EL TREMENDO IMPACTO

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Si hemos de ser coherentes con la doctrina de los derechos humanos no podemos evadir la responsabilidad de comentar sobre la imagen de Juan Orlando Hernández amarrado como un animal de circo.

Esa imagen nos trae a la memoria centenares de casos de personas humilladas, que no tuvieron el derecho al mismo procedimiento de las Palmas de San Ignacio.

Esta misma policía que el martes encadenó a su jefe, pidiéndole permiso delante de las cámaras, es la misma institución que durante 12 años usó otros métodos.

Con la orden de hacer lo que tuvieran que hacer, la policía entró a las casas de estudiantes, campesinos e indígenas, abriendo puertas a patadas y sacando las víctimas arrastradas, ensangrentadas, sin permiso de la ley, y de nadie.

La foto y el video viral del ex dictador amarrado con metales, sostenido por policías fuertes y educados, es una imagen que apenas toca la dignidad del reo. Es tan profesional el procedimiento que a miles ha hecho pensar que se trató de una actuación.

Las organizaciones de víctimas como nosotras hemos reclamado siempre, toda la vida, la improcedencia de exhibir públicamente a las personas imputadas como si fueran culpables, y la improcedencia de ocultar a los culpables como si fueran inocentes.

Por donde se vea, no estamos de acuerdo con el comportamiento institucional de humillar seres humanos, porque nosotras mismas somos víctimas de esos hábitos policiacos en nombre del Estado, de la seguridad interior, de la democracia, de la estúpida razón que sea.

Pero antes de enojarnos por esos agravios sufridos, digamos también de entrada que la industria del circo mediático ha exigido a la policía, desde el inicio de “la dictadura del rating”, estos actos de presentación de frente, de costado y por todos los ángulos, de las pobres personas detenidas.

La práctica de exhibir a las víctimas de la policía, sea por acciones infraganti o sea por denuncia de delitos comunes o políticos, ha sido un juego de doble ganancia en Honduras. Una mujer que tomó leche de un supermercado para su bebé, porque no tenía dinero para comprarla, fue exhibida así.

Para la policía, siempre abajo en la escala de confianza pública que mide el Barómetro de las Américas, siempre mendiga de reconocimiento social, ha utilizado la exhibición de detenidos como una práctica vulgar para hacer puntos.

Para los medios, convertidos en empresas rentables de la industria del espectáculo, las exhibiciones de personas imputadas es una estrategia sensacionalista que cultiva el morbo colectivo, eficaz para vender periódicos y programas.

En la captura del reo Juan Orlando Hernández, uno de los medios de televisión que más se benefició de la proximidad a su dictadura, el canal HCH, fue el medio que más empujó y que pateó para tener la exclusiva de las imágenes que recordaron las capturas del Negro Lobo, los Valle o del mismo Chapo Guzmán en México.

¡Cual Constitución que prohíbe en el artículo 282 la presentación de detenidos a los medios de comunicación y manda presumir la inocencia! ¡Cual lealtad al patrón que firmó los contratos! Neles, pasteles.

Los propios periodistas en competencia se encargaron de denunciar al enemigo mediático. Fue el “canal del balance” que sembró drones en el espacio aéreo de la casa de los Hernández para mostrar la intimidad de aquél momento devastador.

Fueron las cámaras de Ariela las que divulgaron el abrazo evangélico de despedida de la señora pastora. Fueron ellos quienes destacaron el reencuentro de Sabillón con su verdugo. Y persiguieron el helicóptero del encadenado hasta la intimidad de la cueva donde habitan las serpientes Cobras.

El canal propiedad del político, pastor y profeta Eduardo Maldonado, fue denunciado además por haber ingresado sus cámaras a la intimidad del examen médico del detenido en el cuartel de las serpientes. La teleaudiencia pudo ver su camisa rasgada y sus tetillas encabritadas por el estrés contenido. O era parte de la actuación?

Todo el espectáculo de Hernández pasó sin filtros éticos por el canal que antes lo había mostrado orante, adusto, robusto y agusto en el pleno ejercicio del poder impostor de la República. HCH es parte de la lista Hermes, un caso de corrupción que incluye una centena de periodistas beneficiados con más de 200 millones de lempiras en el período Hernández. Muchos de ellos, sin pudor, cubrían también ese momento.

Un día después de la impactante imagen del ex dictador encadenado como garrobo por el ministerio de seguridad, el presidente de México, próximo visitante de Tegucigalpa, reclamó que eso no se hace.

Bueno, para que nadie se rasgue las vestiduras hay que decir otra cosa. La Asociación de Medios de Comunicación, dirigida primero por Rafael Ferrari y luego por Carlos Flores Facussé, es responsable de este negocio de la explotación morbosa de la imagen íntima de las personas en momentos críticos como el presente.

Todos los medios que forman parte de esa asociación y de otras asociaciones no tienen límites de ninguna naturaleza, ni al interior de sus empresas ni al exterior de las mismas. El público está expuesto sin ningún filtro ético a todas las ocurrencias de sus jefaturas de asignaciones y de sus dueños. No existe una defensoría de consumidores de medios ni un observatorio nacional que oriente al respecto.

Por eso el mismo reo solicitado en extradición por los Estados Unidos es víctima ahora de su propio procedimiento. Hernández padece la práctica que él mismo impuso a la policía militar para probar al mundo su determinación de tratar con mano dura a los capos del narcotráfico. Los extraditados que no tuvieron tiempo de entregarse a la DEA fueron exhibidos del mismo modo. En el mismo lugar. En ese escenario tétrico donde los héroes muestran el músculo y las víctimas su vergüenza.

Ese antecedente, por supuesto, no es una atenuante de lo ocurrido. No lo es, porque la imagen del coyote amarrado, haciendo señas de barrio, exhibe en parte un lado primitivo de la fatigada y enferma sociedad hondureña.

Honduras ha soportado 12 años de locura, de cohabitación horrible con las violencias, como diría el poeta Sosa con el paisaje de muertos.

Comprendemos que la imagen atada del hombre con quien firmaron convenios toca bien cerca a algunas sociedades que se dicen civilizadas dentro del espacio colonizador occidental. Países de Europa y de norteamérica, que avalaron a este dictador, se sienten implicados en el escarnio.

Pero ya suficiente sobre esas cadenas que atan los cuerpos y las emociones. El pueblo lo ha dicho todo y lo ha dicho bien claro en sus redes, en sus medios ciudadanos. No es venganza lo que queremos, es justicia lo que reclamamos. Y no se hagan los ofendidos, porque aquí los ofendidos están bajo tierra. Y son centenas de mujeres y hombres que fueron humillados, torturados y asesinados durante la dictadura. No jodan, tampoco es que vamos a ponernos a llorar!

Organizaciones como el Cofadeh no olvidan los momentos cuando fueron asaltadas con bombas lacrimógenas de la dictadura, que intoxicó centenares de personas incluidos niños y niñas que se protegían en su sede, y además no olvida las veces que la dictadura financiera de la SAR amenazó con desaparecer esta organización por no pagar a tiempo los impuestos de guerra al Estado, sin importarle las dificultades severas que existían después del golpe.

Pero el recuerdo de esas tristezas no nos otorga ninguna permisión para ensombrecer nuestros espíritus. Esta opinión editorial aspira concluir con un llamado a la conciencia nacional para concentrarnos en las grandes tareas de reconstrucción del Estado de Derecho, destruido por estos miserables narcos corruptos que ahora rezan por el jefe de la conspiración.

El pueblo no puede dejarse tentar a una confrontación con las organizaciones defensoras del modelo narco. No podemos caer en la tentación de confrontar en las calles a los carteles de la fe que dirige Ana García, la Confraternidad Evangélica y el Centro Cristiano Internacional, todos beneficiados de los recursos públicos que monopolizó Hernández.

La captura en Gracias, Lempira, de un primo hermano del reo que sacaba ropa sucia de la ex primera dama, que en realidad eran miles o millones de lempiras en paquetes, presagia que el tiempo procesal ganado a la Corte de Nueva York está sirviendo para organizar la agitación social. Para pagar la presencia de manifestantes en Tegucigalpa. Para mover lejanas opciones de juicios locales. Para pagar mercenarios leguleyos. Para trabar la rueda.

Está en curso una estrategia para chantajear emocionalmente a una parte de la sociedad embrutecida por mandatos cristianoides y a otra parte que integra la base social del crimen organizado, y que parecería ser la misma. Vayamos con cuidado.

Nuestro llamado, entonces, es a concentrarnos en la derogación de la ley que impuso la esclavitud laboral al pueblo de Honduras a través del COHEP, la ley que derogó las libertades de libre expresión e información aplaudida por las fuerzas armadas, el codigo penal de la impunidad que pretende liberar a los pandoros de las redes de las damas.

Y nuestro llamado es también a estar alertas. Estados Unidos debe terminar bien el trabajo de levantar a quienes han sido sus ayudantes en una estrategia fracasada, que sólo sirvió para complicar la vida de Honduras. Vamos, rápido, que nos distraen de nuestras tareas fundamentales.

Libertad para los héroes de Guapinol, amnistía para los prisioneros políticos y de conciencia, sí al amor.

Buenas noches!

Editorial Voces contra El Olvido, sábado 19 de febrero de 2022