Estamos otra vez con el agua y la soga hasta el cuello. En unos cuantos días se juntaron cuatro emergencias, las más temidas que un pueblo pueda soportar: La pandemia viral que ha matado casi dos mil personas, el huracán Eta que se llevó más de 80 seres humanos, el huracán Iota que vino a rematar los valles de Sula, Leán y Aguán, y la plaga de un régimen autoritario y corrupto con chafas y policías inútiles tragándose el presupuesto de la gente que está inundada, despedazada y en la mierda.
El ciclo de las llenas feroces aceleradas por el cambio climático ha cumplido una vez más su visita a la región centroamericana. Puntuales desde 1935, 1954, 1974, 1998 y 2020, las aguas han bajado, penetrado, retorcido, inundado y destrozado todo a su paso. Más de 100 mil familias lloran en Honduras por la pérdida de sus cosechas, animales de patio, y sus casas.
En 22 años lanzamos al carajo, como dice el padre Melo, las lecciones de 1998. Aquel huracán nos dejó la obligación de respetar la declaración de Estocolmo que condiciona las inversiones al respeto del medio ambiente y a la transparencia. Pero el Choep, la Anamih y los maquiladores llenaron el país de minas, represas abusivas y naves contaminantes de ropas industriales. Y todo tipo de negocios sucios.
Los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea apoyaron el golpe de Estado en 2009 y el continuismo ilegal en 2017, y hoy cosechan un país destruido sin relaciones de confianza entre sociedad y Estado, y se exponen a una nueva marea de migración forzada expulsada por la desigualdad, la discriminación y las opresiones.
En las actuales circunstancias, en medio de la Covid y tras los dos huracanes, no hay coordinación básica con nadie en los territorios afectados. Los municipios están con bolsas en las manos, buscando la reelección de los alcaldes; COPECO lleno de activistas cachurecos a nivel nacional – más de 1500 burócratas – que no se mueven si el dictador no se los ordena. Y el cacique de todos, buscando la foto por tierra y aire, vendiendo paja en cadena de radio y televisión, y tratando de convencer a una comunidad internacional solidaria que está paralizada por la corrupción del régimen.
“Nos hablan de todos lados de Estados Unidos y Canadá y nos dicen: queremos ayudar, pero por favor, no entreguen nada al gobierno” relata el sacerdote jesuita Ismael Moreno durante un foro virtual el jueves con la comunidad hondureña residente en Quebec. “Los niveles de desconfianza son extremos. No tenemos gobierno. El descrédito es tan grande que las ayudas llegan a cuenta gotas” a pesar del monumental desastre.
En ese encuentro quedaron reflejados otra vez los dos extremos que suceden en una catástrofe de estas dimensiones. Los sectores que ponen al frente las emociones más inmediatas del corazón y aquellos que empujan una mirada de la mente hacia más adelante. Ambas reacciones son importantes en situaciones de emergencia, pero ambas deben complementarse. Es preciso comprender que desde ahora y hasta febrero 2021 la emergencia es salvar vidas, atender albergues con colchones, agua, comida, medicinas y abrigos; consolar a las personas afligidas, construir la esperanza y, luego, recuperar las cosechas, limpiar las casas y aportar siquiera un mínimo de estabilidad.
Después, tiene que venir lo otro: el momento de los acuerdos compartidos, que pasa por una nueva política agraria, un pacto fiscal inevitable, empleo, detener la corrupción, responder a la impunidad y, particularmente, reorientar el presupuesto nacional hacia la transformación institucional. No más armas y todas esas papadas inútiles para policías y chafas.
En estos términos transcurrió el diálogo entre Honduras y Québec al que aportaron sus impresiones las periodistas Gilda Silvestrucci y Claudia Mendoza, y enseguida vino la propuesta que el director de Radio Progreso llama el ABC de los acuerdos básicos compartidos y que se resumen en tres grandes ejes.
La desigualdad profunda y prolongada que hiere a Honduras con la Covid19, la corrupción y la impunidad, con una relación de 8 personas de cada 10 sometidas al empobrecimiento.
La crisis ambiental y ecológica es el segundo eje de esta propuesta, apuntando directo al rostro de la industria extractiva que envenena los ríos y los valles con un modelo depredador que convierte la Naturaleza en dinero, y al que no le importa la destrucción general de Honduras. Así no podemos continuar.
Las imágenes de las lagunas con cianuro del occidente de Honduras vertidas hacia los ríos son aterradoras y esas toneladas de químicos verduzcos de las maquilas del valle de Sula flotando sobre las corrientes… es el apocalipsis ambiental.
Y el tercer eje de la propuesta del director de Radio Progreso señala a la vertiente política institucional. La democracia no se resuelve con elecciones, dice categóricamente, más bien en este momento el agite electoral se vuelve a constituir en parte del problema.
Para seguir en la línea de este encuentro virtual realizado vía zoom el jueves anterior entre Honduras y Canadá, al cierre, surgieron dos propuestas de carácter local y regional que es importante citar.
La primera es a nivel de El Progreso Yoro y alrededores, consiste en una Red de Emergencia y Solidaridad que integra sectores sociales y populares, medios de comunicación, colegios e instituciones eclesiales.
Uno de los desafíos que enfrenta esa red es la coordinación con las instancias municipales locales que se rehúsan al contrapeso ciudadano, pero “debemos insistir en buscar coordinaciones porque debemos recuperar el Estado en su dimensión general. Y nunca aceptar que el Estado sean las iglesias o los sectores civiles afines. Eso sería aceptar una sociedad amorfa y un Estado degradado sin capacidad de existir y conducir las acciones alrededor de la persona humana”, insistió el padre Melo.
Al ampliar sobre este tema de la irrupción de las iglesias en el espacio público de las urgencias, el religioso católico fue coherente al ponerlas en su lugar. Las iglesias tienen un espacio en la vida privada de las personas, pero no tienen ni la atribución ni la responsabilidad de conducir las políticas públicas.
Durante el encuentro informativo pasó rápidamente una imagen sobre un puente en los alrededores de El Progreso, Yoro, donde cristianos evangélicos de rodillas junto a militares y activistas de Copeco, alzan sus manos pidiendo detener la tempestad que ya había cesado, y claman para detener las bravas corrientes, que ya habían pasado bajo ese puente…
“Tenemos que hacer acopio de todas las relaciones posibles, rehacer los tejidos de la comunicación rota en los territorios e idealmente coordinar toda la solidaridad con las estructuras oficiales, alcaldías, ministerios, copeco y con todos los demás hasta juntarnos, pero dejar que el proselitismo cristiano nos suplante ,eso sería aceptar el fracaso del Estado”, subrayó Melo durante su intervención.
La segunda propuesta mencionada en el encuentro Honduras-Québec es regional, se trata de la Mesa de Trabajo y Búsqueda de una respuesta integral a la desigualdad, la crisis ambiental y la debacle institucional, que de momento integran el FOSDEH, la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés y el ERIC. “Esta propuesta no viene de un rincón ni está cerrada, al contrario, es abierta a los diversos sectores de la sociedad para atender lo inmediato y asumir la recuperación de Honduras”, aclaró Melo Moreno, quien fue preciso al señalar el primer consenso: No estamos invitando al gobierno.
El gobierno es la dictadura, pero la dictadura no es gobierno, por eso no es invitado. Esa es la verdad. Por eso la recuperación de la zona occidental, norte y el litoral Este de Honduras serán monumentales desafíos para la gente. Los próximos meses serán un forcejeo entre el proselitismo religioso, el proselitismo partidario y las enfermedades ambientales. Un cocktail de difícil digestión.
No hay ninguna duda que la desesperación y la migración forzada serán las primeras consecuencias de este desplazamiento ambiental que producen los fangos de Choluteca, Copán, Santa Bárbara, Cortés, Yoro, Atlántida, Colón y Gracias a Dios.
A partir de ahora y durante las próximas décadas tendremos oleadas de migrantes climáticos desplazados de sus territorios por un modelo de exportación de materias primas al que no le importa ni la naturaleza ni la gente. Y al que debemos parar antes que nos mate a todos y a todas.
Este no es un problema del dios de los cristianos. No es ningún castigo de ese señor enojado que pintan detrás de los huracanes, ya paren ese discursito tonto de pulpitos manipuladores de la conciencia colectiva. Apuntemos las balas de la indignación colectiva hacia los culpables terrenales de esta tragedia. Al Cohep, la AnamiH, la industria maquiladora, los eléctricos, el partido nacional y liberal y las Fuerzas Armadas. Arriba de ellos sus socios de Miami, Washington, Ottawa y Brucelas. Ellos son los responsables.
Nos resta decirle a la cooperación internacional solidaria que es importante pasar de la emergencia a las acciones del mediano plazo, sin perder de vista las trancas que se deben poner a la corrupción. Una de las conclusiones del Foro Honduras-Québec fue realizar una Mesa Alternativa de Cooperación informada para definir los próximos pasos que posibiliten la transformación de Honduras.
¡Nos despedimos, los animamos a ser fuertes y a responsabilizarnos de Honduras!
Buenas noches!
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 21 de noviembre de 2020