Hay que decir la verdad, los militares no son nuevos en el manejo de los asuntos agrícolas. No debemos burlarnos inocentemente de este tema. Ellos crearon el Banco de Fomento Agrícola, el Instituto Nacional Agrario, la Escuela Nacional de Agricultura y controlan hasta nuestros días la reserva estratégica de granos básicos del país. Y tienen sus propias granjas agrícolas en algunos sectores del país.
Sin embargo, en la situación actual de las Fuerzas Armadas, comprometidas con un gobierno impostor y con la dinámica del crimen organizado, debemos discutir si la transferencia de 4 mil millones de lempiras para la producción agrícola significa una tarea de comando importante, una compensación a su lealtad perruna o la continuación de la transferencia del poder político.
En la experiencia del Cofadeh durante los últimos 40 años de existencia esa pregunta se responde con la tercera opción. La delegación del control de la agricultura a los militares es la continuidad de un proceso de transferencia del poder político que reinició en julio de 2009 con el golpe de Estado.
Por supuesto, nosotras estamos en total desacuerdo con esa decisión del régimen impostor de Juan Orlando Hernández, por los antecedentes de los militares al frente del Estado, por su permanente comportamiento corrupto y transgresor, y porque la sociedad hondureña es absolutamente diferente a aquella de 1957 cuando empezaron a reinar.
Según los historiadores, los militares de Honduras tuvieron una fase buena y una fase desastrosa y atroz, que perdura hasta nuestros días. En la primera etapa de Oswaldo López Arellano de 1963 a 1971 las Fuerzas Armadas destacaron en la construcción de obras físicas empezando por las carreteras del occidente, norte y centro del país, la creación del INA, la Escuela Nacional de Agricultura y la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo. Pero aquellos tiempos fueron breves.
En la etapa terrible de los militares a partir de 1972 hasta 1995 no sólo controlaron la seguridad interior del país con represión de guerra fría, sino que se apropiaron del Estado para su beneficio, y con la ocupación gringa para atacar al vecindario se convirtieron en terratenientes, industriales, banqueros, corredores de bolsa y expertos funerarios todo incluido.
Después de aquél largo período de López Arellano, de Melgar Castro, de Polo Paz y Álvarez Martínez y sus Discuas, Pachecos y Pineles al frente del Estado, arruinaron a la sociedad hondureña. Le impusieron el culto a la personalidad, la religión católica, el miedo y la mentira, la tortura y los cementerios clandestinos, mientras se enriquecían a manos llenas.
Con la llegada al poder de don Beto Reina en 1995, el pueblo apoyó un amplio programa de reforma que hizo retroceder a los autollamados tigres, linces y panteras a sus cuarteles. El Cohep levantó su voz y reclamó a los chafas si estaban para proteger la integridad del territorio y contribuir a la seguridad interior o estaban para competir en los negocios contra los civiles. Y las madres, hijas y esposas tenían ya 15 años de exigir con vida a sus parientes desaparecidos, y luego otras madres se unieron para eliminar el reclutamiento militar forzado en 1994. Y los militares fueron acusados y juzgados en la Corte Interamericana de Derechos Humanos por crímenes contra la humanidad. Y la DNi fue eliminada y la Chepa separada de los chirizos. Y el Ministerio Público creado. Con el golpe de 2009 todo eso lo enviaron por el caño de sus inodoros.
Estos antecedentes dicen que las Fuerzas Armadas fracasaron con el banco nacional de fomento y con la reforma agraria en general, porque calificaron a las mujeres y hombres productores del campo como comunistas terroristas. Y emitieron un decreto ley para criminalizarlos como tales en 1973. Desde aquella época hasta nuestros días controlan la reserva estratégica de granos básicos bajo los conceptos antiguos de la guerra. Y atacan las manifestaciones pacíficas de la población con técnicas de guerra.
Cada año, durante la sequía que aumenta con el recalentamiento del planeta, los frijoles, el maíz y el arroz en poder de los militares se pudren en los silos del mercadeo agrícola, y millares de personas tienen que resistir con mangos y jocotas, porque la planificación agrícola bajo conceptos de guerra no les permite acceder a esa reserva estratégica.
Cada año un escándalo de corrupción por las importaciones millonarias de frijoles, maíz y arroz, cada año alguien ganando siempre con los precios mientras los tenaces agricultores nacionales condenados a ver de lejos los mercados, sufriendo las inclemencias del tiempo, tentados a dejarlo todo abandonado para marcharse lejos de sus milpas.
En enero 2020, dicen los señores evangélicos de las fuerzas armadas de la dictadura, que van a comenzar a subcontratar a los expertos para ir hacia los campos con talleres de capacitación y asistencia técnica usando los mismos métodos de la USAID a nivel nacional, para producir ríos de leche y miel. Nada menos que guiados por la experiencia de la agencia internacional del imperio saqueador. Ya nos dijeron todo.
A este punto es obligatorio decir que los civiles narcotraficantes llevan diez años de fracasos económicos al frente de las instituciones públicas, como es lógico, y los militares que son los soportes activos de ese mismo esquema de crimen organizado, también. Ambos estamentos son indigentes, carecen de legitimidad y respeto social. Son como tiburones comiéndose el presupuesto de salud y educación.
Todos los sectores, excepto una antigua organización campesina conocida por vendida y parasitaria, interpretan hoy la decisión de transferir a los chafas 4 mil millones de lempiras como un traslado de la institucionalidad pública a las barracas. Una especie de golpe de Estado militar progresivo, que dejaría a los narcos uniformados en el poder absoluto del país después que los narcos civiles decidan marcharse.
Desde 2009 los militares recuperaron el control de los puertos, aeropuertos, migración, policía, cartografía, telecomunicaciones, y en general, el consejo nacional de defensa y seguridad monopoliza la inteligencia, la justicia y dirige la violencia y el terrorismo de Estado.
Además de todo eso, el país está en polémica por la última decisión, porque el monopolio simbólico de los campos y de la comida de la gente debilita radicalmente el poder público, revive la fuerza bruta de los 50´s, 60´s, 70´s y 80´s.
Honduras está en polémica porque están en curso otras medidas complementarias para delegar todo el poder político con reformas legales a los militares, un paquete de decisiones que impedirían perseguirlos en los fueros civiles por violaciones a derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. Y además, porque la casta civil de delincuentes que ha servido al crimen organizado desde los tres poderes del Estado, y desde las municipalidades, está planificando nombrar en el mes próximo a los altos jefes militares de la familia Hernández y de sus amigos del liceo militar del norte. Esa decisión es la que parece tener la mayor fuerza detrás de los 4 mil millones, que es sólo el anticipo.
Como en los viejos tiempos de la represión, unos sectores envilecidos y cobardes, incluyendo partidos políticos y organizaciones gremiales, irán de nuevo al obelisco y a Mateo a venderse al nuevo polo de poder, a traicionar a sus bases y a pedir la bendición de las santas cachuchas; mientras, otros sectores permanecerán en las calles reclamando derecho, justicia, democracia, libertad individual y libertad de mercado, hasta tumbar otra vez el imperio de la corrupción, de la fuerza y la delincuencia organizada, como hicimos en 1994 hasta el año 2009.
Ningún poderío inútil y perverso, alejado de la justicia y de la verdad, es permanente. Lo sabemos bien, aunque sea alto el precio en vidas y en dolor que siempre se habrá de pagar. Por la dignidad y la valentía del pueblo, terminan siempre derrotados los perversos. Es la sentencia que siempre nos repite Carlos H Reyes: Los pueblos siempre vencen. Y este período oscuro, irremediablemente terminará con el fuego de la luz que tirita. Para lograrlo, todos y todas debemos continuar haciendo eso que en Siguatepeque se nos ha pedido que hagamos…
Buenas noches!
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 9 de noviembre 2019