Estamos justo a dos meses antes de cumplirse 10 años del golpe de Estado de junio 2009, que entregó el poder, todo el poder, todos los poderes a la familia Hernández Alvarado, por decisión del Comando Sur de Estados Unidos, el verdadero ministerio de asuntos exteriores de ese país decadente.
Desde aquél junio fatídico hasta este mayo de acción, hemos padecido una década de absoluto fracaso del Partido Nacional y del Partido Liberal, golpistas que arrastraron también la UD y la Democracia Cristiana a la muerte partidaria.
A diez años de aquella acción mortal, el éxito de los cachurecos y liberales no se puede medir por las haciendas de vacas y caballos acumulados por el Cartel de Lempira, que reemplazó los carteles de La Entrada y de Bonito Oriental.
El fracaso sí se puede medir en vidas humanas. Las personas por ellos torturadas, perseguidas, amenazadas, exiliadas, asesinadas, son mayores que las cifras de un país en guerra. Una catástrofe.
También el fracaso de diez años de administración corrupta al servicio de una familia y de un cartel corrupto se puede ver claramente en el aumento de la pobreza y la miseria. Las cifras ponen los pelos de punta, 8 de cada 10 hondureños en pobreza y miseria, avanzando a ser 9 de cada 10.
Es el mismo retrato que Manuel López Obrador ha hecho de ese México tomado por los narcos antes de su llegada a la Presidencia en enero pasado. Somos un país con un gobierno rico pero con un pueblo empobrecido. Y eso no cuadra.
Es que por el lado que se le busque, vamos a completar otra década perdida. Igual que ocurrió entre 1980 y 1990, liberales y cachurecos unidos a la CIA utilizaron el territorio de Honduras para invadir Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Y mataron y desaparecieron gente, a nuestra gente, y robaron y empobrecieron el país.
Vamos a completar una nueva década perdida, de 2009 a 2019, un tiempo muerto que solamente lo salva el pueblo. Este mismo pueblo que ha resistido como lo hizo ayer y hoy en las calles frente a Mauricio Oliva y su banda de cuatreros legislativos, controlados por Hernández, y éste controlado por el Fondo Monetario Internacional, y éste controlado por Washington. Una cadena de canallas.
Aprobar dos reformas en educación y salud en una sola sesión de changoneta, para despedir a empleados en masa y luego emplear activistas en masa, para comprar sus lealtades antes de las elecciones, es la gran propuesta genial que ofrecen al país.
Como dictadura basada en la fuerza bruta de militares y policías corruptos, narcotraficantes y violadores de la ley, creen que pueden hacer efectivamente todo eso que ellos quieran. Y es verdad, tienen gente traidora para poder hacerlo.
Es grotesco mirar a viejos dirigentes sindicales, de la CTH y de la CGT, muriéndose en vida, arrastrándose, sometidos por la gran telaraña corrupta de la Red de Pandora. Sus gastadas firmas están al lado de otras falsas organizaciones gremiales construidas para avalar el asalto legal de los fondos públicos.
Sin embargo, a pesar de todo eso, la juventud estudiantil, el magisterio, los pueblos originarios, las mujeres e inclusive empresarios honestos, no han sido rendidos. Creen en una salida popular, democrática. Por eso, de modo espontaneo o en concertación organizada, están en desacuerdo en las calles, con las antorchas encendidas.
Hemos visto en medio de las manifestaciones de este fin de semana en todo el país, el anuncio de la movilización total el 1 de mayo próximo. Hemos escuchado como siempre muchas consignas en el ambiente. Pero una sola consigna es la que suena más fuerte, porque reúne el desafecto total, porque enfoca al provocador principal del desastre, señala al instrumento de la política exterior de Estados Unidos, descubre al animal salvaje detrás de la crisis de Honduras. Esa consigna es tan conocida que ni es necesario repetirla aquí…
Como en Argelia, al norte de África, sobre el borde del mar mediterráneo, millones de manifestantes alcanzan la expulsión de su dictador Bouteflika tras varios meses de manifestaciones callejeras, en Honduras va a suceder también. Del modo que sea, con el fuego de las antorchas o con la pasión popular, la dictadura será expulsada porque ni los mismos cachurecos la soportan. Porque es insostenible, porque llegó a un punto de ser vulgar. Llegó a un nivel de estupidez sin límite. Está llegando a su autodestrucción.
Este nivel de vulgaridad lo vemos cuando sus dirigentes, que robaron los bienes a los Valle y a los Cachiros, montan sus caballos, ordeñan sus vacas y se vuelven informantes de la DEA, para entregar a sus propias familias, amigos y correligionarios, creyendo que se salvan ellos mismos.
Pero el pueblo debe estar a salvo de esos pactos entre diablos. El pueblo debe continuar hasta donde sea posible en la misma forma como lo hace desde hace diez años, y pensar en serio a cada instante la transición. Y si tiene que dejar atrás los partidos nuevos que se envejecieron rápido, debe hacerlo. El punto es NO permitir que la teniente Fulton dirija a los narcos, a los corruptos y al mismo tiempo tome la decisión de las masas.
Tenemos que rechazar la vulgaridad, no convivir con ella. La vulgaridad es Oliva riéndose de su propio cinismo. La vulgaridad es Ebal, Argueta, Chinchilla, Pacheco, todos esos peones de la dictadura corrupta. Pero la vulgaridad es también aquello que ya apesta a urnas cuando apenas estamos reconstruyendo la unidad de calle.
El pueblo debe ser sabio para administrar su acción y reacción, organizar el consenso de la salida política de esta crisis. Honduras no puede continuar alineada a Palmerola, teniendo como dirigentes intelectuales a Bolton, Nealon, Abrams, Biden, Negroponte o a esos otros criminales de Washington. Ni a los mismos corruptos locales de siempre.
Honduras debe darse la dirección interna que se merece con los aliados externos que nos merezcan. Debe encender y avivar la flama del país de fuego en que nos hemos convertido. Buenas noches!