CON DOLOR EN EL ALMA

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El país de nuestros amores está muriendo alrededor de todas y todos, sin que nosotras podamos hacer lo necesario para evitarlo.

Los seres extraordinarios, las personas increíbles que conocíamos, están cayendo en la estadística de la violencia, de la corrupción, del narcotráfico, del virus, de la dictadura liberal-nacionalista. Nos están matando.

Un país de mieda como llamó Trump a Honduras por culpa de esta banda de delincuentes inútiles bien organizados, bien atenazados al Estado, bien sostenidos por los gringos y los europeos, no es capaz de salvar a nuestros amigos ni de proteger a nuestros seres queridos.

Los hospitales están llenos otra vez de personas infectadas por el pequeño virus y los cementerios tienen menos espacio para los cadáveres. Del Este al Oeste, Honduras se muere.

En estas circunstancias, nos enoja profundamente este cuadro comparativo de vacunas aplicadas a la población en riesgo en Centroamérica. Desde Panamá en fila pasando por Costa Rica, Nicaragua y El Salvador, la vacunación supera este fin de semana el medio millón de dosis aplicadas. Al llegar a Honduras, la cifra se para bruscamente. Indica 53 mil. Una miseria. Una vergüenza. Ni siquiera una injusticia. Una maldad.

Los malditos ladrones del dinero para los hospitales móviles, para las pruebas de confirmación rápida y para las vacunas, ellos están desde hace tiempos inmunizados. Se vacunaron a espaldas de la población general. Y se embolsaron esos fondos los muy canallas, para crear este vacío de muerte que es ocupado por la empresa privada para sus grandes negocios de pinchar a los sobrevivientes.

Nos duele profundamente revisar todos los días nuestras plataformas sociales de información y comunicación y encontrar ahí los crespones negros de quienes ya no están con nosotros por culpa de esta maldita dictadura.

Estamos tristes porque nuestro hermano Abencio Fernández forma parte de esa estadística. Estamos indignadas porque las fuerzas armadas inútiles dirigen la contingencia de la pandemia viral, pero son incapaces de frenar a tiros el pequeño virus. No pueden organizar una emboscada contra la propagación. No saben dirigir una fuerza de comando hacia la prevención ni conocen las estrategias aéreas para disminuir los decesos. Los militares dirigen todo y no dirigen nada.

Estamos encachimbados porque Abencio Pineda Fernández no debía morir en esta guerra invisible contra el enemigo invisible.

En su homenaje, vamos a leer los siguientes mensajes. El primero es del Cofadeh al enterarse de su partida el viernes: “En Santa Rosa de Copán, su segunda Matria, ha entregado su última sonrisa este hombre fresco, humano, de calidad y de calidez solidaria incomparables. Desde su vida estudiantil y convertido en profesional del Derecho, su proximidad al dolor y a la esperanza de las madres y demás familiares del Cofadeh es una ofrenda que atesoramos en nuestros corazones. Nos llamó siempre sus hermanas. Hoy, con esa misma candidez que vivía cada día, aún frente a los grandes peligros y desafíos, despedimos a este extraordinario Ser Humano, y enviamos un abrazo profundo a su familia, a sus amistades y comunidades de trabajo. !Que la tierra te sea leve, Hermano!

El siguiente es mensaje de Missael Cárcamo: “Abencio sabía que me sentía orgulloso de ser su amigo. A finales de los 80s anduvimos casi todo el país viajando en buses y a pata, tallereando y cantando las canciones de Mario de Mezapa, por pueblitos inimaginables. La promoción y defensa de los derechos humanos era su pasión. Desde el CODEH, primero, y luego desde el COFADEH, logró sentencias históricas contra violadores de DDHH tanto en el ámbito interno como a nivel interamericano. En los últimos años se vino a occidente y era nuestro primer auxilio en el momento de las represiones contra los compañeros y compañeras agredidas por la policía, el ejército y la minera. Aquí siguió haciendo su labor educativa a través de todos los medios. Los compas en resistencia contra la minería en San Andrés pierden hoy un aliado. Comparto el dolor inmenso de su familia y de todos los que tuvimos el honor de compartir trinchera con Abencio Pineda. Eres la parte buena de la historia de este país. Un científico social y un ser humano excepcional”.

El mensaje que sigue es de Ninoska Benítez: “Tantas dificultades y proyectos compartimos con Abencio. Nos conocimos en los años 90, enfrentando la impunidad que imponía la doctrina de seguridad nacional y nos llamábamos hermanos. Hace una semana conversamos y nunca imaginamos que sería nuestra última conversación. Hablamos del trabajo por hacer, de su hijo Daniel que hace su práctica médica en estos días, de su Diego yoreño y de sus chicos copanecos. A este trovador no le faltaban los Beatles ni Silvio ni Mario de Mezapa. Nos despedimos con la promesa de un pronto reencuentro y con la ratificación de nuestra hermandad. Ustedes, el Cofadeh, son mis hermanas, nos repetía siempre. Hasta pronto querido Bencho. No sé el lugar a dónde vas, pero sí sé que estarás siempre en todo lo que hacemos, en todo lo que amabas hacer”.

Este otro mensaje es de Merary, madre de su hijo Diego, quien escribió: “Teníamos un acuerdo los tres, que el sábado 17 de abril Diego partiría a vivir con su papá unos meses a Santa Rosa de Copán, porque ambos expresaban necesidad de estar juntos. Se hablaban todos los días, se contaban cosas. Yo sabía que llegaría ese momento especial para los dos. Pero ese mismo sábado, en carretera, Abencio nos llamó preocupado para decirnos que sentía síntomas y que estaba por hacerse exámenes. Le preocupaba el compromiso con Diego. Por la tarde nos llamó de nuevo para confirmar el resultado positivo de los exámenes. Merary, decile a Diego que en 15 días regresaré por él, que no me voy a morir sin compartir tiempo con él, decile que lo amo y que estoy orgulloso de él, que se porte bien, ya vas a ver que el tiempo juntos nos va a servir”… Tenías esperanzas Abencio. Aquí está Diego con sus maletas listas, escuchando la terrible noticia. Primero enojado. Ahora buscándote en los libros, en los discos, en el Google, escuchando la música que te gustaba, usando tu sombrero, encomendando tu alma”.

Este otro mensaje es de Claudia Mendoza: “¿cómo estás, Claudia? Me di la vuelta y allí estaba él, tocando mi hombro, reclamando que «hacía ratos» no nos veíamos ni conversábamos. Esto ocurrió en la cobertura más reciente que realicé de la caravana que salió de Honduras en enero.  Conocí a Abencio Fernández hace muchos años y me pareció siempre un ser humano muy humilde y muy entregado a la labor de defensoría de los derechos humanos, de los diversos grupos con los que se vinculó en su vida. Abencio es uno de esos seres invaluables, de esos que una no entiende por qué deben partir de este modo.  Querido amigo, lamento que nos hayas dejado sin despedirte. No puedo dejar de dedicarte estas letras y decirle al mundo que un ser humano irremplazable se fue. Un abrazo hasta donde estés. Un abrazo solidario a tu amada esposa Osiris Sanchez”.

Estos mensajes no son los clásicos mensajes de luto que vemos todos los días, textitos hechos a la usanza cristianoide que repite de memoria ideas simples y sin carne. Repartición de bendiciones sin sentimiento. NO. Estos que venimos de leer son mensajes del alma hacia un ser humano extraordinario que fue parte de este programa Voces Contra el Olvido.

Como sobreviviente de cáncer, Abencio era una persona que debió estar en la primera línea de vacunación desde marzo pasado. Debía estar vacunado a esta fecha, como ocurre en los países del mundo que no son dirigidos por una banda del crimen organizado. Una banda  que para desgracia de este país seguirá en el control de los tres poderes del Estado en 2022.

Con dolor en nuestras almas, buenas noches!

Editorial Voces contra El Olvido, sábado 24 de abril de 2021