Gerardo Iglesias l Rel-UITA
En el escenario sindical del área privada en Centroamérica, nuestra afiliada sobresale por su historia y liderazgo político.
No fue por azar que luego del golpe de Estado de 2009 contra el presidente Manuel Zelaya, Stibys se convirtiera en trinchera y refugio del movimiento popular hondureño.
Su política de puertas abiertas, de mano extendida, de solidaridad de clase, transformó la sede sindical en punto de encuentro de las fuerzas democráticas opositoras al golpe.
¿Cuántas reuniones y asambleas de diversa naturaleza se realizaron en su local? ¿Cuántas movilizaciones fueron promovidas allí y a cuánta gente se le dio asistencia en aquellas épicas jornadas de protesta? ¿Qué número de alianzas programáticas surgieron en el gran salón escaleras abajo? ¿Y en cuánto acto público participó Carlos H. Reyes, el expresidente del sindicato, desafiando la censura, la represión?
Más preguntas que respuestas
El 29 congreso se desarrolló en un contexto político nacional pautado por la
coordinación creciente de la oposición y la agresiva actuación de poderes fácticos, que genera un ambiente propicio para una asonada militar.
La asamblea soberana del Stibys no iba a pasar inadvertida, y qué mejor que terminara en un perfecto caos, minando la imagen de un sindicato icónico, que ha estado a la vanguardia de la lucha contra la narcodictadura y ahora no esconde su proximidad con el gobierno de Xiomara Castro.
Un ambiente crispado desde el vamos presagiaba un congreso ríspido. Desde un sector se priorizó la dinámica de sacar hacia fuera por sobre construir hacia dentro en salvaguarda de la organización. A la prensa amarillista le cayó como anillo al dedo.
¿A quién servía que el congreso terminara en un descalabro total? ¿De dónde salieron los recursos para contratar dos buses atiborrados de provocadores −vaya eufemismo− llegados desde San Pedro Sula?
En el congreso del Stibys el diablo metió su cola y anduvo haciendo de las suyas inescrupulosamente.
¿Al servicio de quién…? A quien le caiga el sayo que se lo ponga.