Los símbolos de las ratas gigantes, esos roedores depredadores con gran capacidad de enfermar la sociedad con sus orines mortales y con su extraordinario sentido de la fuga ante el peligro, salieron simbólicamente a las calles esta semana. La marcha de las ratas fue llamada esta protesta por los sectores organizadores de la caravana en Tegucigalpa.
Dónde está el dinero fue la frase viral que transmitieron las personas que conformaban el desfile de vehículos en la capital, inconformes absolutamente con la gerencia de la pandemia producida por el Covid19.
Esa movilización ocurría mientras la muerte avanzaba tocando puertas de periodistas conocidos, de mujeres resistentes desconocidas, de artistas reconocidos y de seres humanos extraordinarios que no pudieron contra el virus.
El virus está entre nosotros. En las salas de los hospitales y en las calles. Es un virus asociado a la corrupción, al militarismo, al miedo, a la insolidaridad, a la miseria humana. Es un concktail verdaderamente mortal.
Una lista de seres queridos de compañeras, de amigos defensores, de vecinos de nuestras contrapartes locales, de seres extraordinarios, no ha podido contra la adversidad agravada por un sistema de salud abandonado. Unos hospitales despojados del presupuesto público que hace diez años fue entregado a los chafas inútiles, represores al servicio de la dictadura.
A propósito de los militares, están seriamente comprometidos después del saqueo a la sede del “perro amarillo”, un equipo de comunicación independiente crítico de los bancos que aprovechan la crisis. Y están comprometidos en el allanamiento de la sede de Aci Participa en Choluteca, y en la vigilancia de otras organizaciones sociales críticas de la dictadura.
Es lamentable que, durante esta pandemia, los servicios secretos de las fuerzas militares que controlan el Consejo Nacional de Defensa y Seguridad, hayan desplegado escuadrones de la muerte en todo el territorio nacional, para el control de la oposición social
Son los militares quienes controlaron el puerto de atraque del buque turco que transportaba una carpa de circo el viernes anterior en Puerto Cortés, que las autoridades del sistema nacional de riesgos llaman hospital móvil. Uno de 95 hospitales provisionales que prometió la dictadura en febrero pasado. Y que ahora son controlados por los uniformados de verde olivo.
El gran espectáculo con prohibiciones expresas, transmisiones clandestinas en vivo, cierre de cámaras de video y misterios en alta mar, ocurría la noche del jueves y ayer viernes, mientras el país está en la cima de la primera curva de la primera ola de esta pandemia que sigue cobrando vidas.
No hay palabras definitivamente para definir el momento triste que sufre Honduras con una dictadura miserable de delincuentes ladrones que han desperdiciado más de 600 mil millones de lempiras en nombre del pueblo abatido por el Covid. Han provocado a la fecha cerca de 1000 muertes que eran evitables.
De este genocidio son responsables el Fondo Monetario Internacional, el BID, el Banco Centroamericano y los gobiernos de Estados Unidos, la Unión Europea y Canadá, que prefirieron desde 2013 instalar en el poder un cartel de crimen organizado bajo su control y no un gobierno popular que habría cambiado las prioridades.
En medio de esta tragedia, el Equipo de Comunicación e Investigación de los Jesuitas en Honduras no ha podido divulgar a través de medios nacionales los hallazgos de su estudio de opinión pública, porque una orden superior prohibió hacerlo a las corporaciones mediáticas.
El estudio desnuda severamente al régimen en su comportamiento público y privado durante la masacre que realiza el coronavirus en todo el territorio nacional.
Las órdenes a los medios en Honduras proceden de la casa del impostor donde tienen la caja chica millonaria para el control de las agendas temáticas, líneas editoriales, portavoces y fuentes que deben ser consultadas y las que deben ser silenciadas. Así de simple. Terminó la confrontación de compadre hablado que tenía Televicentro, emisoras unidas y los otros carteles desinformativos de Honduras.
Es la dictadura del cheque, la dinastía del dinero sucio que procede de un régimen miserable, lo que cuenta ahora. Lo que se impone.
Mientras tanto, ese Ministerio Público cómplice de la impunidad no mueve las investigaciones de los hechos criminales de los últimos 11 años, incluyendo los ataques y asesinatos contra de periodistas, activistas sociales, defensores de derechos humanos y opositores políticos.
Al contrario, enjuicia a los diputados que eliminaron legalmente el contenido del código penal de la corrupción el 24 de junio pasado, generando un limbo jurídico que favorece las actuaciones de las mafias.
La red de fiscales afines al desastre criminal en Honduras hacen en cambio un show barato con Marco Bográn, el empleado audaz de Hernández que coordinó con la mafia sedienta de Miami, para robarle a Honduras sus recursos.
A propósito, como ha divulgado el centro de documentación de Honduras en las últimas horas, “en pleno 10 de julio, casi cuatro meses después de haberse iniciado en el país el estado de emergencia por la pandemia, estamos casi en vilo, en estado de expectación, curiosidad y ansiedad, atentos a la llegada de un buque.
En ese buque supuestamente llegan dos de cinco hospitales, producto de la poco transparente, ineficiente, poco cualificada e irresponsable compra directa por parte del director de INVEST-H.
Mientras la atención se centra en lo que trae el buque para gritar a coro: ¡Era cierto que venían los hospitales!, se tiende a olvidar las preguntas de fondo:
¿Tenía idea INVEST de lo que estaba comprando?, ¿consultó a un equipo de médicos especialistas?, ¿consultó a un equipo especializado de arquitectos e ingenieros civiles, eléctricos, sanitarios, industriales?,
¿Corresponde el precio de compra con la calidad recibida y con los precios de otras empresas?, ¿vienen dos hospitales o sólo uno?, ¿son realmente hospitales o sólo son contenedores para hospitales?,
¿Se hicieron las previsiones necesarias para tener listos los terrenos en donde se instalarían los hospitales, con todos los requerimientos? ¿Se consideró el tiempo que duraría esa preparación? ¿Se consideró que llegarían en época de lluvia en la que sería muy difícil la construcción de obras?
¿Vienen totalmente equipados con la estructura sanitaria para asegurar su instalación completa? ¿Vienen totalmente equipados con camas, plantas de oxígeno, equipo de monitoreo y todo lo requerido, tal y como aseguró el señor Bográn, empleado de Juan Orlando Hernández?
¿Dónde están los otros hospitales si en la misma fecha se compraron siete?, ¿Por qué el señor Bográn no tiene idea de cuándo llegarán los otros hospitales si él los compró? Y la gran pregunta: ¿El señor Hernández tuvo conocimiento y aprobó esta compra tal como declaró el señor Bográn?»
Demasiadas preguntas y ninguna respuesta. Demasiado atraque.
Todas las estaciones de transmisión pueden volver a su programación habitual.
Buenas noches!
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 11 de julio de 2020