Texto: Cesario Padilla*
Mayo es un mes cargado de luchas, un recordatorio permanente de acción en favor de nuestros pueblos sufridos. Una vela encendida en mis recuerdos me dicta que la última semana de mayo se conmemora a nivel mundial, a los detenidos desaparecidos y se hace con exigencia permanente contra los hechores, los ejecutores, que portan sus joyas impunes como muestra máxima de su prepotencia.
Honduras no es ajena (como muchos dizque académicos lo han querido hacer ver) a la desaparición forzada. Desde 1979, con la sublime complacencia de militares y civiles que aspiraban a tener el poder político, se instaló la niebla oscura y sangrienta contra luchadores y luchadoras populares. Acallaron, por “órdenes superiores”, a patriotas con la conciencia y el accionar suficiente para hacer de Honduras un país con dignidad.
Los registros oficiales incorporados en el informe “Los hechos hablan por sí mismos”, elaborado por el primer Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (CONADEH), Leo Valladares Lanza, habla de 184 casos documentados. Los responsables de estos crímenes permanecen libres, sin embargo, cada primer viernes de mes las familias de las víctimas, organizadas en el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH), los señalan por lo que son: hechores, responsables, asesinos con mano suelta y veneno en curso de nuestros compañeros estudiantes, campesinos, maestros, Celebradores de la Palabra, militantes, sindicalistas, etc.
Por este contexto, el quinto mes recobra la importancia de la memoria, donde las familias latinoamericanas que han sobrevivido al terror, reúnen sus pañuelos blancos y nos orientan sobre lo que viene, sin olvidar el pasado, donde los supuestos abanderados de la democracia, llenaron de sangre nuestro suelo patrio.
Como en nuestro país no se trata de buenas voluntades, sino de hacer (nos) un solo nudo, un solo grito por la memoria, la invitación la deja abierta el COFADEH para que, desde cualquier trinchera de pensamiento y acción, nos sumemos las y los llamados a su tierno pedido.
Que la poesía, el canto, el teatro, las páginas de los diarios, el audio y video, sean cubiertos del mensaje que nace desde el dolor curado con otros dolores, gritos y presencias vivas de quienes reclaman el cuerpo de sus familiares. ¡Qué bello sería solo contemplarlo por al menos un minuto!
Hacer de este país un reencuentro digno entre la memoria, verdad y justicia, es un deber permanente o, en el mayor esfuerzo posible realizar lo que menciona mi padre, Félix Cesario en un poema: “… una manifestación espontánea de banderas y un mar de pueblos liberados”.