Tegucigalpa.- El 24 de enero de 1982 cuatro madres esperaban a sus hijos que regresaban de Panamá y Nicaragua por la frontera del Guasaule, y desde hace cuarenta años siguen en la espera.
Los cuatro jóvenes no regresaron a su hogar porque al entrar al país, las fuerzas de seguridad del estado los detuvieron y desaparecieron, solamente por luchar por sus derechos y soñar con una Honduras libre para las futuras generaciones.
Los cuatros jóvenes que se transportaban en autobús TICA BUS era los estudiantes Francisco Samuel Pérez Borjas (21), Julio César Méndez (21), Enrique López Hernández (23) y María Ediltrudis Montes.
Desde ese 24 de enero su familia no volvió a saber nada de ellos, pero cuarenta años después continúan su búsqueda, por verdad y justicia, y, sobre todo, saber que pasó, que hicieron con ellos.
Estos jóvenes tenían algo en común, sus convicciones, soñaban con un país diferente, con heredarles a sus hijos una patria grande, llena de posibilidades.
En el caso de Enrique López, al momento de ser detenido desparecido por la seguridad del estado hondureño, tenía 23 años, una compañera de hogar y un hijo llamado Lenin Enrique López, quien era muy pequeño para poder recordar los momentos que un hijo debe vivir con su padre.
“Es un poco complicado, siempre he dicho que la vida me regaló un montón de padres un montón de madres, aunque tengo a mi madre, mi familia, mi abuela, mis tíos, mis tías, hicieron las veces de mi padre, sin embargo siempre hace falta como esa figura paterna a quien uno le puede llamar papá”.
Al momento de la desaparición de su padre, Enrrique era solamente un bebe, pero aprendió a conocerlo a través de su madre Beatriz Martínez y de su abuela Liduvina Hernández, actual presidenta del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH).
“Yo era un bebé cuando él desapareció, sin embargo mi familia entera me hicieron conocerlo, me hicieron inclusive hasta cierto punto no extrañarlo, siento que conocí su lealtad por su país y un ser humano brillante, eso es lo que puedo decirle de Enrique López”.
Lenin Enrique, a cuarenta años de la desaparición de su padre, no creció en un mundo lleno de odio, lleno de resentimiento y lo único que exige es justicia y que algún día se sepa la verdad.
“No crecí en un mundo llevo de odio, aunque estaba Enmedio de ese mundo, no crecí odiando a nadie, creo que al igual que lo ha hecho mi abuela, mi madre y toda mi familia, es lo que pide y quisiera un día saber la verdad y que se castigue a los culpables “.
Enrique estaba afiliado al Sindicato de Trabajadores de Envases Industriales Sociedad Anónima (STEISA). Tenía un lugar especial en nuestras vidas y ahora también lo tiene en la historia de la patria.
Otro de los cuatro jóvenes detenidos desaparecidos en la frontera del Guasaule es Samuel Pérez, quien es descrito por su familia como un buen muchacho como se dice siempre, y un poco más todavía, no toleraba las injusticias y las combatía. Siempre estuvo al lado del pueblo.
Su hermana Nohemi Pérez, que en ese entonces tenía 14 años, luchó junto a su madre por encontrar a su hermano, y hoy, a cuarenta años, ha permanecido en esa lucha por encontrar verdad y justicia.
“Esta lucha ha sido permanente desde hace cuarenta años en busca de verdad y justicia, y de igual manera que los responsables de estos hechos sean juzgados. A nuestros cuarenta años permanentes no podemos decir que nos sentimos decepcionadas, que nos sentimos frustradas, porque sí hemos logrado muchos objetivos con el desaparecimiento de estos cuatro jóvenes que fueron secuestrados y desaparecidos en la aduana del Guasaule en 1982, sino también con el resto de más de un centenar de personas desaparecidas en los cuales el COFADEH se ha formado por esta causa justa, para seguir en esta lucha”.
Para la hermana de Samuel, esta situación por la que han pasado durante cuarenta años no ha sido fácil, a pesar que ya son cuatro décadas lo sigue recordando como si hubiese sido ayer.
No ha sido fácil, yo hasta el momento más bien creo que fue ayer, mantenemos siempre ese dolor de saber que ha pasado con él, que ha pasado con los otros jóvenes desaparecidos, de hecho, COFADEH como organización ha mantenido esa fortaleza de que sigamos la lucha, que sigamos manteniéndonos juntas”.
Nohemí Pérez señala que como familia y como el COFADEH siempre han denunciado a los perpetradores y que a pesar que aún no han sido juzgados, mantiene la esperanza de que un día reciban su castigo.
“Déjeme decirle que en estos cuarenta años el COFADEH y familiares siempre hemos mencionado a los responsables de estos caso, que los gobiernos no hayan querido cumplir con su deber de juzgarlos por estos crímenes, por estos hechos de lesa humanidad. esto ya es otro problema, porque hay intereses propios, sabemos que la APROH fue formada para eso para desestabilizar a las personas que querían una Honduras diferente; tenemos a un (Oswaldo) Ramos Soto mencionado, a Billy Joya a Alexander Hernández, le puedo seguir mencionando muchos más y allí andan libres y no hacen nada”.
Julio César Méndez Zavala, un gran deportista y un estudiante ejemplar en el instituto Central Vicente Cáceres de Tegucigalpa, también fue desaparecido. La historia lo involucró temprano, como muchos jóvenes, en la tarea de construir la identidad perdida de un país sometido. Tenía 21 años de edad.
El 24 de enero de 1982, lo secuestraron en la aduana El Guasaule al ingresar al país en compañía de sus amigos y compañeros Samuel Pérez, Ediltrudis Montes y Enrique López.
Igual que Samuel, su inseparable amigo de barriada y de colegio, era dirigente estudiantil, reconocido por su abnegación y honestidad.
La historia de Honduras también registra muchas mujeres que lucharon por el país sometido, que fueron desaparecidas. Ediltrudis Montes es una de las muchas mujeres valientes víctimas de la desaparición forzada.
Las autoridades de Honduras negaron todo conocimiento de su suerte o de su paradero, pero según su hermana Cristina Montes, quien tuvo acceso al listado de pasajeros que se transportaban, comprobó que María Ediltrudis Montes y los otros tres jóvenes venían en esa unidad de transporte.
La primera noticia que yo tuve q que fue estando yo en Minas de Oro; yo siempre oraba al señor por saber de ella lo que había pasado, saber dónde estaba porque se había callado, porque no había dicho nada, ni había entrado en día que nosotros la esperábamos, el día que había dicho que fue el 24 de enero que ella iba a llegar a Honduras.
Agregó que una de las primeras cosas que hizo al enterarse de lo sucedido con su hermana fue ir a la empresa de buses por las que ella ingresó al país.
“Una cuñada fue a visitarme a Minas de Oro en Comayagua y me dijo que estaba desaparecida. Entonces yo me vine a Tegucigalpa a querer buscarla y una de las cosas que en una ocasión hice fue ir a la empresa donde ella viajó a suplicarles que por favor me dijeran que si en realidad había viajado mi hermana ese día, entonces siempre me lo negaban, me decían que no y que además ellos tenía prohibido dar datos de sus viajeros”.
A pesar de la negativa de la empresa para darle algún tipo de información siguió insistiendo hasta que un día una muchacha de la que no supo ni su nombre le enseñó la lista de pasajeros que ingresaron ese día a Honduras.
Cristina, a causa de exigir la aparición con vida de su hermana, su familia tenía miedo de que algo le pasara y la ayudó a salir del país, y desde el exilio continúa la exigencia de verdad y justicia.
Han transcurrido cuarenta años, mismos en que sus familiares no han dejado de luchar, de exigir justica y verdad, porque aún no pierden la esperanza de saber que pasó con cada uno de ellos. Y se siguen preguntando ¿dónde están?
Muchas madres han muerto con la esperanza de saber qué pasó con sus hijos, pero el COFADEH sigue su lucha por verdad y justicia, por las que hoy ya no están.