DE LAS EMOCIONES A LAS ACCIONES

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Hace 15 años, la cólera colectiva se expandía en el oriente de Honduras. El crimen atroz contra Pedro Magdiel Muñoz recorría los montes, los bosques y las colinas de la frontera con Nicaragua. Anteayer, la caricia del perdón como brisa fresca empezó a tocar el alma de las víctimas.

Puntuales, el pueblo y las autoridades públicas, se juntaron bajo la lluvia en aquel mismo lugar donde el 25 de julio de 2009 la represión ascendió a su máxima expresión.

Desde entonces hasta ahora fue preciso trabajar duro, reunir la evidencia, juntar los patrones del contexto y con perseverancia llegar a Washington a denunciar al Estado de Honduras ante el sistema interamericano de derechos humanos.

En Alauca, el 25 de julio de 2009 no había miedo como pretendía el Tigre Bonilla y el General Luis Javier Prince, que controlaban las fuerzas de represión en la zona, candidatos inevitables a ser investigados y sancionados.

La consigna de esos oficiales violentos, financiados por las derechas criminales, era aterrorizar a la población que exigía la entrada de Mel Zelaya, el presidente, desde El Ocotal, Nicaragua.

El plan de Bonilla y Prince, bajo las órdenes de Micheleti, Romeo y el Comando Sur, era matar al presidente Zelaya si ponía un pie de este lado de la cadena, que dividía ambos países.

La tortura brutal sobre el cuerpo de Pedro Magdiel – 26 punzonazos en su espalda — fue un mensaje de odio contra el Frente Nacional de Resistencia Popular, que dirigía la multitud, y contra Xiomara Castro, la primera dama del país que exigía restituir el orden constitucional.

Aquel instante fue similar al vivido el 5 de julio en Tegucigalpa. La población movilizada tenía el poder de arrasar a los militares y policías armados en el otro extremo de la ruptura constitucional, pero de nuevo la multitud puso la otra mejilla. Y guardó sus fierros.

El colocho, como lo llamaban sus amigos y compañeros, un joven sin padre ni madre, pero que creció con principios y valores forjados por su abuela y su tía, ofrendó su vida por Honduras. Fue asesinado, luchando.

La presidenta Xiomara Castro, en el acto de reconocimiento internacional de la responsabilidad del Estado por su asesinato, lo declaró el jueves héroe nacional.

Además de mártir, héroe.

Pedro Magdiel, como centenares de jóvenes a nivel nacional, sacrificó su integridad física y su libertad para construir un país distinto al de la oligarquía corrupta y sanguinaria.

Pedro dejó una bebé de un año, que el jueves anterior portaba un vestido rojo fucsia y un globo gris mientras escuchaba, seria, el discurso entrecortado de la Presidenta hondureña quien ordenó a la policía y al ejército investigar y sancionar a los autores del crimen.

Este acuerdo amistoso entre el Estado y la familia, que evitó un juicio de condena inevitable en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, fue detallado por el procurador de la República. Incluye un documental audiovisual sobre la vida de Magdiel Muñoz y un monumento que será construido en el lugar donde fue lanzado su cadáver en el desvío a Alauca.

El acuerdo también incluye una indemnización al círculo familiar que fue impactado directamente por el asesinato y que deberá cumplirse antes del fin de septiembre próximo.

Bajo la lluvia, las voces sensibles del Estado pidieron perdón por este crimen. Las Fuerzas Armadas, la Secretaría de Seguridad, el Congreso Nacional y la Presidenta lo hicieron cada quien a su turno.

El espíritu era para que nunca más el Estado se tome la justicia por sus pistolas. O por sus punzones. Para que ningún policía y ningún militar se sientan con el poder de asesinar con odio a nadie, ni preparar una emboscada con francotiradores a su presidente, el comandante en jefe.

En el uso de la palabra, la coordinadora general del COFADEH en su condición de representante de la familia Muñoz Salvador, reveló que Francisco, uno de los hermanos de Pedro Magdiel, contó una anécdota a los medios públicos mientras se desplazaba a la ceremonia en El Paraíso.

Un día antes de la tragedia, Francisco y Pedro hablaron largo rato por teléfono. Al fondo se escuchaba el murmullo de la multitud y las voces de la familia presidencial. ¿Y qué hacés ahí?, le preguntó Francisco a su hermano. “Aquí trabajando por Honduras”, le dijo el cipote.

La frase fue retomada por Luis Redondo, el presidente del Congreso Nacional en su discurso, durante el cual condenó el papel de los medios de comunicación que al contrario de Pedro trabajaron contra Honduras ocultando lo que sucedía en aquellos días trágicos.

A personas como ustedes no tenemos que decirles qué hacer, les dijo Bertha a los representantes del Estado, porque ya lo están haciendo. Pero debemos hacer más para que la sociedad hondureña reduzca su sed de justicia. Su necesidad de dignificación.

Con la dignidad de este acto cerca de la frontera con Nicaragua, enviamos desde aquí una condena directa y firme al gobierno anarcocapitalista, neoliberal extremo de Javier Milei, por la miserable intervención de la Universidad Nacional de las Madres de Plaza de Mayo.

Además de haber aislado administrativamente, cortando toda transferencia de recursos públicos, los libertarios han impuesto a la Universidad un rector afín al proyecto de neo terrorismo de Estado en Argentina.

Madres de Plaza de Mayo han prometido detener la intervención de su universidad, porque “el ejemplo de nuestros hijos nos guía y su lucha fue la que nos llevó a crear este centro educativo superior”.

Suscribimos esa determinación de Madres en Argentina. Suscribimos la sinceridad del gobierno hondureño con la familia Muñoz Salvador y le pedimos a la derecha azul y roja local que ni piense imitar a Milei contra los mártires del golpismo sanguinario. Se toparán con el pueblo.

Buenas noches