EL REGRESO DE TRUMP

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La población blanca, negra y latina le dio todo el poder al supremacismo en Estados Unidos el pasado 5 de noviembre. Eso significa que el partido republicano tendrá el control de las cámaras alta y baja, y podrá nombrar jueces del poder judicial desde el 20 de enero de 2025.

Después de su primer período como presidente entre 2017 y 2021, Donald Trump regresa con su discurso recargado contra la inmigración irregular y contra la migración en general.

En su campaña fue dicho que la población haitiana come ratas, que los hispanos salieron de las cárceles, de los hospitales de salud mental y de las maras, y que los boricuas son habitantes de una isla de basura.

Nada más movilizador para los electores blancos que un discurso culpabilizador de los recién llegados que roban nuestros empleos, que encarecen nuestra comida y envenenan la sangre pura de la tripulación del Mayflower que desembarcó en 1620.

En la votación del martes anterior, el 45 por ciento de los 36 millones de latinos en Estados Unidos votaron por su enemigo. Y su enemigo no necesariamente era Trump, sino sus propios compatriotas llegados de las Américas.

Manipulados hábilmente por la campaña trumpista, los latinos con estatus cargaron contra los latinos sin papeles y crearon sus propias fronteras en las entrañas de la bestia.

Los migrantes crean sus propias fronteras dijo ayer el nuevo presidente electo, haciendo referencia a las barreras entre los explotados por la máquina capitalista que usa su fuerza, les paga 15 dólares la hora, les cobra impuestos como trabajadores normales y no les devuelve un centavo de esa mesada.

Si creamos nuestras propias fronteras culturales, políticas y económicas, si nos separamos entre legales e ilegales, entre documentados e indocumentados, entre ciudadanos y plebeyos clandestinos, no habrá necesidad de muros en la frontera sur.

Trump ha prometido ocuparse de inmediato de la frontera sur de los Estados Unidos, sin precisar si habla de México, Guatemala, Honduras, Panamá o del Comando Sur en Ecuador, Argentina y otras vecindades de Venezuela y el Caribe.

Este hombre es impredecible, por eso ya representa un riesgo en la víspera para Alemania, que entró en crisis rompiendo la alianza entre socialdemócratas y la derecha comprometida con la guerra de la OTAN contra Rusia.

Macron, en Francia, sintiéndose pisado en los talones dijo el viernes que Europa no puede estar eternamente dependiendo de la seguridad de Estados Unidos. Pero lo dice tarde, lo expresa cuando la vieja Europa ya se retrató como carreta de los guerreristas de Washington, sacrificando su propia reputación.

Putin, en Rusia, sintiéndose atacado por el Occidente colectivo, ha dicho claramente que no llamará al nuevo mandatario de las barras y estrellas. Esperará que simplemente cumpla la palabra de parar esta guerra. Y las demás guerras. La guerra de Arabia Saudita contra Yemen, de Europa contra Siria, de Israel contra Líbano y el genocidio de Netanyahu contra Palestina, entre otras guerras.

Atrás quedaron los demócratas, que resultaron ser los mismos del Pentágono, de la DEA y del Comando Sur donde nada cambia, los que detuvieron a Sanders, los que perdieron la oportunidad de parar el fascismo y no lo hicieron, los alimentadores de la guerra y los expulsores de migrantes. Los injerencistas en Honduras. Los corresponsables del genocidio en Gaza.

Para Honduras, los cuatro años por venir podrían ser el reinicio de una relación de pragmatismos políticos como ha definido el canciller Enrique Reina, basados en los intereses de las empresas transnacionales asentadas en el país, en la seguridad compartida amenazada por nuevos capos del narcotráfico, y la lucha contra la corrupción.

Ninguna relación será amistosa con Trump ni con su gente encrestada si vienen otra vez por la vía de la injerencia, la amenaza vulgar o las listas descalificadoras de jueces universales. Con respeto y sin agendas ocultas, el país avanzará con sus adversarios.

En derechos humanos, en respeto a las comunidades migrantes que continuarán moviéndose hacia el norte global, se espera que ningún interés caprichoso de supremacistas culturales se impongan por la fuerza como ha ocurrido en los extensos tramos del camino recorrido.

Esta noche, el deseo de esta columna de opinión es que el pueblo no tema. Que confíe siempre en las palabras sabias de nuestro filósofo popular hoy en recuperación en el seguro social, Carlos H Reyes: Los pueblos siempre vencen.

Buenas noches