Después de nueve meses, este primer viernes de diciembre las familias víctimas de la desaparición forzada en Honduras, conmemoramos 38 años de lucha presencial aquí en la Plaza de los Pañuelos Blancos en el centro histórico de Tegucigalpa.
Hemos puesto nuestros cuerpos en tierra con las previsiones necesarias para evitar los riesgos de contagio en medio de la pandemia de la Covid y de esa otra pandemia terrible de la violencia de Estado.
Los seres humanos que hemos sufrido desde 1982 la práctica de la odiosa doctrina de seguridad nacional impuesta por la CIA y el Pentágono estadounidense a través de las fuerzas armadas NO olvidamos ni perdonamos a quienes no han dicho nunca la verdad ni se han sometido a la justicia.
Hemos venido a la Plaza de los y las Desaparecidas a recordarle al Estado hondureño que no ha investigado, sancionado ni reparado moralmente a la humanidad ofendida a través de más de 200 hombres y mujeres detenidas, torturadas, desaparecidos y asesinados impunemente por ser opositores a la muerte.
Entre 1982 y 1992 no hubo dos bandos como repiten los asesinos, lo que hubo fue un Estado terrorista contra un movimiento nacional de jóvenes comprometidos con el proyecto de Honduras libre de tropas extranjeras, independiente de grupos económicos fascistas y creadora de oportunidades para los pueblos originarios.
En 38 años de vida organizativa no hemos claudicado los principios e ideales de nuestros hijos, hermanas, esposos y amigos que pasaron por las manos salvajes del batallón de la muerte, 3-16, cuyo primer comandante vive en Tatumbla y sus discípulos andan por ahí buscando la visa perdida de sus amos del Norte.
Hoy, en la víspera de la navidad cristiana que es utilizada para la promoción del consumo de cosas inútiles que endeudan a la gente, queremos saludar a las personas que sobreviven en albergues improvisados a nivel nacional después de la tragedia nacional causada por el sistema extractivista que destruye los ríos y montañas.
Ustedes, hermanas y hermanos, son víctimas de una élite perversa que no solamente dejó de cumplir las responsabilidades internacionales contraídas después del Mitch en 1998, sino que entregó el territorio a inversionistas sucios que matan y encarcelan para explotar y matar la Madre Naturaleza.
Si nuestros hijos vivieran opondrían resistencia a las represas que son parte de los problemas, porque los culpables son los mismos que cortan los bosques, los que concesionan las minas a cielo abierto y los que envenenan los ríos aguas arriba.
Si nuestros hijos vivieran lucharían contra esta dictadura que compra conciencias, que envilece y manipula el alma de la gente ignorante, para sostener una estructura de crimen organizado que tranca el país en el mundo entero.
Hoy no estamos aquí para recordar a los corruptos ni a los ladrones de la esperanza nacional, sólo les deseamos en general que sientan pronto las consecuencias nefastas de amolar a un pueblo noble.
Permítannos celebrar la alegría de mantenernos vivas durante 38 años educando al mundo con la consigna prohibido olvidar. Y cantando con Gieco que la memoria pincha hasta sangrar a los pueblos que no le dejan ser libre como el viento.
De los hechos y de los hechores, ni olvido ni perdón
COFADEH
Tegucigalpa, M.D.C., 4 de diciembre de 2020