Nuevas extradiciones, no. Sentencias condenatorias por la MACCIH, no. Nuevas revelaciones de narcos corruptos del gobierno en Nueva York, no. Nuevas caravanas organizadas por Trump para presionar a los demócratas, no.
La coyuntura somos nosotros.
Los médicos psiquiatras nos están repitiendo con frecuencia que, en general, la población hondureña sufre trastornos y enfermedades severas como consecuencia de la violencia, impuesta por el crimen organizado que tomó control del país.
Los observatorios de pobreza, de los medios de información y de los cuerpos violentos de la policía y el ejército, indican que la salud individual y del tejido social hondureño están seriamente afectadas por esos protagonistas.
Las consecuencias de esa violencia brutal, asentuada en los últimos diez años de golpismo, corrupción y narcotráfico oficial, se manifiestan de diferentes maneras, desde la indiferencia colectiva, el pesimismo, el abandono del país, el suicidio y la toma de decisiones inteligentes también.
Nos interesa esto último, obviamente.
Hay médicos generales y especialistas que recomiendan a sus pacientes no escuchar programas de radio y televisión que presentan la sangre como noticia del día. Ni leer publicaciones que ofrecen cadáveres. O que venden desesperanza, silencio o manipulación pura y tonta. Ese es un consejo inteligente.
Conocemos nutricionistas que recomiendan directamente no consumir hamburguesas ni otras comidas chatarras para no morirse temprano de obesidad y el paadre Fausto, por ejemplo, dice claramente no consumir bebidas gaseosas porque son las responsables de tener llenos los hospitales públicos con pacientes de diábtetes. Son decisiones inteligentes.
Pero ahora la principal decisión inteligente que deseamos destacar frente a la violencia es la que proponen desde mañana las coaliciones sociales y políticas agrupadas en la Convergencia contra el Continuismo, y la Alianza Ciudadana.
La decisión es pedir en las calles de todo el país la expulsión del líder de todos los causantes de violencia contra el pueblo. La salida bajo presión popular de Juan Orlando Hernández, un peón imperial carente de legitimidad social, ilegal en términos constitucionales, y una auténtica ruina ética, moral y política.
La convocatoria indica que las manifestaciones comienzan este domingo y continúan sin interrupción durante la semana hasta el próximo domingo 27. La convocatoria es contra JOH y su anillo de miseria que destruyen el país.
Las acciones están convocadas bajo la bandera pacífica en uno de los países más violentos del mundo, donde todos sabemos que la policía, el ejército y sus cuerpos paralelos tienen el monopolio de las armas. Y un discurso inútil, mercenario, contra la gente.
La propuesta ciudadana frente a este modelo de violencia es, simple y compleja, al mismo tiempo. Es crear condiciones objetivas y subjetivas en la población hondureña para organizar la paralización del país, que conduzca a una salida constitucional de la crisis interminable iniciada con el golpe de Estado de 2009, perpetrado por los carteles del narcotráfico asociados al Pentágono estadounidense.
Una vez que el impostor sea expulsado del lugar que suplanta, un liderazgo compartido debe asumir la conducción temporal del Estado, luego organizar y convocar a elecciones generales que reestablezcan el Estado de Derecho.
La coyuntura no es fácil. El país se está vaciando desde abril 2018, con caravanas de miles de personas que perdieron la esperanza en el cambio a nivel interno, y los partidos políticos que considerábamos de oposición han sido atrapados progresivamente por una especie de co-habitación pragmática con el status quo.
El lado oscuro liberal ha tomado control de los diputados en el Congreso ilegítimo del post fraude y otros partidos han preferido anunciar sus acciones hasta junio próximo, mientras se acerca otra vez el trampoco calendario electoral de la tradicion perétua.
También es cierto que a nivel organizativo tradicional hay una fatiga causada por los disensos internos, el activismo cotidiano y la protesta continuada durante diez años consecutivos. A excepción de Colón, Atlántida, Yoro, Intibucá y Choluteca, principalmente, la perseverancia posterior al fraude electoral ha venido a menos.
El gobierno de Estados Unidos, que no ha atenido relaciones oficiales con el impostor, sólo relaciones de facto a través de la militar Fulton, tiene excesivos frentes abiertos en Syria, China, Venezuela, México y el Medio Oriente, como para enfocar su atención hacia Honduras.
Es decir, las aciones contra la dictadura que reinician mañana no tienen un entorno político favorable. Ni religioso. Ni mediático. Pero tienen a su favor un cúmulo de rechazo fermentado contra el modelo de crimen organizado que destruye la vida nacional. Que averguenza a la nación en el mundo.
Si somos capaces de reunir la voluntad de la población que no sigue líneas de partidos, de derecha o de izquierda, y que ha comprendido la importancia del momento, las acciones que inician mañana van a fructificar.
Si un nuevo liderazgo ciudadano, honesto, no calculador de cuotas electorales inmediatas, es capaz de interpretar la fuerza de la nación descontenta y dispuesta, entonces habremos iniciado un camino verdaderamente alternativo.
Si esto es así, entonces las fuerzas de la esperanza van a tensar los mecates.
Aquí vamos, pues. Sigamos.
Hasta mañana!