismas bandas liberales y nacionalistas, los imputados. Y que eso es peligroso.
Una cosa más. Esta visita de la Comisión Interamericana coincide con un extraño esfuerzo de diálogo político extemporáneo que financia particularmente la Unión Europea, el sistema de Naciones Unidas y el Departamento de Estado gringo.
Es un esfuerzo extraño porque la oposición política y las organizaciones sociales serias decidieron desde el inicio no acompañar. Decidieron no participar porque es inútil dialogar con los delincuentes. Con los impostores. Participar habría sido la legitimación de la estructura de muerte que causa la mayor parte de los problemas del país. Sería avalar el fraude electoral realizado con la participación cómplice de la comunidad internacional sumisa al Pentágono. Sería ir al circo de los payasos.
Entonces, ni soñar que cualquier nuevo esfuerzo por imponer el falso diálogo político sea una solución en Honduras. Ni estamos diciendo que esta dependencia de la OEA venga con esta recomendación. Estamos diciendo que los financiadores quieren que aceptemos esta línea, pero no. El país no acepta más estupideces. El país resiste y resistirá.
Bienvenida la Comisión, a trabajar. A documentar. A denunciar. Y a proceder contra los violadores de derechos humanos en el plano interamericano. Tarde o temprano deben tener su momento de llanto, así como las víctimas a cada instante.