La historia de los pueblos

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Desafortunadamente, para los pueblos de Centro América, el tema de la impunidad conserva una vigencia tan dolorosa como repudiable, los cambios generados en algunos países de la zona, por los procesos de democratización y pacificación, no fueron lo suficientemente profundos para erradicar o provocar modificaciones sustanciales en la omnipresente impunidad. Tal situación mantiene las condiciones propicias para que se generen violaciones de los derechos humanos.

De esta manera, los pocos esfuerzos y la limitada voluntad política que se ha puesto de manifiesto a la hora de enfrentar la impunidad, puede convertirse en excelentes aliados de una vuelta al pasado en materia de violaciones de los derechos humanos en Centroamérica. La impunidad prevalece, hace precarios y reversibles los avances en el estado de los derechos humanos en los países de la región.

La historia de los pueblos centroamericanos, desde el momento de la colonización hasta nuestros días, ha sido una cadena de sojuzgamiento y vejámenes, basados en la discriminación, la marginación y la desigualdad jurídica, expresados en sistemáticas y flagrantes violaciones de los derechos humanos en forma integral.

En nuestra historia reciente, el régimen dictatorial y los grupos económicos y poderosos, negaron toda participación a la mayoría de los ciudadanos en el disfrute de los más elementales derechos individuales y colectivos. Así se conformó la rancia oligarquía, contando con la colaboración estrecha de policías y militares, consolidaron su poder económico y político, al mismo tiempo que los militares adquirían poder de la casta gobernante. Estos grupos han buscado y siguen buscando acallar toda voz disidente o de protesta, que pueda poner en entredicho sus intereses y privilegios.

Algunos sectores populares y sociales que se oponen a esta desigualdad social, política y económica han mantenido y mantienen, una lucha constante en su esfuerzo para lograr una sociedad más justa y sueñan con erradicar la impunidad que nos corroe como pueblo.

Por Dora Oliva