Los días húmedos y fríos de octubre nos recuerdan los tiempos tremendos que han tenido que soportar los pueblos desde antes del nacimiento de la República hace 198 años.
Las luchas de Francisco Morazán antes de 1821 fueron precisamente contra este mismo matrimonio diabólico que hoy une a eclesiásticos con criminales, en octubre 2019.
El clan de los Aycinenas era en 1875 un cartel bendecido por un dios sinverguenza con quien traficaban en la centroamérica del siglo 17 y 18, hasta que Morazán los metió al mamo a punta de espada.
Este paladín de la independencia Patria no tiene nada que ver con el soldado narco de hoy, con los oficiales corruptos sobornados por los cachiros, el chapo y los muchachos de Lempira.
La celebración del 3 de octubre recién pasado, con chafas exhibiendo uniformes, camuflages, armas pesadas, fragatas y aviones de combate, fue la patética imagen de una dictadura criminal que encubre un cartel de delincuentes miserables al frente del Estado.
Si Morazán hubiera descabalgado ese día es absolutamente seguro que los habría partido con su espada, por utilizar esos armamentos contra el pueblo durante las manifestaciones pacíficas que exigen el retorno al Estado de Derecho.
Por todos los medios posibles los chafas y los chepos corruptos han intentado desatar el odio y la venganza entre un pueblo noble, bueno y valiente, que a pesar de las humillaciones, las torturas y los crímenes en su contra, no desciende al nivel de los basuras. No desenfunda sus armas ni pierde la cabeza, a pesar del dolor.
Estas fuerzas armadas de los carteles criminales de Honduras son directamente responsables de la destrucción institucional de la Nación. Han otorgado las rutas de circulación terrestres, marítimas y áreas a los traficantes, han garantizado la protección de los extorsionadores a gran escala y blindan a los enormes corruptos, que se sampan las hostias católicas y se ungen con los aceites evangélicos.
Desde la era Ferrari pasando por el tiempo Mata hasta el momento Vesace, los militares deshonestos, corruptos y obedientes de la línea Pentágono y Comando Sur, nos atacan junto a este big brother que controla toda la inmundicia.
El juicio en Nueva York contra el impostor Juan Orlando Hernández Alvarado es una de esas pocas oportunidades que la sociedad hondureña tiene para conocer los detalles de la pudrición institucional.
Los testimonios del Rojo, el Chande, el don H, el Tonny y los otros, junto a las pruebas de la fiscalía del distrito sur de esa ciudad, nos permiten aproximarnos al mierdero en que han metido a la República Libre, Soberana e Independiente que proclamó el héroe.
Es un momento de vergüenza internacional la que sufrimos, un momento que revela las brutalidades del narcotráfico a nivel local, que es apenas una de las actividades del crimen organizado, que incluye además el lavado de dinero de las actividades corruptas, el tráfico de personas con fines de explotación sexual, la comercialización ilegal de armas, la mafiosa industria farmacéutica, los bancos y los paraísos fiscales para los déspotas.
Estas otras atrocidades que destruyen nuestro tejido social siguen pendientes de sanción penal. Ese día debe llegar y cubrir también la miseria de los medios de comunicación, de sus dueños, ejecutivos y marionetas, auténticos carteles de la mentira y el silencio criminal.
Pero volviendo a los militares y a Morazán, el reconocido abogado Juaquín Mejía nos ayuda a terminar bien esta columna nocturnal de Voces contra el Olvido. Citamos:
“Las fronteras nacionales que las Fuerzas Armadas deben proteger son un paso fácil para la cocaína que va hacia Estados Unidos. Según el informe “Estrategia Internacional de Control de Narcóticos 2019”, del Departamento de Estado, Honduras es uno de los principales países productores de droga y de lavado de dinero.
Además, a los militares se les dio la responsabilidad no solo de proteger las fronteras, sino también la democracia, las elecciones, los derechos humanos, la alternabilidad en el poder y los bosques. Pero las evidencias demuestran que han fracasado debido a su complicidad con el crimen organizado.
Por tanto, está claro que las Fuerzas Armadas no sirven para nada que beneficie a la sociedad, pues se han convertido en perros guardianes de quienes les tiran migajas de poder. Es un reto patriótico que desaparezcan y así destinar el presupuesto que malgastan en garantizar condiciones de dignidad para la población.
Seguro que si Morazán viviera se preguntaría ¿cómo es posible que de acuerdo con la DEA, el 80% de la cocaína que llega a Estados Unidos pasa por las fronteras marítimas, áreas y terrestres custodiadas históricamente por las Fuerzas Armadas?”. Fin de la cita.
Buenas noches!
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 5 de octubre de 2019