LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y LOS PERIODISTAS

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Este 25 de mayo, el gremio periodístico de Honduras ha celebrado una fecha reservada a quienes ostentan un título universitario para ejercer como redactores, editores, productores, editorialistas o presentadores de noticias.

El Colegio de Periodistas de Honduras es la organización no gubernamental que agrupa a este sector profesional ligado a las emisoras de radio, canales de televisión, publicaciones impresas y más recientemente a los medios digitales en línea.

El otro gremio, que agrupa a personas trabajadoras de la comunicación en general, es la Asociación de Prensa Hondureña, la más antigua agrupación de este tipo en el país.

Sin la etiqueta de universitario o empírico, existe el Comité por la Libre Expresión, C-Libre, una asociación ciudadana constituida en 2001 después del huracán Mitch, que provocó una epidemia de culto a la personalidad en la figura presidencial de la época, quien era además un influyente propietario de medios.

En el discurso de C-Libre a la época, las fiestas de los periodistas y de los medios representan solamente una milésima parte de los beneficiarios del derecho a la libertad de expresión garantizada en el artículo 72 de la actual Constitución Política del país.

En esencia, los depositarios y los propietarios originales de la libertad de expresión son cada ciudadano y cada ciudadana del país, que puede ejercer ese derecho buscando por sí mismo la información y procurándose los medios para difundirla, y opinar sobre ella.

A ese nivel de conciencia no había llegado la sociedad hondureña, porque estaba sometida al culto del señor mediático, a la obediencia del jerarca religioso, al cacique del pueblo, al policía, al chafa, y porque la población desconocía su poder de creación y difusión.

A C-Libre le tocó en sus orígenes confrontar a esas deidades del Olimpo hondureño, teniendo incluso que poner cara ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en Washington e incluso ante la Corte Interamericana.

Uno de los argumentos más fuertes esgrimidos a la época era contra el monopolio de las frecuencias de radio, las dispensas de papel para imprimir y las licencias exclusivas para canales de televisión.

Las familias Villeda Ferrari, Andonie, Nodarse, Rosenthal, Kafati, Asfura y las castas católicas y evangélicas de la capital fueron mencionadas en los primeros informes de C-Libre y denunciadas por permitir la corrupción de sus periodistas en relaciones impúdicas con los gobiernos de turno.

A este comité civil por la Libre Expresión se sumó el Foro Ciudadano, que también reclamó el derecho a la libertad de expresión para la ciudadanía y denunció que el régimen del huracán cerró filas contra la población organizada colocando a los dueños de medios como editores de contenidos y como censores.

La censura de los dueños incluyó veda indefinida a las fuentes críticas, despidos de los periodistas fundadores de C-Libre que trabajaban en algunos de esos medios privados, y representó medios sin publicidad y criminalización de las voces disidentes.

Con el cataclismo político que produjo el golpe de estado en 2009 nació una poderosa corriente de periodismo ciudadano, que burló el cerco mediático tendido por los dueños monopólicos del espectro radioeléctrico nacional.

Con la llegada de la telefonía móvil, todas las generaciones migraron al medio ambiente digital y empezaron a prescindir de los viejos medios que fueron quedándose solos, castigados por otras formas más directas de informar y comunicar.

De hecho, el apagón mediático de los golpistas entre 2009 y 2024 fue contragolpeado por la población de modo creativo, usando memes, caricaturas, producciones audiovisuales de base, correos electrónicos y aplicaciones en línea.

Aquellos medios sagrados, sesgados y excluyentes fueron desplazados por otros que no necesariamente por ser más populares y más vistos son necesariamente más influyentes.

Lo que es relevante a destacar aquí es el hecho que la libertad de expresión no pertenece a los medios ni a los periodistas, tampoco pertenece a los grupos fácticos ni al Estado, sino a quienes la ejercen sabiendo que falsear, calumniar o injuriar son límites de esa libertad.

Es relevante también decir que las empresas de comunicación social se convirtieron en maquilas de publicidad y propaganda, que comercian con las noticias. Y que muchos de los nuevos medios, llamados alternativos, sucumbieron a los fondos de Soros o al lobby del poder oculto estadounidense.

Durante el golpismo, que terminó con la expulsión electoral del dictador Juan Orlando Hernández en 2021 y su extradición por narcotraficante en abril de 2022, fueron asesinados más de 70 trabajadores de medios en Honduras.

Otro tanto, tuvo que abandonar el país por amenazas y persecuciones. Pero los dueños de los tubos y de las prensas volvieron a ganar, porque canjearon silencio a los crímenes de aquella dictadura por evasión legal de sus impuestos.

La pauta de Hilda Hernández a la época también se extendió a los excluidos del sistema de ganancias directas, los trabajadores de la lista Hermes.

En CONATEL, el entonces consentido de la Casa Presidencial ingeniero Tito Cardona, entregó a sus amigos políticos y empresarios nuevas frecuencias a la velocidad del rayo, y cuando las organizaciones sociales fuimos en busca de una, ya estaba cerrada la puerta al cielo del espectro.

En la actualidad, la administración de rentas se ahorra más de mil millones de lempiras anuales en pauta publicitaria no pagada a través de los poderes del Estado, y ese es uno de los factores de chantaje al gobierno actual.

El partido que gobierna, que ganó sin prensa las elecciones de 2013 pero que perdió por fraude, y que volvió a ganar en 2017 y volvió a perder por fraude, llegó en 2021 otra vez sin prensa y gobierna sin ella hasta nuestros días.

Pero esa realidad política, única en Centroamérica, le cuesta a la población todos los días aguantar un enjambre de negativismo sin precedentes por tierra, mar y aire.

De ahí que detrás del amable saludo de la presidenta Xiomara Castro al gremio de los periodistas en su día se desprende seguramente un código secreto que cada quien interpretará según el estado de su conciencia.

Aboquemos por una libertad de expresión para todos y todas, sin claves secretas, que nadie quede fuera del artículo 72 de nuestra Constitución, y que este derecho humano sea siempre universal para el bien de la humanidad. Buenas noches.