Terminó en Los Ángeles la reunión del señor Biden con algunos presidentes y delegaciones del Caribe, el Centro y Sur América. Llamaron a ese encuentro Cumbre de las Américas, menospreciando a los excluidos.
Pero el portavoz de la Comunidad de Estados Latinoamericanos, la CELAC, Alberto Fernández, aclaró en su discurso que nadie le dio a Estados Unidos el derecho de admisión sobre los países miembros del continente.
Nadie les dio el derecho a la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela, tampoco el derecho a imponer embargos criminales a sus pueblos. Por eso la ausencia solidaria de 9 presidentes y una presidenta retumbó en el continente.
En ese sentido, los cuestionamientos de los medios locales por la solidaridad de Xiomara con los excluidos, tuvieron un tapaboca contundente de parte del canciller Enrique Reina en la propia cara del gobierno gringo.
“Juan Orlando Hernández delinquía, violaba los derechos humanos, ensuciaba el país con drogas y armas de guerra, pero nunca le dijeron NO a su presencia en las reuniones cumbres”. Un flechazo directo al corazón del cinismo.
Ese mensaje de Reina fue rematado por el presidente argentino en su discurso frente a Biden, afirmando que las exclusiones de Ortega, Maduro y Díaz-Canel buscan condicionar a sus gobiernos no obedientes, pero en los hechos lastiman a los pueblos a quienes imponen embargos criminales.
El cinismo en este tipo de medidas que buscan la paja en el ojo ajeno radica en el hecho mismo que Estados Unidos no termina de cazar a Donald Trump como principal instigador del intento de golpe de Estado de enero del año pasado.
Ese hecho antidemocrático, violento, supremacista, fascista, tenía detrás un proyecto criminal contra las poblaciones migrantes, sufrientes en la frontera con México y sufrientes dentro del territorio estadounidense, víctimas de una brutal persecución racista.
Lamentablemente, ese sentimiento anti migratorio en Estados Unidos continúa vivo, pero la conciencia sobre las causas de las migraciones sigue adormecida.
El gobierno de Washington ha dicho al cierre de la reunión de Los Ángeles, ayer, que sólo recibirá 20 mil personas entre 2022 y 2023, mientras que Canadá acogería a 50 mil, entretanto Costa Rica se ve presionada a convertirse en la bodega general del flujo migratorio del Caribe y de Centroamérica.
¿Pero qué tipo de personas migrantes quieren recibir los dos países más ricos del norte americano? Quieren trabajadores temporales, no migrantes permanentes. Quieren brazos para levantar fresas, cortar manzanas y despedazar pollos, patos y pavos, pero no residentes permanentes ni refugiados políticos. Quieren indígenas guatemaltecos, mexicanos y ecuatorianos, resistentes para ese trabajo físico. Como turistas quieren profesionales blancos que hablen inglés.
Lamentablemente la realidad que impulsa la migración masiva en el continente desde Colombia, Cuba y Venezuela es descompuesta por los propios países del norte, particularmente Estados Unidos. Esa realidad alterada es la causa de la enorme caravana de cubanos, haitianos, venezolanos y colombianos que atraviesan México en este momento.
Venezuela, aliada con Rusia y China, es un portentoso enemigo político y económico de Washington, y en consecuencia víctima de un embargo descarado y de un robo continuado de sus finanzas petroleras, que obligan a un porcentaje de su población a cruzar hacia Colombia.
La Colombia de Bolívar está convertida, contra su voluntad, en un gigantesco campo de producción y procesamiento de drogas tutelado por al menos 7 bases militares estadounidenses y un ejército nacional carnicero, que aterrorizan a la población obligándola a huir.
Las condiciones privilegiadas de la rica Colombia son terreno en disputa, al extremo que las elecciones del próximo domingo recuerdan los ambientes fraudulentos de 2013 y 2017 en Honduras, casualmente ensuciados por miembros del uribismo solidario con la narco dictadura de Hernández.
La unidad patriótica del pueblo colombiano con Petro a la cabeza representaría una oportunidad para vivir sabroso, pero la derecha uribista se resiste a dejar su alianza de terror con los traficantes y las redes de corrupción, provocando un escape masivo de personas hacia Estados Unidos.
Es curioso, los pueblos de Venezuela y Colombia huyendo de esas situaciones hostiles, buscan alcanzar refugio en suelo estadounidense, el país causante del problema. Lo mismo ocurre con Centroamérica y el Caribe, particularmente Haití, Cuba y Honduras. Aunque España sea un nuevo destino de estas poblaciones sufridas, Estados Unidos es la meta madre.
Los analistas del Comando Sur y del Pentágonos, sin embargo, parecieran no darse cuenta que los impactos de las políticas intervencionistas, estimulantes del tráfico de drogas y armas, de golpes de Estado, embargos y operaciones encubiertas de toda laya, se convierten todas en mareas migratorias hacia Estados Unidos.
En esa lógica se inspira el título del comentario de esta noche, el discurso del cinismo, porque al cierre del encuentro de Los Ángeles vemos una apasionada declaración sobre el tema migratorio con el que buscan criminalizar a Venezuela, Cuba y Nicaragua, como si no supiéramos las causas exógenas de esa situación.
El discurso político intenta imponer la narrativa que estos flujos humanos masivos se deben a condiciones internas impuestas por esos gobiernos desobedientes, pro chinos y pro rusos, y que, por tanto, deben ser castigados por antidemocráticos, y excluidos de nuestra civilización ejemplar, respetuosa de los valores occidentales y universales. ¡Qué cinismo!
Estados Unidos comprometió 314 millones de dólares para ayudar a los países que acogen a refugiados y migrantes. Además, Estados Unidos apoyará inversiones que fomenten el empleo en algunos países con bajos niveles de vida.
Así, se pretende que algunos de los inmigrantes que se dirigen a EE.UU. en busca de una vida mejor se queden en su país. Ese es el gran paliativo, la continuación de la gran farsa, que por supuesto no resuelve el problema ni para nuestros países ni para Estados Unidos.
De acuerdo con las medidas anunciadas por la Casa Blanca, el Gobierno de Costa Rica ampliará las prácticas de protección a los cubanos, nicaragüenses y venezolanos. México ampliará la solicitud de visados de los trabajadores temporales y emitirá visados de trabajo a 15 y 20 mil guatemaltecos por año.
Mientras tanto, Washington se sigue guardando el derecho de apretar o aflojar el embargo contra Cuba, y la manipulación de esa moneda de cambio que representan los TPS para El Salvador, Honduras y Haití. Aunque en realidad esos TPS no representan más que un mínimo porcentaje de la migración global.
Para finalizar con Honduras, el nuevo gobierno está en una zona de inmejorable oportunidad. Si Estados Unidos quiere tener relaciones fructíferas con este pueblo, de verdad con este pueblo no con el COHEP, debe medir sus palabras a través de su extrovertida embajadora.
En este nuevo tiempo NO funcionará ni la política de dejar hacer-dejar pasar, implementada con la narco-dictadura, ni la política de intervención vulgar anti china y anti rusa. Sólo una relación respetuosa, de colaboración e interdependencia, no supremacista, puede reconciliar a la gente con el Estado golpista culpable de las caravanas de los últimos doce años.
Como les dijo en su cara el presidente de Argentina, el portavoz de la CELAC, citando a Perón: Unidos o dominados. «Unidos por la ‘casa común’ o dominados por la codicia económica. Unidos por el multilateralismo o dominados por la polarización. Unidos por la democracia con inclusión social o dominados por el individualismo y la miseria colectiva».
Aló? Señor Biden, lo esperamos en diciembre en la Cumbre de la CELAC, sin la OEA como gendarme impulsor de golpes de Estado, queda invitado.
Buenas noches!
Editorial Voces contra El Olvido, 11 de junio de 2022