El Canto del Zorzal

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Marta Lidia Maradiaga, esposa de Hernán Guevara

Tegucigalpa.- Este libro testimonial fue escrito por una persona que logró sobrevivir a la barbarie durante la instalación de la Doctrina de Seguridad Nacional en Honduras, ejecutada por miembros del Batallón 3-16, que asesinaban, torturan y desaparecían a hombres y mujeres que pensaban diferente, que soñaban con una patria libre para las futuras generaciones.

En el texto, escrito por Hernán Guevara Gutiérrez, quien falleciera en el 2021 a la edad de 84 años, narra lo que él vivió y de milagro logró sobrevivir para contar esta parte de la historia tan atroz, que se vivió en la época de los 80 en Honduras.

“A mí me da sentimientos encontrados, una, feliz porque el libro se ha publicado y otra porque a mí me hubiera gustado que él pudiera haber tenido esa dicha de tener este libro, de poder ver que se hizo realidad lo de su libro, porque él soñó”, relató Marta Lidia Maradiaga, compañera de hogar de Hernán Guevara, durante los actos de presentación de tres libros de la Colección Contra el Olvido que realizó el Cofadeh en el marco de su 42 aniversario.

“Yo sé que donde él está, él está feliz, está contento porque él ya es parte de lo que él soñó, de sus sueños”, reiteró Marta Lidia.

Dijo, además, estar contenta porque se está haciendo justicia y que espera que se sigan sacando a la luz todito lo que se vivió en esa época, de tanta gente que sufrió, tanta gente que perdió su familia, perdió sus propiedades.

Hernán Guevara era una persona que llegó a Choluteca procedente de la comunidad de Agua Fría, jurisdicción de El Corpus, le gustó siempre vivir con la gente más humilde.

Se dedicó a formar jóvenes porque soñaba con hacer una revolución en nuestro país y formaba jóvenes a raíz de eso, perdió bastantes bienes, perdió propiedades, carro y sufrió con lo del secuestro, comentó Marta Lidia.

Asimismo, expresó que es un legado que le dejó Hernán Guevara, con quien compartió veintiún años, él era bastante mayor que ella, la formó, formó a sus hijos también, y eso es un orgullo para ella, porque “me siento orgullosa hablar de él, de todas las cosas buenas que hizo por el país, por la familia, por la sociedad de Choluteca”.

Hernán Guevara estuvo treinta días secuestrado y cada mañana escuchaba el canto de un zorzal, el que le indicaba que era otro día y de ahí surge el nombre del libro.

En las primeras páginas de El Canto de El Zorzal, Hernán Guevara relata que como “El Salvador y Nicaragua se encontraban en proceso activo con causas justificadas, ya que sus gobiernos de dictaduras militares, sometían al pueblo y se adueñaban de gran parte de tierras a nivel nacional.

“Era conocido por todos los nicaragüenses, y a nivel centroamericano, que el general Anastasio Somoza hacía en Nicaragua lo que quería, caprichos y estupideces que eran apoyados por los Estados Unidos, llegando al colmo en ese país del norte, de haber recibido al general Anastasio Somoza en la West Point, institución militar, que perdió mucho prestigio por consentir a los individuos como el general Anastasio Somoza”.

En el libro, que ha sido publicado por la editorial de la Secretaría de Desarrollo e Inclusión Social (SEDESOL), relata todo el calvario y las acciones que de afuera hacía sus familiares, entre ellos la carta pública que su madre, Evangelista de Guevara, envió al Presidente de ese entonces Policarpo Paz García, y que él escuchó leerla a su madre por la radio.

“A cada momento entraban y salían los secuestradores que estaban vigilándonos, ya que el número era como de cinco, en cuanto entraban donde yo estaba, me daban patadas y, los insultos eran frecuentes”, relata Hernán.

Indica, además, que “si hay algo que identificaba a los elementos del DNI, era su vocabulario entre ellos y peor para dirigirse a uno, esa materia la pasaban con 100 %; esto da la pauta la clase de personas que conformaron esta unidad tan especial del Ejército de Honduras”.

Continúa relatando que en el sexto día fue conducido al cuarto de servicio muy temprano, ahí escuchó el zorzal temprano. El silencio fue interrumpido por los gritos de una muchacha que decía: ya no aguanto, y lloraba desconsolada a la vez que decía: Dios mío, Dios mío ayúdame”.

Hernán señala que “el tiempo quiere borrar los sucesos. No, no es el tiempo, son las personas interesadas en que no se mire la realidad, principalmente cuando ellos son participantes de estos sucesos”.

Sigue diciendo en su relato que los días los sentía largo y que por la noche nuevamente volvía al cajón. “Comprobé una vez más la presencia de cinco elementos del DNI, y como seis y ocho secuestrados. Como siempre la niñita llegaba alegre a dejar comida. Nuevamente el zorzal daba el toque de la madrugada”.

En sus páginas, Hernán cuenta que el General Gustavo Álvarez Martínez llegó al lugar donde lo tenían en cautiverio, “sonó sus tacones con furia al entrar a la casa y dijo: traigan a ese comunista hijo de puta. Se abrió la puerta del baño donde yo estaba y me llevaron suspendido de los brazos, yo no sentía mis pies, ya no razonaba mucho, mi estado era lastimoso, mi cuerpo lo pusieron en la silla de siempre”.

Al momento de escribir su historia, donde pasó 29 trágicos días en el año de 1981, Hernán Guevara tenía 78 años, y en la penúltima página de su libro expresó “sé que debo seguir adelante, ya tengo 78 años de edad, de ese duro momento han pasado 35 años, sin duda alguna, Dios me salvó, no había ninguna otra manera de escapar si no es por la intervención divina. El canto del zorzal qué me anunciaba un nuevo día era él, el creador, el eterno, el gran yo soy, nunca se apartó de mi lado”.

“En memoria de todos los hombres que sus vidas quedaron plasmadas por una historia de mi país, como mártires de la libertad y sus vidas serán el reflejo del despotismo norteamericano que ordenaba nuestra muerte en una guerra fría injusta, que era para justificar su fracaso como nación de respeto a los derechos humanos”, señala.

Hernán Guevara nacido en Choluteca en 1937 era padre de nueve hijos de profesión y agricultor, le gustaba tocar mucho la guitarra,  leer, era un apasionado de las causas justas, falleció en Choluteca a la edad de 84 años, dejando su obra escrita para que las nuevas juventudes conozcan la historia de Honduras y todo lo que se vivió en esa época de los 80.