Hay que decir las cosas como son. La dictadura golpista se ancló en el poder formal, pero no en el alma colectiva: la mayoría del pueblo la malquiere. Tiene éxito económico, pero es un fracaso moral y ético. El crimen, el narco y el robo no serán nunca elementos perdonados por Dios, el dios tantas veces invocado en esta cultura. No, Señor.
Por esa razón, enorme razón, las instituciones que ejercen el poder ilegítimo del Estado de Honduras convirtieron la ley en un arma automática y la justicia en un acto de venganza. Los servicios de inteligencia militar junto a los fiscales y jueces pasaron del perfil al requerimiento, y de ahí a la criminalización abierta.
Antes de la pandemia, el pueblo permanecía en insurrección. Sus liderazgos no soltaban las consignas contra los “golpistas a la mierda” y “fuera joh”. Pero el virus del miedo al Covid y también a la dictadura armada hizo que la gente permaneciera seis meses encerrada, y desde ahí gestó su nueva guerra simbólica contra los corruptos: ¿dónde está el dinero?
En el transcurso de los últimos 5 años la élite que hace los mandados en Honduras a las empresas del pentágono y el Tea Party de Estados Unidos, pasaron a la consigna en la cual se basa el supremacismo blanco contra las minorías visibles, y en la cual se basa el fascismo duro que nos amenaza a todos: “Ley y Orden”.
Bajo esta consigna adoptada por la Policía y el Ejército hondureños, que son lo mismo, se esconde el mandato de la venganza. El de Guapinol y Triunfo de la Cruz son ejemplos, el de Azacualpa Copán, Pimienta Cortés, Tegucigalpa y Choluteca, son otros ejemplos para mencionar algunos bastiones de resistencia al abuso de los asaltantes del poder.
El uso del derecho penal, las cárceles construidas por israelitas y colombianos feroces, y las fuerzas militares mercenarias, es el símbolo visible de “Ley y Orden” contra las consignas “golpistas a la mierda”, “fuera joh” y “dónde está el dinero”.
Cada día aumenta la lista de grafiteros, libre pensadores, defensores, comunicadoras, artistas y personas creativas perseguidas y encarceladas por ejercer la batalla simbólica contra la dictadura. Por dirigir la luz pública hacia la persona cuyo culto sagrado está por encima de los mortales, el indómito Sisimite del Río Grande. El hombre.
El jefe ideológico del Partido Nacional y Liberal, el señor Donald Trump, abraza abiertamente esa consigna “ley y orden” que inspira a los fascistas de ese país y, al mismo tiempo, se niega a repudiar los ataques de sus seguidores armados contra manifestantes anti-racistas. Trump divide el mundo como lo hacen los supremacistas: “nosotros” y “ellos”. Nosotros son los blancos con poder y ellos son los alzados negros, hispanos y mujeres que amenazan nuestros privilegios.
El pequeño país centroamericano en el cual habitamos, por su proximidad geográfica al imperio de las armas, por su dependencia emocional sin identidad y por imitación de sus élites corruptas, navega rápidamente en la misma consigna de Trump y su ejército blanco.
“Ley y Orden” repiten los chafitas y chepitos locales, y eso no sólo es una consigna, es un movimiento internacional peligroso que procura encarcelar, desterrar y enterrar a las personas opuestas al robo, al tráfico y al crimen en general, que representa esa gente del mal. Los prisioneros políticos testifican los sufrimientos de esa locura. Y los torturados. Y los desterrados.
El fascismo es una ideología, un movimiento político y un tipo de Estado de carácter totalitario, antidemocrático y nacionalista de extrema derecha. Ridículamente cristiano.
Wikipedia describe que entre los rasgos del fascismo sobresalen la exaltación de los valores patrioteros, el culto a la personalidad y el culto a la raza, para mantener oprimidas a las minorías y a la oposición política, con un fuerte militarismo.
El fascismo surgió en Italia durante la Primera Guerra Mundial, para luego difundirse por el resto de Europa, y sobrevive hasta nuestros días. Y nos amenaza localmente. Estamos frente a una pequeña dictadura que se nutre de la gran dictadura del mal.
A propósito, ayer en el plantón del primer viernes de septiembre el Comité de Familiares de Detenidos-Desaparecidos en Honduras hizo una declaración que toca en parte esta discusión.
Dijo el Cofadeh: “Estamos en esta plaza conscientes que ninguna palabra es capaz de reemplazar el vacío permanente de los seres queridos que faltan, esos hombres y mujeres que gimieron en las manos brutas de los torturadores tontos y de los oficiales de policía y del ejército mercenario pro gringos que hoy reclaman respeto.
Al jefe del estado mayor de las fuerzas armadas — escribió el Comité — le espetamos que no tiene ningún derecho de callar al pueblo cuando éste asocia las cachuchas con la industria criminal del Pentágono y la Cia en Honduras, y con la impunidad y la violencia, con las violaciones a los derechos humanos”.
No vamos a permitir – dijo el jefe militar –que nos asocien con el narcotráfico. Frente a esa amenaza verbal, el cofadeh respondió que “las madres, hermanas y demás familiares de los hombres y mujeres desaparecidos por los militares de Honduras y Estados Unidos, dejamos constancia de nuestro rechazo a ese discurso impostado de falsa dignidad herida”.
Ayer mismo la fiscal que participa en el juicio contra Tonny Hernández denunció desde Nueva York que durante las operaciones criminales a gran escala dirigidas por el hermano de juan orlando hernández los traficantes utilizaron la base militar de Naco, Cortés, y la base naval de Puerto Castilla en Trujillo, Colón. ¿Ajá, señor?
El Comité de Familiares de Detenidos y Desaparecidos, que realiza este plantón público desde hace 38 años consecutivos exigiendo verdad y justicia al Estado, también reprendió al Poder Judicial.
“Dejamos constancia que ese poder judicial sumiso y fantoche es el mismo de 1982, que se reía de nosotras cuando interponíamos recursos de exhibición para nuestros hijos desaparecidos y nos mandaban, igual que los chafas, a buscarles a Cuba y a Nicaragua. Esa misma prepotencia institucional hunde sus colmillos desde 2014 contra tres jóvenes perseguidos de una ex rectora intolerante” (en alusión a la socióloga Julieta Castellanos).
Moisés Cáceres, Sergio Ulloa y Cesario Padilla, un sociólogo, un trabajador social y un periodista, han sido sentenciados a prisión esta semana por usar los anteojos de Camilo, la barba de Fidel y la boina del Ché en la reclamación pública de la educación gratuita.
“Este comportamiento linchador del Ministerio Público, de la Corte y de los acusadores privados – dijo el Cofadeh — es el mismo comportamiento fascista que vemos contra la comunidad defensora del agua, de los litorales y los bosques, y es precisamente este salvajismo penal que está causando la muerte en vida de los prisioneros políticos en Honduras.
Dejamos constancia de nuestra solidaridad y de nuestro dolor profundo por esta situación que sufrimos en manos de la dictadura Hernández y asociados, de la cual es responsable el partido republicano y los demócratas de Washington. Abrazamos ese sufrimiento y exigimos parar», concluyó la organización en la plaza. Y nosotros con ella, aquí en estas Voces contra el Olvido.
Buenas noches!
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 5 de septiembre de 2020