Por: Sandra Rodríguez
Tegucigalpa.- Debieron abandonar su oficio. Eran jóvenes pescadores que aprovechaban la noche para salir al mar donde se ganaban la vida, pero un día fueron raptados y torturados, al grado que se vieron obligados a ganarse la vida como leñadores, sus manos están llenas de cayos y manchadas, pero creyendo que corre menos riesgo.
Aunque ha pasado tres años, Israel Castro (20) y Arlen Flores (21), no logran superar que entre el 31 de agosto y 02 de septiembre del 2014 unos empleados de camaroneras en San Lorenzo, Valle, al sur de Honduras, se los llevaron a la fuerza.
Hay secuelas psicológicas y físicas, sus manos denotan el cambio de hábitos laborales, no ha sido fácil para los muchachos, que por tres días sus familiares los buscaban desesperadamente, incluso solicitaron ayuda las autoridades locales, pero debieron irse a otro municipio para que los agentes policiales atendieran la denuncia.
Las dos víctimas de torturas de parte de los empleados de la camaronera e indiferencia de las autoridades del municipio de San Lorenzo, Valle, al sur del país, tienen miedo de volver agarrar sus instrumentos de pesca, y nuevamente caer en las redes de esos hombres que no tuvieron ninguna piedad con los entonces menores.
Desde esa noche de domingo 31 de agosto del 2014, ya volvieron a ganarse unos 300 lempiras para ayudar en la casa, siguen esperando que los victimarios les paguen el costo de los botes de pesca, que destruyeron a punta de bala. Son jóvenes de escasos recursos económicos, como la mayoría de la población hondureña, pero su integridad humana no tiene precio.
La tortura era para sacarles información sobre el robo de camarones, los trasladaron a un lugar llamado el Lagartón, les rociaron combustible y a uno de ellos le tiraron orina en el rostro, relataron los jóvenes.
“Reafirmando que la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes están prohibidos y constituyen violaciones graves de los derechos humanos”, reafirma el Protocolo Facultativo a la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, del cual Honduras es parte.
Y con la fuerza del dolor es que hacemos grito de exigencia de justicia, manifestó Bertha Oliva, coordinadora general del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH), organización que da acompañamiento legal y psicológico a Israel y Arlen, desde que la familia buscó ayuda, viajando hasta Tegucigalpa.
La exigencia de justicia continúa, suponiendo que Honduras es un estado de Derecho, y a esos derechos nos apegamos, porque somos pobres, honrados, y aceptar el silencio es seguir con la impunidad, han afirmado las madres de estos jóvenes, que los acompañan en este proceso.
Para las víctimas es difícil confiar en las autoridades encargadas de impartir justicia, ya que al acudir en su auxilio, la entonces Dirección Nacional de Investigación Criminal (DNIC), hoy Agencia de Técnica de Investigación Criminal (ATIC), le dijeron que no sabían nada de ellos, incluso a una madre la pasaron a las celdas, pero no estaban.
No borran de su mente que, en ese momento llegó un carro con dos militares atrás. Uno de los muchachos expresó que en ese carro ya andaban golpeados.
Además, les hicieron una grabación en la que los obligan con un arma AK-47 en la cabeza, a que dijeron que ellos eran ladrones de camarones, pero bajo amenaza ¿Quién no va a decir lo que se le obliga? Aun siendo inocente, por querer salir con vida, declararon.
Los jóvenes han compartido su testimonio con otras víctimas y observadores internacionales de derechos humanos que visitan Honduras, uno de los países más violentos del mundo, y también de los más peligrosos para los y las defensoras de derechos humanos.
Por lo que, para salvaguardar su vida seguirán cortando leña, aunque no es lo que ellos quieren, pero tampoco cuentan con garantías que los protejan en las noches que salgan a pescar.