En la modesta sala de profesor universitario, el licenciado Matías Fúnez tenía en 1982 un pequeño cuadro colgado sobre la pared en sus tiempos de filósofo enseñando en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. La obra era un conjunto simple, pero representativo de una dictadura. Era una pistola apuntando a una flor.
El nacionalismo italiano y el fascismo hitleriano atacaron con rabia a los artistas y a los intelectuales por alegres y recreadores de la belleza, por creativas e independientes, pero sobre todo por multiplicar la risa contra los sátrapas.
Los ejemplos de esas atrocidades de gente tonta que no se ríe de sí misma abundan en el mundo antes de la segunda guerra mundial y en los 75 años transcurridos después de su fin en 1945.
Para venir más cerca en la geografía y en el tiempo, el 20 de octubre del año pasado en el Parque André Jarlan, al sur de Santiago de Chile, “la mimo” como era conocida Daniela Carrasco fue encontrada muerta, ahorcada, torturada y colgada de una reja. Horas antes la joven había sido detenida por “carabineros”, como se conoce a la déspota policía chilena, admirada en Honduras por los escuadrones de la muerte.
El Sindicato Nacional de Actores y Actrices de Chile exigió justicia por el asesinato de esta artista callejera símbolo de las manifestaciones masivas, mientras el colectivo feminista #NiUnaMenos-Chile responsabilizó a Sebastián Piñera y a sus policías de plomo por la barbarie.
El 15 de septiembre, en Tegucigalpa, Honduras, Cristian Esteban Espinoza Meza, artista circense, activo en las manifestaciones que exigen la salida del impostor juan hernández, fue atacado directamente al rostro con violentas ráfagas de agua ardiente disparadas por los “guanacos” de la policía militar.
Los “guanacos” llaman en Chile a esos camiones horribles en color de detritus llenos con soluciones químicas que dañan la salud de los manifestantes, cócteles malignos que no matan en el instante pero lesionan de modo irreversible los tejidos.
Como resultado del violento ataque policial, ambos párpados de Cristian fueron desprendidos y a esta hora el diagnóstico médico no es concluyente sobre el estado de su visión. Ambos ojos están cubiertos para sanar en primera instancia los tejidos externos.
El martes la población hondureña rechazó en viva voz los discursos patrioteros, vulgarmente vacíos de amor y respeto a la patria de nuestros ancestros, porque militares y civiles de la élite golpista de 2009 cumplen más de 11 años de entreguismo al Pentágono gringo y de robo descarado de los recursos públicos en plena emergencia provocada por el coronavirus.
¿Cuál independencia? Y ¿Dónde está el dinero? fue el lema popular durante el 199 aniversario de la independencia formal de España, que las élites locales celebran a imagen y semejanza de los militares que nunca han combatido en guerras, excepto las que dirigen contra el pueblo organizado durante 12 años consecutivos.
El balance preliminar del 15 de septiembre de 2020 es ilustrador de la brutalidad: incluye el ataque al artista Espinoza Meza, los disparos de francotiradores de goma contra el corresponsal de la Agencia Francesa de Prensa (AFP), Orlando Sierra; la detención de 15 jóvenes manifestantes y las heridas a dos personas víctimas de esa recogida de hombres armados que llaman fuerzas especiales.
No hay manera de convivir armónicamente con una dictadura así. No es posible, ni en términos éticos ni en términos racionales, ni siquiera se puede rezar con ellos. Están endiablados.
Después de la nube de gases tóxicos que sus carruajes siniestros esparcieron en la capital, el recuento preliminar de los desastres de la dictadura incluyen mensajes a considerar.
El primero es que la dictadura no es capaz de diferenciar entre una manifestación pacífica de independencia contra la corrupción y una manifestación popular contra el impostor que usurpa la presidencia. Los militares de Honduras se confunden desde 2009. Y el pueblo no suelta desde entonces cada septiembre su protesta de calle.
El segundo mensaje es que las juventudes rebeldes están perfiladas por la inteligencia secreta que opera al interior de las turbas militares, es decir, previamente las víctimas han sido fotografiadas y puestas en una matriz de perturbación.
Es el mismo guión contra la prensa independiente y las agencias internacionales de noticias que utilizan teleobjetivos, filmadoras de alta resolución y tecnología de cobertura global. Esos instrumentos les convierten en blancos militares durante las protestas, porque están perfilados previamente.
El fascismo gobernante rechaza ser reflejado en su dimensión bruta e interviene con terror para disuadir los esfuerzos ciudadanos por demostrarle al mundo que en Honduras no hay ni gobierno legítimo ni militares patriotas ni pueblo sumiso.
Las imágenes del corresponsal Sierra reúnen esas características. Por eso no es la primera vez que es atacado por los militares durante las manifestaciones. Orlando, que conoce muy bien su oficio, es uno de los productores gráficos de mayor influencia en coberturas con imágenes de alta precisión. Millares de empresas de comunicación en el mundo adscritas a los servicios de la AFP divulgan sus fotografías y videos. Las imágenes OS son auténticos editoriales sin palabras.
En el caso de Cristian Esteban Espinoza Meza es con sus grandes pantuflas de colores, su nariz de tomate y sus acuarelas de trazo fino en el rostro, los detalles con los que él hace su lucha por construir la alegría pensante de este pueblo. Lastimosamente, hoy está expuesto a la ceguera.
¿Dónde están los responsables de estos hechos? Los comandantes ya remitieron sus nombres para ser juzgados por violar el principio de “servir y proteger”? El dictador será capaz de bajar ese cuadro donde la pistola apunta a una flor? ¿Dónde está el dinero?
¡Buenas noches!