El Foro «Impactos del golpe de Estado en los derechos humanos, con énfasis en la violación de los derechos laborales y de la comunidad LGBTI», organizado por el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (Cofadeh), la Asociación para una Vida Mejor (Apuvimeh) y la Rel UITA, contó con la intervención destacada de Carlos H. Reyes, presidente del Stibys e integrante de nuestro Comité Ejecutivo Latinoamericano. A continuación publicamos un extracto de su presentación.
“Lo que estamos viviendo ahora en materia de pérdida de derechos laborales y sindicales está relacionado con lo que pasó a inicios de la década de los 80, cuando los representantes más poderosos del capitalismo mundial, preocupados porque sus tasas de ganancias y de acumulación de capitales estaban sufriendo enormes bajas, se reunieron para buscar medidas que permitieran al capitalismo agarrar nuevamente fuerza.
En aquel tiempo funcionaba todavía el Estado de Bienestar que, entre otras cosas, permitía la libre sindicalización y la negociación colectiva, procesos de reforma agraria, la participación del Estado en la economía.
El proceso conocido como el Consenso de Washington apuntó a cambiar ese modelo para defender el capitalismo, las grandes ganancias y la acumulación de capital, a costa del empobrecimiento y la pérdida de derechos de los pueblos.
La primera medida fue impulsar la profundización del capitalismo a nivel vertical, es decir la privatización de empresas estatales y servicios públicos.
La segunda medida tenía que ver con la libertad de comercio a nivel mundial, la reducción drástica o la eliminación de impuestos a las importaciones, para que los productos de los países capitalistas invadieran la comunidad mundial.
La tercera medida apuntó a la desregulación del Estado, o sea la eliminación de los derechos laborales, sindicales y ambientales, entre otros.
Ese nuevo sistema basado en las privatizaciones, el libre comercio y la desregulación del se instaló a nivel mundial a finales de los años 80, derribando al modelo del Estado de Bienestar.
El golpe de Estado en Honduras sirvió justamente para profundizar el modelo neoliberal, y los gobiernos continuadores del golpe lo han venido haciendo durante estos últimos diez años.
En particular, el actual régimen se ha entronizado y se ha convertido en una dictadura de la oligarquía de nuestro país. Se han privatizado los servicios públicos y ya se han perdido más de 35 mil puestos de trabajo. Además, nos hemos convertido en un país importador, donde se despide y se cercenan derechos.
La desregulación del Estado y su despedazamiento a través de la aprobación de leyes impopulares, como por ejemplo la Ley de empleo temporal por hora, le han dado otro golpe mortal a la población. Esta ley dice que el 40 por ciento de los empleados de una empresa pueden estar sujetos a este sistema.
¿Qué quiere decir esto? Que, de forma acelerada, no sólo nos están quitando derechos, sino que están golpeando la estabilidad laboral. Y sin estabilidad laboral no hay sindicalización, ni negociación colectiva. En fin, esta ley lo que hace es profundizar la precarización del trabajo.
Privatizaciones, libre comercio y desregulación laboral han venido dando golpes certeros al empleo en el país, y en las últimas décadas se han perdido más de dos millones de empleos.
Otros golpes nos lo propinan a través de la aprobación de leyes como la Ley Marco de Protección Social, la Ley General de Salud, la Ley del Seguro Social, la Ley de Reestructuración de la Educación, donde se persigue la privatización de lo poco que queda de los servicios públicos.
En materia laboral, como sindicatos pudimos aportar a la creación y aprobación del Código Procesal Laboral y de la Ley de Inspección de Trabajo. Lamentablemente, el Código fue engavetado por los diputados y la ley no se está aplicando porque nunca se aprobó el reglamento.
Esta situación vino a afectar aún más lo que son los derechos de las y los trabajadores. No sólo hemos perdido el derecho a la estabilidad laboral, a la sindicalización y a la negociación colectiva, sino también a un sinnúmero de otros derechos, mientras las condiciones laborales son cada vez peores.
Ante el cambio del modelo, el sindicalismo debe cambiar su estructura, su filosofía y su plan de acción, y apuntar a la unidad.
No es posible, por ejemplo, que sigamos teniendo tres centrales obreras, siete organizaciones magisteriales y 49 organizaciones campesinas”.