La Honduras que dibujaron a pulso los irresponsables políticos el pasado 25 de enero en el Congreso Nacional no corresponde a la realidad, al menos esa realidad no la reconocemos la mayoría de personas que habitamos aquí.
La Honduras boyante en empleos masivos, inversiones públicas y privadas por doquier, radiante en seguridad ciudadana y seguridad jurídica, digna, respetada, respetuosa de los derechos humanos… ¿dónde está ubicado ese país que trazan los Hernández? ¿En qué mapa de la Tierra es que aparece?
Bueno, pero hablando seriamente, es verdad que para un reducido número de personas apátridas la cosa va bien; por ejemplo, para los militares que tienen ahora más dinero para gastar. Y para los policías pretorianos leales a Casa Presidencial.
También el país está mejor para los bancos que se benefician de las remesas, de la devaluación monetaria y la depresión colectiva, porque les convierte en los nuevos terratenientes, casatenientes y carrotenientes.
Y va bien para los periódicos y las televisoras, que hicieron del silencio y la propaganda gubernamental su mejor negocio fiscal, aunque sea el más triste negocio de la libertad de expresión en este país acorralado.
En la pura neta, que es lo mismo que hablar pasta a pasta, el país está arrasado, quemado en lo social y económico, y no como dicen los voceros de esa banda de ilusionistas, malabaristas, mentirosos y delincuentes.
Una sola materia de evaluación estalla en el rostro de los pajeros reeleccionistas, muchachos de universidades gringas expertos en engañarse a sí mismos: la inseguridad.
Una evidencia de la inseguridad es que la llamada depuración policial no acaba nunca. Y la delincuencia, la criminalidad y la violencia derivadas de esa realidad tampoco acaban.
La llamada depuración policial fue iniciada en 1990 por el conocido del “cambio para mejorar”, continuó con Maduro en 2002 y la retomaron con el «fenómeno» reeleccionista en 2011. Y nada.
Con la policía convertida en factor desequilibrante de la seguridad pública, Honduras ha derramado sangre inocente en cada palmo del territorio nacional. Y ha facilitado los turbios negocios. Y sigue la extorsión, el sicariato, los secuestros xpress, los asaltos, las violaciones a los derechos humanos, el miedo.
Es verdaderamente triste saber que casi todos los policías de todas las escalas han formado parte de escuadrones, carteles, bandas, maras y combos contra la población, al servicio de un modelo corrupto y violento. De enriquecimiento fácil.
La semana pasada vimos otra vez esa imagen sufriente del juramento extendido por un año más a los llamados depuradores en el tercer año de gobierno, o en el octavo año de la continuidad golpista. Y nada es suficiente, ni el tiempo ni el dinero.
Nada es suficiente, porque la verdad es que ellos quieren una nueva banda uniformada leal a los nuevos amos, que sustituya las viejas lealtades a los otros amos.
Esta no es una mirada pesimista, de desamor y mala conciencia patria, es la pura realidad que nos niegan entre las flores de la nueva legislatura como les gusta decir a la zarta de discursos inútiles de cada 25 de enero.
Nada propusieron frente a Trump, que acorrala a México con un muro de 20 mil millones de dólares, y que acorrala igualmente a los hombres y mujeres que huyen de este país a través de México hacia Estados Unidos.
Nada propusieron para defender a más de medio millón de hondureños y hondureñas indocumentadas que ahora sí, están expuestos a la deportación masiva y sin contemplaciones desde las distintas ciudades del imperio de Donald.
Nada, ni un plan de contingencia siquiera para recibir a los derrotados hijos e hijas de Eva que volverán sin nada a la Patria que los expulsó por la violencia del hambre y de las armas. Y que justo ahora tienen temor y se sienten solos allá.
Y nada dijeron los flamantes señores del 25 de enero sobre la lista de políticos narcotraficantes y lavadores que van a escuchar sentencia este año en cortes de Estados Unidos y de los otros que irán en extradición este año.
Nada dijeron, porque ese tema sí golpea la continuidad, la reelección y las elecciones generales en el país.
En sus periódicos y televisoras fueron felices con el gallo encarcelado, vendido y luego en sopa, porque esa risa básica del esclavo en el Macondo centroamericano, ese pelar de dientes de un pueblo que asumen estúpido y sin cerebro, sí es bueno para el circo.
Así es ese otro país que ellos ven, feliz, entretenido, seguro y electoral, y así no es el que nosotros vemos, corrompido, inseguro, digno de otro liderazgo, liberado de golpistas inútiles.