Las zonas de desempleo y destrucción de las riquezas naturales de Honduras, las que llaman ZEDES, han entrado a su fase pública; es decir, a ese momento inocultable de poner alambres y muros alrededor de sus teatros de operaciones como les gusta decir a los chafas.
La ley de zedes, que cede nuestra soberanía territorial a las mafias internacionales y locales, fue aprobada por la Corte liberal-cachureca después de la firma del acuerdo de Cartagena, que obligó a la resistencia nacional a capitular, dejando el escenario absoluto a juan orlando hernández que gobernaba a partir de entonces desde el Congreso Nacional.
Desde 2012 hasta nuestros días, los grupos del crimen organizado trabajaban clandestinamente sus expedientes judiciales, las operaciones de soborno a los caciques locales, y la movilización de capitales.
Desde la aprobación de esa miserable ley, la nueva aspiración de los integrantes de las bandas criminales, que operan en Honduras al servicio del delito transnacional, es la de tener una zede o sea un pedazo de Honduras para operar de modo independiente, al margen de la ley, bajo el acompañamiento de la DEA, el comando sur y de otros tour operadores del desastre nacional.
Así las cosas, tenemos un grupo de operadores en el sur del país, alrededor de la guayaba de la isla El Tigre; en el occidente, dentro de los territorios ancestrales lencas intibucanos, y en el norte entre los municipios de Roatán y Santos Guardiola, con piratas neoliberales discípulos de Paul Romer y Paul Klugman, sampando sus colmillos al territorio hondureño en nombre del capitalismo salvaje.
El pasado 18 de septiembre comenzamos a ver una escena divisionista, de manipulación de la gente, de quiebre de sus liderazgos locales, de esas mismas piruetas que ya hemos visto en San Ignacio, Francisco Morazán; en Azacualpa, Copán; en el golfo de Fonseca… en todo el país a cargo de los mineros y de los represadores, de los piratas pues.
En un video el supuesto inversionista Erick Brimen, de la zede Roatán Destruida, habla a la comunidad de Crawfish Rock en plena pandemia de Covid cuando un grupo de guardias municipales interrumpen su comparecencia. La grabación muestra el hecho como favorable a la salud pública, como un gesto serio del sinager, pero no es lo que importa en el fondo de esa escena. Lo que importa realmente es lo que no se dice ahí.
En ese cuadro lo que no se dice es que ahí está ocurriendo un encuentro de negociación entre un grupo de maleantes con dinero que construye un gueto para millonarios sobre una zona estratégica de la isla y un grupo de vecinos divididos por las compras de terrenos, embelesados por las promesas de compra, amenazados por su resistencia a vender, o enfermados por el riesgo del desplazamiento forzado.
Eso es lo que producirán las zedes, eso es lo que están produciendo ya: desplazamientos forzados, emigración forzada y soborno colectivo de conciencias con un discurso pajero que pone al frente la generación de empleos y ese mensajito tramposo del filósofo liberal estadounidense John Rawls de la “igualdad de oportunidades” para todos.
Los negros ingleses empobrecidos, los ladinos y mestizos desheredados de tierra firme, las mujeres vendedoras de pescado, los garífunas pescadores y los nativos cuyos ancestros llegaron hace 250 años a la isla, todos ellos y ellas no tienen igualdad de oportunidades frente a los tahures del otro lado de la esquina. Ese discurso es pura paja neoliberal tramposa, que envilece el alma de este pueblo de Máximo Gómez, Satuyé, Barauda y Morazán.
“Somos una plataforma de oportunidades sustentada en los principios de igualdad de oportunidades y el respeto a los derechos humanos universales y en apego a estos principios actuamos con nuestros vecinos de Crawfish Rock” dice un texto oficial del señor próspero Brimen, que es un venezolano-gringo tramitador de negocios transnacionales con operaciones superiores a los mil millones de dólares según se puede leer en su perfil sobre internet.
Brimen, basado a veces en Washington y otras en Londres, aparece en Roatán junto a una larga lista de personas, la mayoría hombres de diversas nacionalidades, como los integrantes del gobierno soberano e independiente de “Honduras Próspera”, una república cedida por los golpistas cachurecos y liberales que violan los derechos humanos universales con un discurso perverso de defensa y protección, sinverguenzas.
A este grupo de piratas modernos les encanta repetir que la constitución de Honduras, en el artículo 329, les faculta ahora para constituir personalidades legales dentro del territorio nacional, con identidad jurídica independiente, al estilo de una municipalidad autónoma. Pequeñas republiquetas intocables que alojarán en su seno poblaciones extranjeras, células de millonarios viviendo y trabajando dentro de burbujas blindadas.
Antes de 2012, la Constitución decía que NADIE, ningún extranjero, podía adquirir tierras a 40 kilómetros de las costas, islas, litorales o fronteras en tierra firme. Fue el finado PINPON liberal, el profesor como le llaman los rojiblancos, quien traicionó el artículo 107 en 1995 con aquella histórica frase ridícula que no íbamos a pasar eternamente mirando los monos saltando de un coco a otro. Era nada menos que presidente del congrezoo.
Nos llama la atención ahora la insistencia de esa otra “Honduras Próspera” al repetir que el respeto de los tratados internacionales firmados en materia de derechos humanos y todos los principios con mejores prácticas, como la protección del medio ambiente y la adaptación al cambio climático, son su prioridad. En nuestra experiencia de 40 años ese discurso en boca de los violadores significa malos tiempos para la libertad, la vida, y para las generaciones 2, 3 y 4 de los derechos humanos.
Por eso nos llama aún más la atención la duda del alcalde de Roatán, Jerry Hinds, al preguntarse: “¿van a quitarle la tierra a la gente?. No estamos de acuerdo con eso”.
Pues, señor alcalde, si no se mueve, a usted mismo lo van a dejar sin tierras y sin municipalidad. Y si no nos movemos, a nosotros también nos van a dejar sin país. Canallas!
¡Buenas noches!
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 26 de septiembre 2020