El sindicato colonizador formado por cristianos asesinos y militares evangélicos, formados ambos por Estados Unidos, llevaron ahora su guion macabro a Bolivia para matar otra vez a Tupac Atari, que había regresado hecho millones.
Desde el pasado domingo, la Paz, Cochabamba, Santa Cruz, Potosí y El Alto, han empezado a contar sus muertos. Suman más de 20 en cinco días. Y centenares de heridos, y torturadas. Millones de personas aturdidas por la doctrina del shock!
El mismo ejército que había jurado lealtad a la Patria pluricultural, a la Wiphala, es la misma pandilla armada que lleva ahora un cristo muerto enemigo de quechuas y aymaras, y una biblia antigua a fuerza de jurar en vano el nombre del dios blanco, enemigo de los indios.
El país más estable, próspero y humano del continente, ha sido aplastado por la maquinaria golpista de Washington, en momentos cuando su líder supremacista de la casa blanca es sometido a juicio por fraudulento y traidor del pueblo estadunidense.
Esta semana hemos escuchado el mismo discurso de cuarta urna. Evo Morales hizo un referendo que no debió y que perdió, pero se presentó a elecciones e hizo fraude para ganar. Debemos castigarlo. Una narrativa perversa, construida y repetida por gentes locales, que se suman a la lógica del “se lo merecía”. Intelectuales útiles al imperio, inútiles que se alimentan de la carroña gringa.
El golpe eclesiástico y militar ha sido consumado, bien trabajado por la inteligencia estadounidense, y ahora está en curso la fase administrativa y legal del asalto, sin descuidar un instante la persecución y represión de la oposición social en las calles. Y culpar, como lo hizo Romeo Vásquez en 2009, a la brigada médica cubana, a los terroristas extranjeros, y no a los verdaderos autores miserables, delincuentes.
Pasemos a la siguiente acción: una senadora se autonombra presidenta interina, repite la misma estupidez de Micheleti: sucesión constitucional ante la ausencia física de Morales, que está asilado en México, y que viva el nombre de dios mientras apaleamos a los verdaderos senadores. Luego, el diálogo nacional convocado por los mismos cristianos que dieron el golpe, apoyados por la Unión Europea que lava los calzoncillos a Washington. Y que se queden solos esos vándalos en las calles. Así como lo hizo la OEA desde Costa Rica y la ONU en Tegucigalpa en 2009.
Enseguida, comenzará la fase de normalización del golpe. La aclimatación política del asalto. El resultado del monólogo será la convocatoria a nuevas elecciones, sin la participación de Morales. Pero con la presencia del Evo en Bolivia para calmar las masas. Y en las urnas, vendrá el fraude contra el MAS y el control total de Mesas y Camachos. Y el neoliberalismo salvaje otra vez. Y Estados Unidos al frente de Bolivia, para aplastar el socialismo del siglo XXI como desea el chusco persecutor de inmigrantes, constructor de muros y racista, el misógino presidente de la Torre Trump.
No hace falta entrar en detalles para saber que en esta fase de negociación calculada del conflicto los carteles internacionales van a flagelar al ex presidente Morales hasta convertirlo en el símbolo distante, el instigador de la violencia y el pacifista, a la vez. Y habrá canciones y leyendas para imponerlo encima de la bravía dignidad de todo el pueblo boliviano, que sufre y muere. Y luego harán que regrese triunfal a La Paz, con un discurso de amor, para apartar la resistencia de la ruta revolucionaria. Para impedir la lucha armada. Para apaciguar la furia de Tupac. Para olvidar el martirio. Y regresar a la estúpida democracia tutelada, de los ricos sobre los pobres, de los blancos sobre los indígenas, de los fariseos sobre el pueblo libre. De elecciones cada 4 años…
En realidad, ese escenario puede ser otro en Bolivia. Los países cercanos están en ebullición. Lula de nuevo ha prendido la flama brasileña con su libertad, los Fernández retoman el poder político y callejero en Argentina, la juventud de Chile quema sobre las brasas la herencia de la dictadura pinochetista y exige transformación con batalla; los herederos de Chávez detienen con plomo a los enemigos en Venezuela y los pueblos de Colombia construyen poder popular desde las alcaldías en respuesta a la matanza uribista.
Como ha expresado en las últimas horas el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, Bolivia puede estar a un paso de decidir la revolución armada para enfrentar de una vez por todas este falso mecanismo electoral, que permite a Washington nombrar sus presidentes con fraude total y descarado, como en Honduras, Guatemala, Colombia, Brasil, etc. Y la paz de una revolución, se dice, es la mejor de las democracias.
El llanto provocado por los sicarios mercenarios introducidos a Bolivia y por los militares siempre traicioneros, endiablados y cobardes, Honduras lo ha sufrido durante diez años consecutivos. Decenas de miles de familia lo atestiguan.
Allá el golpe ha sido para apoderarse de las reservas de gas y de litio, y para controlar la producción de la hoja de coca; aquí en Honduras, el golpe sigue siendo para controlar la transportación de la coca desde el atlántico inmenso hasta Guatemala, México y, finalmente, hasta la bolsa de Nueva York.
Nos duele Bolivia, nos hace llorar otra vez, pero este dolor NO debe hacernos perder de vista nunca al impostor local, a este maestro del disfraz que se esconde debajo de las chamarras verde olivo, de los pastores y de los periodistas, para ocultarse de la furia y de la malquerencia popular, que no le perdonan sus fraudes y sus crímenes.
Bolivia debe enseñarnos de nuevo la resistencia organizada, los saberes ancestrales, la espiritualidad de la Pacha mama y la determinación colectiva. Y si en este camino debemos dejar solos a los organizadores de ese paro nacional de calendario, de ese paro instrumental que acaricia la política tradicional, habrá que hacerlo. Y retomar la senda. Parar en seco a los aprovechados. Y repensar la estrategia. Nunca es tarde, los pueblos somos eternos y siempre triunfaremos delante de los agoreros, sátrapas y dictadores.
Buenas noches!
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 16 de noviembre 2019